20.- No otra vez

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Kirishima llegó corriendo a la residencia de la familia Bakugo y, tras el primer timbrazo, Mitsuki le abrió, sorprendida de verlo ahí. Y más, al verlo empapado de sudor, llevando su traje de héroe.

-Eijirou-kun… no sabía que vendrías.– comentó la mujer sin salir de su asombro.

-¿E-Está Bakugo?– preguntó el pelirrojo, jadeando. –D-Digo… Katsuki.– se corrigió. Mitsuki rió.

-No, mandé a Katsuki a hacer unas compras.– explicó Mitsuki, sonriente. –Si gustas, puedes pasar y esperarlo, no debería tardar.– comentó.

Kirishima asintió y siguió a la mujer al interior de la casa. Se sentó en la sala, donde solía esperar siempre al Bakugo menor. Mitsuki se perdió en la cocina y, a los pocos segundos, apareció con un vaso de agua.

-Toma, pareces necesitarlo.– sonrió Mitsuki.

-G-Gracias…– susurró Kirishima, tomando el vaso y bebiendo el contenido casi de un trago.

-¿Viniste a arreglar las cosas con Katsuki?– preguntó Mitsuki, sin rodeos, haciendo que el pelirrojo tosiera algo del agua que bebía.

-Yo… pues…– dudó, mirando el vaso vacío en sus manos. No estaba seguro de porqué había ido, en realidad.

Quería arreglar las cosas con Katsuki, sí. Pero ¿cómo iba a confirmar que alguien había entrado al departamento el día del incendio, si él no recordaba nada?

-… haré el intento.– sonrió Kirishima.

-Lo sé. Siempre lo haces.– comentó Mitsuki, perdida en sus pensamientos. Ella siempre había visto las discusiones de aquellos dos y, también, había sido testigo de sus reconciliaciones.

Y sabía que ninguno podía estar mucho tiempo enfadado con el otro.

Eran… como Masaru y ella. Tan opuestos y compatibles que era imposible estar sin el otro.

Bakugo forcejeó, tratando de apartar al chico rubio que no paraba de besar su cuello con lujuria. Soltó una explosión tras otra, pero sus manos permanecían esposadas al cabecero de la cama y ni sus explosiones parecían ayudarle en aquella situación. ¡Era incluso peor que cuando fue secuestrado por la Liga! Ellos, al menos, no lo tocaban sin su consentimiento.

Los besos se detuvieron un segundo, dejando los ojos azules de aquel chico fijos sobre él.

-Voy a matarte, cabrón…– gruñó Bakugo, frunciendo el ceño con rabia. El otro sonrió.

-No lo creo. Primero tendrás que liberarte.– comentó con diversión. –Y no creo que te sea fácil.– agregó.

El rubio tomó a Bakugo por el rostro y le plantó un beso en los labios, demasiado salvaje y pasional, metiendo su lengua en la boca del otro. Bakugo pataleó con más ganas, pero al ver que no funcionaba, decidió usar su plan B. ¡Y lo mordió!

Su captor se apartó de él, aullando de dolor, viendo cómo pequeños hilitos de sangre escurrían de su lengua decorada ahora con una marca de mordedura.

-¿Qué pasa? Creí que te gustaban las mordidas.– se burló Bakugo con arrogancia.

Pero el puñetazo en su rostro cortó todo gesto de burla que pudiera tener.

-Vas a pagarme muy cara esta, Dynamight…– gruñó el chico, sujetando a Bakugo del cabello, obligándolo a levantar la cabeza.

Bakugo tembló, asustado, al escuchar como aquel chico se bajaba la bragueta del pantalón. Y su mente solo repetía el nombre de Kirishima, rezando para que fuese a rescatarlo.

-Qué raro… Katsuki no suele tardar haciendo las compras.– comentó Mitsuki, extrañada, mirando con impaciencia el reloj de la pared en la pequeña sala de estar.

Kirishima se preocupó. Ciertamente, cuando salían a comprar, Bakugo siempre parecía llevar prisa y, si olvidaba alguna cosa de la lista, volvía a la tienda hecho una fiera. Y ni hablar de cuando Kirishima estaba enfermo y le pedía ir de compras…

-Mitsuki-san, si quiere… puedo ir a ver porqué Katsuki tarda tanto.– comentó el pelirrojo, ya impaciente.

-Debería estar en el mini super de aquí cerca.– informó Mitsuki, antes de que el pelirrojo asistiera y saliera de la casa dando grandes zancadas.

Su paso se aceleraba más a cada segundo, sintiendo su corazón bombeando sangre de manera apresurada. ¡Estaba angustiado! Prefirió no demostrarlo frente a Mitsuki, pero ya fuera de su vista no dejaba de sentirse más y más preocupado.

Hasta que…

… unas bolsas de compras tiradas en medio de la calle llamaron su atención. ¡No podía ser nada bueno! Se acercó, corriendo, revisando el contenido hasta dar con una lista con la perfecta caligrafía de Mitsuki.

El cenizo no era de los que dejaban las cosas tiradas en medio de la calle, a menos que… algo sucediera.

-Joder… no otra vez…– exclamó Kirishima, rodando los ojos con molestia.

Sacó su teléfono lo más rápido que pudo y marcó el número de las personas a las que tanto había evitado la última semana.

-¿Kirishima? Vaya, bro… qué milagro.– sonrió Kaminari al atender el teléfono, aunque de fondo escuchó el gruñido que emitió Mina al escuchar su nombre.

-¡Bakugo fue secuestrado otra vez!¡Los necesito YA!

Sin dudas aquel no había sido el saludo que esperaba el rubio eléctrico, pero tampoco iba a ponerse a discutir. ¡No era momento! Y eso hasta él lo sabía.

-¿Dónde nos reunimos?– preguntó Kaminari, serio como pocas veces.

-¡En la agencia de Fat Gum!

Lloraba…

… y temblaba, con impotencia, hecho un ovillo en la cama. ¡Aquel tipo había estado a punto de violarlo! Si no hubiera sido porque consiguió asestarle una patada certera en la entrepierna…

… seguramente no se habría librado de aquel destino.

«¡Joder! Kirishima, Deku o quién carajos sea, ¡pero que mueva el jodido culo de una vez!» pensó Bakugo, tratando de parar las lágrimas que brotaban sin control por sus mejillas.

Omoidasenai -思い出せない-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora