Capítulo 7

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***

Robert estaba a punto de ir al trabajo como todos los días; se iba a poner la corbata para terminar mientras Wendy estaba en su cuarto poniéndose labial en los labios.

Antes de que aquel se fuera tenía que ir a verlo, se puso una blusa y una minifalda; al terminar de ponerse el labial encaminó a la recámara, al abrir la puerta lo ve terminando de ponerse la corbata.

—¿Por qué no tocas la puerta? —dejó la corbata a medias.

—Lo siento —se disculpó—, me imagino que ya vas al trabajo.

Se acercó a él con esa sonrisa que tiene todos los días en los labios.

—¿Qué quieres?

—No vayas. Por favor, no vayas a trabajar hoy —le pidió con una voz dulce.

—Tú no me vas a decir que hacer —aseguró—. Te he dicho que no quiero que me molestes. Si vas a quedarte entonces no me dirijas media palabra.

Wendy se acercó a él mirándolo a los ojos, sus ojos estaban brillando en ese momento. Puso una mano sobre el hombro de Robert y la otra en la nuca. Sus rostros estaban muy cerca pero él no se apartaba, miraba los labios de Wendy.

—Dijiste que podías llegar a tu empresa a la hora que quisieras —susurró mirándolo.

—Aléjate —masculló.

—Quédate conmigo hoy —susurró de nuevo ladeando la cabeza, acercando un poco más sus labios con la de él pero sin tocarse—, sólo está vez.

—Tengo trabajos pendientes y es más importante que otra cosa —aclaró.

—La empresa es tuya pero veo que no puedes, me decepciona —sonríe.

—¿Yo, decepcionarte? —se ríe— ya veo que lo estás, ¿me puedes decir por qué debería importarme que lo estés? No significas nada para mí y lo que pienses no me importa.

Wendy acercó sus labios en la oreja de Robert.

—Por favor, no te vayas —susurró.

Robert tragó saliva. Ella volvió a mirarlo a los ojos, con esos mismos que bajaron a los labios.

—Que me quedé, no cambia nada —aclaró. La tomó de la cintura pegando sus labios con las de ella de una vez.

Puso el rostro de Wendy entre sus manos para poder profundizar el beso, sólo estaban disfrutándolo sin pensar en nada y tampoco querían hacerlo. Robert no podía dejar de besarla sin saber por qué, no la soportaba pero cuando ella se acerca no podía rechazarla aunque quisiera, su cuerpo la deseaba; Wendy lo tomó de la mano y lo llevó hasta el sofá donde al llegar lo empuja y antes de que lo hiciera, él la tomó de la mano rápidamente obligándola a que se siente en su regazo y así seguir besándola. Un beso muy ardiente que se podía oír el sonido que hacia su labios debido a los roces. Le acariciaba las piernas con suavidad.

Wendy detuvo el beso.

—¿Puedo quedarme, ahora? —debía pedir permiso antes.

Cómo si fuera respuesta Robert la tomó de la nuca para unir sus labios con ella de nuevo.

Momento después estaban desnudos haciéndolo en el sofá, él estaba entre sus piernas moviéndose lentamente sin despegar los labios.

[…]

Estaban terminando de vestirse. Robert se acomoda en el sofá mirándola, viendo como ella estaba terminando de ponerse la blusa. Entonces recordó aquella frase que su madre le había mencionado, justo ayer en la noche:

Adiós tristeza y hola felicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora