Durante el tiempo que sostuvo su mano, Carine podría jurar que vio todas las emociones de Cenn reflejadas en su rostro. Un viaje largo, sin dudas, uno que la llevó a vivir experiencias que tal vez la cambiarían para siempre. Vio el miedo, pero también la determinación. Y alegría, y sus lágrimas. No sintió pena, porque de alguna forma supo que no eran lágrimas de tristeza, sino que estaba sanando.
—¿Por qué no lo mencionaste antes, sacerdota? —escuchó a Robloc dirigirse hacia Adelthy. Ella también estuvo como sumida en un trance, y cuando abrió los ojos, parecía distinta—. ¿Acaso no se podía? —continuó el campesino.
—No es eso —respondió ella con calma—. Antes, Cenn no quería librarse de la marca.
—Eso es ridículo... —murmuró Carine sin mirarla—. Tú no la viste quebrarse cuando se dio cuenta en lo que se había convertido, no entiendes nada. Ella no quiso ser una asesina, no quería esto.
—No fue lo que vi cuando estábamos en la montaña, cuando lo ocultó de mí. Se dejó corromper, se entregó al poder de esa espada. Pero su corazón seguía siendo puro. Si ella no quisiera librarse de esto, no hubiera aceptado que la limpiara. Ahora es distinto, y justo por eso está funcionando.
—Supongo que si —respondió la duquesa de mala gana, la chica tenía un buen punto después de todo. Oh, no, no era una chica. Era una mujer sagrada de más de cien años con mucho que decir, y que al parecer les seguía ocultando.
—Sí, está funcionando —añadió Mallku.
El espíritu se irguió de pie, y caminó majestuoso como era hacia ellas. Ya parecía ser el mismo de las leyendas, aquel que Madre de la tierra amaba. Por los dioses, qué atroz y confuso era eso. Mallku era extraño, y mientras más repuesto parecía, menos rasgos varoniles veía en él. Era ambos a la vez. Hombre o mujer, lo que sea que se pudiera encontrar en aquel ser tan poderoso.
—Es mi momento también. Cenn ha superado la prueba, lo sé, lo siento. Está en mi plano, al que de verdad pertenezco, y ahora debo partir.
—¿Así? ¿Sin más? —preguntó ella. Mallku le devolvió una sonrisa que hasta la hizo enrojecer.
—Sé que me vas a extrañar, bonita, no tienes que guardarte nada. Pero no te preocupes, estaré aquí siempre. —Al seguir el rumbo de lo que su mano señalaba, vio que apuntaba a Cenn.
—¿En ella?
—Más o menos, es difícil de explicar ahora. Solo debes saber que ya no queda más tiempo. Adelthy...
—¿Sí?
La sacerdotisa se adelantó. Aún sostenía su piedra, aunque esta ya no brillaba. Sin decir nada más, el dios se inclinó despacio y puso su lanza en una de las manos de Cenneth. Y aun en su inconsciencia, sus dedos se aferraron fuerte a ella, recibiéndola con agrado.
—Sé que llegó el momento, y ya sabes lo que tienes que hacer —dijo Mallku, y Adelthy asintió. Para sorpresa de todos, la sacerdotisa se inclinó al lado de Cenn, y colocó la piedra blanca sobre ella. Thaenya respingó, Robloc se puso de pie, y Carine estaba boquiabierta.
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Cenicienta y los olvidados
FantasyCenneth es la hija legítima del conde de Nayruth, un antiguo reino caído que aún mantiene sus tradiciones. Obligada a ser parte del servicio, Cenneth encuentra refugio en la gente de su pueblo. Cuando su mejor amigo Nhesto le confiesa que fue elegid...