𝔘𝔫 𝔪𝔢𝔰 𝔪á𝔰. (''𝔇𝔦𝔟𝔲'' 𝔐𝔞𝔯𝔱í𝔫𝔢𝔷) 𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐀𝐃𝐀

45. Emociones.

La sonrisa que seguramente tenía en mi boca no me la sacaba nadie, ni siquiera el arquero que festejaba con su familia en el otro lado del complejo, o la imagen del jugador defensivo abrazando a su novia de una manera tan dolorosa. 

Todos eran felices, incluso yo. La adrenalina, la emoción de ese momento y saber que estábamos en la final del mundo, de saber que pasamos y ahora peleabamos el puesto contra otro equipo para ganar algo que llevamos esperando hace 36 años, era inimaginable pero tan finitamente posible justo ahora. 

Argentina llega a otra final. Era lo que queríamos, lo que se soñó desde el inicio y no podía ser más perfecto. 

Ya casi, estaba ahí enfrente, solo faltaba un solo escalón, uno solito y podíamos levantar esa copa y ser felices para siempre. 

— ¡No puedo creerlo!— Abracé a todos, sean familiares de los jugadores, sean personas desconocidas, abracé a quien porte la celeste y blanca, y lloré con ellos, reí con ellos hasta el final. 

Todos éramos parte de este momento histórico, y yo quería compartirlo con cada uno de esa gente que nos apoyó siempre. Los abrazos se volvieron un gesto de unidad entre nosotros y alegría compartida, mientras que las risas resonaban a lo largo del comedor recordábamos las jugadas destacadas del partido y nos llenábamos de esperanza para la gran final.

De la nada, Scaloni pidió silencio y sus jugadores obedecieron, todos en el comedor lo vimos hablar, el ritual era el mismo, solo que esta vez, nuestro DT quiso decir unas palabras emotivas frente a todos nosotros.

— ¡Quiero brindar por haber llegado tan lejos muchachos! —habló Scaloni, casi nunca daba discursos porque todos sabíamos que era un hombre sensible y lleno de emociones, que si las expresaba, no podía pararlas— También por cada uno de ustedes, que puso todo de sí para poder llegar hasta este momento histórico... Es una locura lo que estamos viviendo y uno nunca piensa cuán lejos puede llegar hasta que se encuentra ahí, al borde del camino, a punto de cruzar la calle para poder finalmente ir a casa.

Lo miré y mi sonrisa permanecía ahí, intacta, no iba a dejar que miradas interfirieran en mi felicidad. Él continuó hablando.—... Bueno, no la quiero hacer larga y espero que estén grabando porque es la primera y última vez que voy a decir esto... —reímos, efectivamente todo esto estaba siendo grabado— Este equipo, este grupo de pibes excepcionales que tengo el privilegio de entrenar, no es solo un equipo para mí... Son mi familia. A lo largo de estos dos años, vi y me dí cuenta cómo crecieron no sólo como jugadores, sino como individuos. Los vi trabajar duro, con pasión y con el espíritu de  un equipo que todos necesitamos hacía muchísimos años, demostraron en cada entrenamiento y en cada partido que están donde tienen que estar. Y hoy, que ganamos semifinales, logramos algo tan lindo y hermoso entre nosotros.

Las lágrimas empezaron a brotar en los ojos de algunos jugadores y en los de los familiares presentes, para qué negarlo, a mi también se me cayeron unas cuantas gotas. El entrenador continuó, su voz cargada de emoción y gratitud. 

—Quiero que sepan que este logro no es solo mío, sino de cada uno de ustedes. Cada sacrificio que hicieron, cada desafío que superaron, todos nos lleva a acá. No importa lo que suceda en la final, quiero que recuerden este viaje y esta unión que creamos. Recuerden lo que somos: una familia unida por el amor al fútbol y el respeto mutuo. Independientemente del resultado, siempre serán campeones en mi corazón muchachos.

Y con eso último no sabía si llorar o reír, así que todos hicimos la de llorar y reír por lo bajo. Nunca lo había escuchado dar un discurso tan sensible y conmovedor desde que llegué, pero me encantó verlo desde esa perspectiva, podía ver como pensaba y cómo es que en dos años que dirigía a este equipo, ya había alcanzado tantos logros.