43. Sabés...

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— ¡Mal! ¡Abrime! — Golpeó la puerta con voz alta, apreté los ojos y rogué que nadie estuviera cerca para escucharlo. 

— ¡No, andate Emi! —continuó gritando como un loco, no lo dejé que continuara con los golpes cuando le abrí la puerta poniendo un  brazo para que no ingrese dentro de la habitación— ¿Podés dejar de golpear como un loquito? Basta Emiliano.

— Y si me cerrás la puerta en la cara cómo querés que me ponga. —entró a mi cuarto sin esfuerzo, bufé porque ya no podía sacarlo, entonces cerré la puerta trás de mí mientras que veía que observaba la habitación— ¿Ahora podemos hablar como gente adulta? 

— No, no podemos. ¿Te podés ir? —la molestia de mi voz se hizo notar, quería estar lo más lejos posible de él. Se acercó de la nada y puso sus manos en mi cintura acercando su rostro con el mío, sentía su respiración agitada mientras veía lo besables que tenía los labios, el tamboreo del corazón se hizo escuchar aún más mientra me perdía en sus ojos color café. 

Su mirada me recordaba a esos momentos mágicos que habíamos compartido juntos, las conversaciones secretas bajo las estrellas y los susurros de amor en medio de la noche. Pero también me recordaba el dolor que habíamos experimentado, las promesas rotas y las lágrimas derramadas.

¡Qué hacés Mal, alejate de él! Su boca se acercó a la mía con lentitud y yo moría por probarlo de nuevo.

—No podemos seguir así, Emi —susurré, tratando de mantener la firmeza en mi voz a pesar de la tentación que él representaba para mi.

—Ya sé, Mal —respondió con voz apagada—. Pero no puedo evitarlo. 

Sus palabras resonaron en mi interior, haciendo que mi corazón se debatiera entre el deseo y la razón. Sabía que debía alejarme, que nuestro amor era complicado y doloroso, pero en ese momento, con sus brazos aferrados a mí cintura, todo parecía desvanecerse. Ya no estábamos hablado de lo que pasó con Sabrina, ni de la pelea, siempre se trató de nosotros. 

Cerré los ojos un instante, luchando contra la atracción que sentía hacia él. — No puede estar pasando... Emi, por favor... Todo esto que nos pasa y no nos tiene que pasar, está mal.

Acarició mi mejilla con ternura, como si quisiera borrar todos los malentendidos y las heridas del pasado. Su contacto era como una caricia en mi corazón, y era difícil resistirse.

— ¿Qué nos pasa? No nos pasa nada...—no quería alejarse de mi, entonces tuve que ser yo la que cortara con esa unión. ¡Y cuánto dolió hacerlo!

— No te hagas el tonto Emi.

—A lo mejor —tocó mis brazos y los apretujó con suavidad—...Los dos nos estamos haciendo los tontos.

Lo miré fijamente porque cada vez que lo veía, era otra realidad, otro mundo y mi universo entero. Negué—Vos tenés con quien no hacerse el tonto. Por eso te tenés que olvidar esto que nos pasa.

—¿Que es lo que nos pasa?— tocó mi mentón e hizo que lo mirara. No quería decirlo, no quería decir aquella palabra que nos habíamos confesado porque iba a llorar de nuevo.

— No me lo hagas decir...

—¿Lo digo yo?

— No, no lo digas.

—Si, lo digo yo.

—No, no lo digas por favor. —tapé su boca con mi mano. Mis ojos se cristalizaron, sentí su cuerpo tan cerca y a la vez tan lejos

—¿Qué sentís acá? —preguntó llevando mi mano que cubría su boca hacia su corazón.—¿Lo sentís? ¿Sentís lo que me pasa? ¿Sentís como está? ¿Sentís lo que siento? Eso es lo que me pasa con vos. —confesó —Con Mandinha ya n...

𝔘𝔫 𝔪𝔢𝔰 𝔪á𝔰. (''𝔇𝔦𝔟𝔲'' 𝔐𝔞𝔯𝔱í𝔫𝔢𝔷) 𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐀𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora