Lago Lovers

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A la mañana siguiente me desperté y tenía un horrible dolor de cabeza. Pensar en tener que ver a Eddie me dolía, no sabía si seguía enojado conmigo.

Pensé en hablarle a Ari pero conociéndola seguro tomaría un vuelo solo para matar a Eddie. Me di una ducha para despejarme un poco y pensar una manera de arreglar las cosas.

Estaba esperando a Eddie en su casillero para intentar hablar con él pero nunca apareció, conforme pasaba el día y él no llegaba comencé a preocuparme.

Cuando llegó la hora del almuerzo y no apareció, les pregunté a los chicos por él y me dijeron que no lo habían visto en todo el día.

Fui a buscarlo a la mesa de picnic en el bosque donde siempre iba cuando quería estar solo y tampoco estaba ahí así que tomé el auto y lo fui a buscar a su casa.

Cuando llegué no vi la van de Eddie pero Wayne iba saliendo.

—Wayne, hola.

—Hola niña.

—¿Está Eddie?

—No, necesitaba un rato a solas. Por cierto felicidades por Harvard.

—Gracias— le di una sonrisa apretada.

—¿Estás bien?

—Necesito hablar con él.

—Lo lamento, pero no sé dónde puede estar. Si quieres puedes pasar a esperarlo.

—Gracias, yo no creo que sea lo mejor. ¿Puedes decirle que lo estoy buscando?

—Claro. Dulce, está confundido, deja que piense las cosas y el ira contigo— asentí antes de entrar de nuevo en el auto.

No podía esperar a que eso pasara, necesitaba encontrarlo.

«Vamos Dulce piensa, ¿Dónde estás Eddie?»

Y lo recordé, era como si Eddie me hablara en ese momento, encendí el auto y comencé el camino hacia el Lago Lovers.

Cuando iba llegando pude ver la van. Estacione a un lado, mi cuerpo temblaba por la anticipación de todo lo que iba a pasar. Hoy se decide el futuro de los dos y aun no sabía que iba a decirle exactamente.

Lo encontré a la orilla del lago, estaba fumando un cigarrillo.

—¿Eddie?— giro un poco la cabeza pero no volteo a verme.

Cuando no dijo nada me acerqué lentamente para sentarme a su lado. Cuando me senté lleve mis rodillas al pecho para poder abrazar mis piernas para evitar seguir temblando, obviamente no funcionó.

Lágrimas silenciosas rodaban por mis mejillas sin poder detenerlas. Eddie sacó otro cigarrillo de la cajetilla dándole una calada profunda cuando lo encendió. Después de un rato de estar en silencio pensé que habría sido mejor hacerle caso a Wayne.

—¿Por qué no me dijiste?— pregunto rompiendo el silencio que había entre nosotros.

Limpie mis lágrimas y respire hondo.

—No sabía cómo— susurre.

—¿Por qué?

—Tenía miedo.

—¿De mí?

—No, no— negaba con la cabeza. —Tenía miedo de lo que iba a pasar con nosotros.

Por fin me volteo a ver desde que llegue.

—También tengo miedo— cerré los ojos con fuerza y mis sollozos se hicieron cada vez más fuertes. —Estoy muy orgulloso de ti. Sabía que lo lograrías.

Justo sobre el pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora