Capítulo 5

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En la gran mansión antes de ir a la empresa; Wendy decoró toda la casa con muebles nuevos que pidió en línea aunque no podía dejar que una persona sepa de su existencia en la vida de Robert, no le importó porque los trabajadores no iban a preguntarle qué hacía en la casa, ellos solamente hicieron su trabajo y se fueron después de acomodar los muebles en los lugares que ella indicó.

 Wendy estaba muy emocionada porque podía hacer lo que sea con la casa. Acomodó todas las cosas muy diferente a como estaban antes, puso un florero en el centro de la mesa del comedor (casi en toda la casa) para que le diera más alegría.

Iba a hacer una llamada para pedir sábanas nuevas pero al ver a un señor llegar a la casa le sorprendió mucho al ver que era el jardinero, por lo menos había una persona más en la casa y eso la puso feliz que de inmediato corrió hacia él.

—¿Usted trabaja aquí? —interrogó.

—Sí, ¿usted quién es? —trataba de reconocerla.

—Ah, mucho gusto me llamo Wendy, soy la nueva señora de la casa —se presentó muy emocionada—. Cuando estuve aquí antes, observé que habían muchas personas trabajando aquí, ¿usted las conocía?

—Sí, claro que las conocía. El señor despidió a todos y sólo quedé yo.

—¿Podría buscarlos? Quiero que los busque de nuevo, por favor. Llévese al chófer para pedirles que trabajen de nuevo aquí —le pidió, emocionada.

—Con gusto lo hago —sonrió—, pero ya no hay chófer en la casa, el señor despidió a todos.

—No se preocupe, encontré al chófer que trabajaba aquí. Vino a pedirle de favor a Robert que le devolviera el trabajo, pero como él no estaba lo contraté yo —estaba entusiasmada en ese momento.

Un momento más tarde se le vino a la cabeza que debía hacer una lonchera para Robert y así le daría una gran sorpresa; así que como no podía salir de la casa y tenía que conseguir ingredientes para empezar a prepararlo, el jardinero le hizo el favor de ir por los ingredientes. Minutos después de que llegó el señor con lo que pidió, empezó a preparar algo sencillo. No sabía mucho de comida y afirmó que debería aprender para que Robert fuera feliz con su sazón, así que por ahora puso todo su esfuerzo en hacer lo mejor posible.

Estaba muy emocionada como si fuera una esposa que no ha visto a su marido en varios días; no sentía nada por él pero estaba entusiasmada al ser la señora de una casa tan grande, un marido guapo y millonario, era como un sueño que ella no quería perder. Iba a hacer todo para que funcionara durante un año (era sí o sí) no podía retractarse de lo que firmó por lo que obligatoriamente tendría que cumplir y aceptar ser la mujer que sólo tendrá que obedecer la orden y hacer lo que se le pide sin contradecir ninguna palabra. Se convirtió en la prisionera del contrato que firmó.

Al terminar de hacer la lonchera salió afuera donde estaba el chófer, el señor Jaime.

—¿Podrías llevarme a la empresa de Robert?

—Claro que sí, señora. ¿Puedo saber para que va? —Jaime estaba muy sonriente.

—Le hice una lonchera y quiero llevárselo —le contó. Le mostró también la lonchera.

—El señor se pondrá muy feliz por eso… lamento mucho haberle preguntado, no era de incumbencia —se disculpó.

—No tienes por qué disculparte, puedes saber a dónde voy, además tú vas a llevarme así que es lo mínimo que puedo hacer —su sonrisa se amplió.

El chófer le abre la puerta de la camioneta y se sube. Cuando Jaime arrancó ella suspiró imaginándose que al llegar Robert se llevaría una sorpresa y se emocionaría al verla, no podía con la emoción que era más grande que su necesidad, en ese momento no pensó en el dinero, sólo en él.

Adiós tristeza y hola felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora