Capítulo 3

117 15 1
                                    

Wendy al ver a Britney supo que ella tenía muchísimo dinero que ofrecer y también al saber que era la esposa de Robert el presidente de una gran empresa, se podía notar que eran de buena familia pero no los conocía en ese entonces, así que pensaba en dos cosas:

¿Estaría bien aceptar el trabajo? Tal vez quieren venderme”.

Las cosas no eran muy claras en su cabeza por lo que no sabía que contestar en ese instante cuando Britney esperaba una respuesta.

Wendy estaba desesperada por el trabajo y tenía que conseguir uno donde sea y de lo que sea, dinero ya no le quedaba.

—Sí, soy virgen —respondió Wendy sintiendo una gran incomodidad.

—Que mal. Te daré una oportunidad. Puedes ir a hacer el amor con el hombre de tu vida y después me avisas, necesito que pierdas tu virginidad con alguien que ames, me imagino que quieres que tu primera vez sea importante.

—No amo a nadie, no he tenido tiempo para eso… no he tenido novio nunca y no me importa perderlo.

—Perfecto, te daré trabajo pero antes ven mañana a mi casa a visitarme —Britney tomó de su bolso una tarjeta y se la da a Wendy.

Ella lo acepta porque estaba decidida hacer lo que sea para conseguir trabajo, si no lo hacía podría morir del hambre o quizá eso es muy exagerado pero ella lo pensaba así. Britney se despide y se retira.

La noche llegó unas horas después. Robert y su querida esposa planearon estar juntos sin que nada los moleste, querían estar solos como solían hacerlo antes, cuando todo era perfecto y tenían tiempo de sobra para estar juntos y no se preocupaban por nada.

Estaban en la sala viendo una película de acción ya que ella no quería ver nada romántico o triste, sería demasiado difícil y no quería seguir sufriendo al imaginar lo de su enfermedad o por lo menos no por ahora, sólo se quería enfocar en estar bien porque no quería que su marido sufra al mismo tiempo con ella, aunque en más de una ocasión se ha sentido mal trataba de parecer estar bien para no arruinar la sonrisa de su marido.

—Robert, tengo una pregunta que hacerte —dijo ella repentinamente.

—¿Qué pasa? —preguntó.

Britney quedó en silencio antes de hablar.

—¿Tú amarías a otra mujer si yo te lo pido? —tragó saliva por los nervios.

—¿Qué dices? —frunció el ceño, confundido.

—Sólo quiero que me contestes.

—No, ¿por qué dices eso? —Robert se levanta del sofá— la mujer de la que me enamoré y con la que me casé es contigo y lo estaré hasta el último día de nuestras vidas —aclaró, molesto.

—Cuando yo ya no esté, quiero decir… cuando yo ya me haya ido, ¿qué será de tu vida? —la tristeza cubrió su rostro. Se levanta también del sofá.

—Te elegí a ti porque te amo, en caso de que no estés te seguiré amando, viviré con nuestro recuerdo y tú no te vas a morir ¡Deja de decirlo!

—No tienes que ser así, prométeme que cuando yo ya no esté, serás feliz con alguien más, con quien tú elijas. Júramelo —exigió.

—¡Qué te sucede! ¿Te estás escuchando? —se pone furioso.

—¡Sólo quiero que seas feliz!

—¡Ya basta, Britney! ¡Parece que no me amas! ¿Por qué mencionas a otra mujer?

—¡Te conozco y sé que no querrás a nadie más cuando yo ya no esté por eso quiero que me lo jures!

—¿Podrías dejar de usar la palabra "cuando yo ya no esté"? No entiendo por qué me dices que sea feliz.

Adiós tristeza y hola felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora