Capítulo 1

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“La boda”

La noche fría cayó tan pronto que a nadie le disgustaría tener que dormir; el cielo nebuloso realizaba su trabajo en no dejar ninguna claridad por todo el orfanato. El estruendo era cada vez más insoportable cerciorando a todos que la llovizna no tarda en caer.

Todos los chicos, niños y niñas cerraron sus ventanas en esto los guardias de seguridad se paseaban afuera cuidando que nadie salga de sus dormitorios aunque sólo por una distracción de segundos una chica joven tuvo éxito en escapar sigilosamente por la ventana siendo esta la tercera vez y pensarán que era alguien rebelde sin ser así siendo su único propósito acudir a la biblioteca queriendo terminar uno de sus libros.

Tres chicos se acercaron a los guardias de seguridad con cierta mirada de superioridad.

—Déjanos pasar —pidió uno de estos que era el mayor de todos (Anthony).

—No pueden entrar en el dormitorio de las chicas —el guardia procuró mantener calma—. Es hora de que se retiren.

Dos ríen al unísono de forma burlesco de que un guardia se atreviera a negarles esa entrada teniendo en cuenta que eran hijos de la dueña del orfanato.

—¿Quieres tener problemas? —indagó, el segundo de ellos.

—Su madre…

—Mi madre lo echará a la calle si se entera de esto y pasarás nuevamente recogiendo comida en la basura —amplió sus labios en una sonrisa mismo tiempo que lo apartó de la puerta.

Los tres entraron encendiendo la luz y todas las chicas dormían profundamente sin posibilidad de abrir los ojos por el ruido de los zapatos de los chicos aunque ellas no eran su objetivo.

Encaminaron a una cama donde se encontraba una persona dormida y sus sonrisas no tardaron en aparecer cuando dos de ellos a la par tomaron la manta enviándola al suelo instante exacto dónde su sonrisas se esfumaron al percatarse que no era una persona sino más bien cuatro almohadas en línea.

—¿Dónde se metió? —el segundo hermano tiró las almohadas al suelo en un ataque de ira.

—Tranquilo, Nathan —el mayor contempló su entorno— esa chica sólo visita cierto lugar.

—Dejémosla en paz, ella no ha hecho nada —el tercero más joven que ellos hablaba con cierto tono asustadizo— y madre nos castigara.

—A ti es al que reprenderá te imaginarás los porqués, siempre mostrando tu cobardía, Dylan —con su puño lo hizo retroceder.

—Está en la biblioteca —afirmó, haciendo la señal con los dedos de que sus hermanos lo sigan.

La lluvia al parecer no caería en estos momentos aunque los truenos siguen sin parar; era satisfactorio y celestial para los oídos de la chica que se encuentra en la biblioteca leyendo su libro tan emocionada con las pompas en el frío piso, la espalda pegada a gran estante y las piernas cruzadas: el clima perfecto para la lectura.

Era gracioso los diálogos que delataban la tierna manera de ampliar los labios de la chica. El chillido de la puerta la hace sobresaltar y abandonar el libro en su sitio, nadie tendría que entrar allí a esa hora más siendo tan tarde. Se puso de pie alisando su falda escolar de tablas asimismo la camiseta que se le pega al cuerpo.

Sonrió levemente en espera de las personas que se acercan no obstante esa sonrisa desvaneció al notar que no se trataba de los de seguridad sino de los hijos de la señora Esther dueña del orfanato y sus… acosadores.

No serviría de nada incluso de esa manera se afanó por saltar por la ventana sin lograrlo cuando Nathan y Anthony atraparon sus tobillos devolviéndola a su lugar dejando su espalda contra la pared.

Adiós tristeza y hola felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora