Despertó muy temprano, en parte por el frío, y porque no podía dormir pensando en lo que pasó esa noche. No se suponía que llegarían tan lejos, ¡no debieron hacer absolutamente nada! Pero en cuanto probó el sabor de sus labios y la suavidad de su piel, pensó que no podría detenerse. De alguna forma entró en razón, y ya no sabía si se arrepentía o no.
Lo peor no era eso, sino que no se sacaba de la cabeza las palabras que ella misma le dijo a Carine, sobre la evidente imposibilidad de cualquier cosa que pudiera suceder entre ellas. Aunque sabía que estaba en lo cierto, ni siquiera quería pensarlo. No le gustaba resignarse a esa realidad, por más tonto que sonara. Lo único que deseaba era que esa farsa acabara de una vez, así podría volver a su vida de siempre, donde no tenía ninguna esperanza con una chica como Carine,
Y hablando de ella...
—¿Ya amaneció? —preguntó Carine, somnolienta.
—Hace rato —murmuró ella a su lado, sin mirarla—. ¿Tienes frío? ¿Quieres que vaya por algo caliente? La luz volvió hace un rato, me di cuenta. Supongo que aún no pueden conectar la calefacción con toda potencia, pero todo estará bien pronto.
—¿Cómo me voy a bañar si no hay agua caliente?
—No te vas a morir por no bañarte un día, Rine —le dijo. De pronto recordó que acordaron usar ese diminutivo, y apenas la escuchó, la chica se incorporó y la miró con sorpresa.
—¿Cómo dijiste?
—Que por un día sin ducha no te vas a morir...
—No, lo otro.
—¿Rine? Así que quedamos que...
—Ya sé —interrumpió—. Pero apenas usas la palabra, y no hay nadie aquí para fingir.
—Pues solo se me escapó y ya, no te sorprendas tanto. Ahora abrígate, voy a buscarte chocolate caliente o algo. Sigues helada.
—Bien, un café bien cargado sería mejor, pero lo que consigas está perfecto.
Se puso de pie y se acomodó la bata, salió sin mirar atrás. Tal vez era mejor así, apartarse de ella y tomar distancia. Al salir al pasillo, vio que varios de los trabajadores de la mansión estaban ajetreados llevando mantas, o bandejas con bebidas calientes. Cenn puso los ojos en blanco, para variar los ricos siendo inútiles, aunque ella misma tenía a su rica congelada esperando en la cama. Como no iba a esperar que la atendieran, tomó el rumbo natural: La cocina.
Nadie la detuvo, pero sí la miraron extrañados. Tal vez la reconocieron como una de las invitadas, y no se imaginaban qué podía hacer la novia de Carine Berbard ahí.
—Hola, ¿pueden ayudarme? Quiero llevarle algo caliente a mi novia, no se siente bien.
—Estoy preparando chocolate —dijo una de las cocineras—. Está casi listo, si desea, puede esperar. O nos puede decir la habitación donde se encuentran, se la llevaremos.
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Cenicienta y los olvidados
FantasíaCenneth es la hija legítima del conde de Nayruth, un antiguo reino caído que aún mantiene sus tradiciones. Obligada a ser parte del servicio, Cenneth encuentra refugio en la gente de su pueblo. Cuando su mejor amigo Nhesto le confiesa que fue elegid...