Capítulo 8

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Desde que tuvieron esa discusión esa vez, no han vuelto a intercambiar media palabra. Robert iba más temprano al trabajo para no verla y cuando regresaba ella no salía de su cuarto. Ninguno se molestaba en arreglar ese asunto.

Una parte de Wendy le decía que hablara con él pero otra parte le decía que no debía y eso estaba volviéndola loca. No sabía que hacer. Puede que se vuelvan a en contentar otra vez pero tarde o temprano él se comportaría de nuevo de esa manera, la chica no quería sentirse como si fuera la peor de las mujeres.

Él no sabía de por qué su actitud con ella, trataba de ser amable pero siempre termina molesto, nunca termina bien y todo era porque siempre había una voz en su cabeza que le repetía que su esposa no confío nunca en su amor y por eso tomó la decisión de escoger a alguien por él porque sabía que se iba a enamorar tarde o temprano de alguien más y Wendy fue la mejor decisión porque de ella, él jamás se enamoraría.

Pasaron dos meses de sólo silencio en toda la mansión. Nada estaba bien, las cosas no han mejorado, ambos no se dirigieron media palabra y cuando se cruzaban por accidente actuaban como si fuera dos desconocidos.

El día de hoy la pelinegra estaba en su salón de clases, la maestra le había entregado sus exámenes y su calificación no fue la mejor, era la más baja de todos.

—¿Cuál fue tu calificación? —le preguntó a una compañera que estaba cerca y comprobó que las respuestas que tenía eran correctas.

Miró a la maestra porque sabía que ella lo había hecho al propósito. Todas sus respuestas eran las mismas que la de su compañera pero su calificación fue muy diferente y lo peor de todo es que no podía hacer nada, era demasiado el odio y el coraje que tenía pero no debía hacer nada.

Esa tarde volvió a casa sin poder dejar de pensar en lo miserable que era su vida quizá nunca mejoraría. Estaba por abrir la puerta y entonces llegó el abogado.

—¿Seguirás ignorándolo? —le preguntó con el rostro serio. Ella no contestó— actúas como si fueras la gran cosa, Wendy. Haces lo que se te da la gana, lo ignoras, le gritas… ¿cuántas reglas rompiste?

—Que hago lo que se me da la gana, ¿eso dice? —soltó una risa sarcástica—. Todo este tiempo me ha estado prohibiendo la mayoría de las cosas que hace una persona normal… ni siquiera puedo salir afuera.

—Seguiré prohibiéndote cosas si sigues así. Porque te lo mereces, no has cumplido nada bien con lo que debes.

Wendy empezó a llorar.

—Estoy soportando mucho —hace una pausa—… juró que intento hacer lo mejor que puedo y no quiero acercarme a él por miedo, tengo miedo de que me lastime. ¿Lo ha visto furioso?

—Si te lastima, ¿qué? ¿no crees que está en todo su derecho? Tienes hasta esta tarde para arreglar las cosas y no es pregunta, es una orden. No te hagas la víctima que todo esto es lo que mereces, tu lo empezaste.

—Sólo quiero ser yo misma. Conquistarlo a mi manera, quiero ser libre sin reglas, no voy a hacerle daño, sólo lo haré feliz. Cancele el contrato, confíe en mí.

—Ahora eso no es posible. Debes saber que esto tú misma lo provocaste.

—¿Qué yo provoqué? —se limpia las lágrimas— ojalá nunca tenga una hija porque le juro que ella sufrirá el doble que yo y deseará no haber nacido —dijo con valentía.

Iba entrar a la casa pero el abogado la tomó del brazo empujándola contra la pared con mucha fuerza y se alejó.

—¿Qué quisiste decir con eso? —se pone furioso.

—Que ojalá tu hija no se tope conmigo cuando el contrato termine porque le juro que usaré esas mismas palabras que usted me dijo… “No te hagas la víctima que todo esto es lo que mereces, tu lo empezaste”

Adiós tristeza y hola felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora