[Corrigiendo]
Atención.
Este es un comunicado para todos los ciudadanos residentes de este país.
Recientemente Seúl se ha visto implicado en una serie de acontecimientos desalentadores. El equipo de salubridad del gobierno y la guardia nacional de...
El pasillo era realmente oscuro y largo. Habían unas pocas lámparas de escritorio parpadeantes en el suelo, pero eran meramente inservibles, en sí, solamente servían para alimentar el ambiente terrorífico del edificio.
Sus pasos eran lentos, cuidadosos. Iban en silencio, quedándose quietos entre momentos, esperando no haber perturbado la tranquilidad de algún espectro ahí dentro. A pesar de que ya estaban armados, no podían dejar de sentirse temerosos por ello, aún así, continuaron adelante.
Pronto una luz verdosa Les alcanzó cuando doblaron una esquina. Era la luz de emergencia a falta de la electricidad pública general y pudieron darse cuenta que habían llegado a su destino cuando vieron los rastros de sangre en el suelo. Eran marcas de manos y zapatos que parecían haber sido arrastrados.
—Sigamos la sangre —sugirió Felix, recibiendo miradas confundidas—. Quiero decir, hay un juego, Outlast, se supone que la sangre es señal del camino correcto —explicó un poco cohibido por las miradas acusatorias.
—¿Estás seguro? ¿No es más bien una señal de muerte segura? —contradijo Minho, haciendo obvias sus palabras.
—Creo que Lix tiene razón —coincidió el mayor de todos—. Lee Jung-soo estaba herido cuando escribió las últimas páginas del diario, hemos visto algunas marcas de sangre en el trayecto así que seguramente es el rastro que dejó él mismo —razonó.
—De acuerdo, entonces sigamos la sangre —accedió el Lee mayor.
Sus pasos continuaron, siguiendo los rastros con mero cuidado. La entrada de un cuarto se les presentó enfrente y cuando lo vieron oportuno, los ocho se apresuraron a correr y atravesar la puerta de cristal rota.
Tal como unos lo pensaron, ahí frente a ellos estaba la sala de control, donde los sujetos de prueba se mantuvieron encerrados por tanto tiempo. Sus pieles se enchinaron y sus piernas temblaron cuando vieron los restos del desastre de aquel día en el que todo se les había escapado de las manos.
—Es la corona —señaló Jeongin, acercándose a uno de los escritorios ahí.
Todos le echaron un vistazo, incrédulos al no saber exactamente cómo es que un artefacto tan minúsculo y sin chiste había comenzado el apocalipsis del mundo. El dibujo era increíblemente detallado, claramente superior a los dibujos que anteriormente había presentado Seungmin para la explicación de su investigación, pero muchos ahí decidieron morderse la lengua y no opinar al respecto.
—¿Sede? —inquirió Han—. No entiendo nada.
—Mmmh, creo que esto se refiere a que la corona es la fuente de energía por la que Orejitas está teniendo el poder que tiene ahora —respondió, Chan, sin despegar la mirada de las hojas.
—Entonces debemos buscar la corona, romperla y luego atacar al monstruo cuando se muestre indefenso —sugirió el pecoso, tomando fotografías.
—Sí... creo que sí.
Hyunjin, por otro lado, notó la pequeña lucecita de tonalidades verde que parpadeaba muy cerca de ellos. Se acercó y distinguió un detector de energía que mostraba en la pantalla una clase de señal que lo dirigía al lado norte de su posición.
—Uh, chicos —les llamó—. Creo que esto puede llevarnos a Orejitas.
—A ver —se acercó el segundo mayor.
Minho revisó el objeto entre sus manos, presionó algunos botones y canalizó con las pequeñas palancas, acercándose a la corona y luego tarareando una afirmativa que les llamó la atención al resto.
—Hyunjinnie tiene razón, esta cosa sirve para guiarnos hasta la sede donde se encuentra la fuente principal de la energía que principalmente estaba siendo desprendida por la corona —explicó.
—¿Estamos cerca? —indagó el de mejillas prominentes.
—No, en realidad la sede de la fuente ahora está fuera de la universidad, según esto, se encuentra en los almacenes de la fabrica abandonada.
Todos se miraron mutuamente, sabiendo lo que ocurriría ahora.
—Bien, entonces vayamos allá.
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El camino al almacén fue tedioso, sin embargo, también se volvió llevadero porque ya estaban preparados para cualquier situación. Las alcantarillas se volvieron sus mejores amigas y aunque el olor era tremendo, pudieron sobrellevarlo al par de minutos cuando supieron controlar sus respiraciones y náuseas.
Desde ahí abajo pudieron escuchar los truenos escandalosos y la luz de los rayos que llegaban a iluminar su camino entre los orificios de las tapaderas. A juzgar por el volumen de los estruendos del cielo y la cercanía se los mismos, todos coincidieron en la idea de que más temprano que tarde se desataría una buena tormenta y se dejaron encantar por el brillo mágico que se desprendió del tubo de Seungmin. Fue un brillo potente y alucinante que funcionó incluso para guiar el camino por la oscuridad de alguno de los tramos del pasadizo.
Finalmente y cuando sus piernas comenzaban a acalambrarse, el aparato que llevaba Hyunjin indicó la casi llegada a su destino. Abrieron la tapadera y salieron al exterior, encontrándose con la solitaria imagen de los callejones entre almacenes de la fábrica. Se encaminaron en conjunto con Hyunjin y lo siguieron de cerca, hasta llegar a la planta de la locación.
—Una bicicleta —señaló el pecoso.
—¡Oh, woah! —señaló Changbin, golpeando el brazo del pelinaranja.
Este se giró confundido y un tanto molesto, pero se quedó completamente callado cuando vio una parte de la temible abominación detrás de uno de los almacenes altos.
—Los audífonos —indicó y todos se los colocaron sin rechistar.
Si cabeza quiso explotar cuando quiso hablar, pero se vio incapaz por la situación en la que se encontraban, sin embargo, rápidamente su foco se encendió e inició una llamada grupal en la que no era necesario quitarse su protección.
—Vamos adentro, con suerte encontramos el la sede de su energía —indicó el líder.
—¿Puedo quedarme la bicicleta? —insistió el pecoso.
—Puede servirnos —coincidió Hyunjin.
—De acuerdo, pero no vas a entrar a la fábrica con ella, ahora vamos.
Recibió el asentido por parte de todos y por fin comenzaron la caminata a la fábrica. Llenos de adrenalina y miedo, curiosos por lo que sea que vayan a encontrarse ahí dentro.
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