17.- Marca

351 34 1
                                    

-¡No voy a quedarme aquí!¡Llévame a casa!– exclamó Bakugo, cruzado de brazos, haciendo un mohín digno de un niño pequeño.

-Katsuki, esta ES tu casa.– suspiró Kirishima, contando mentalmente para armarse de paciencia. Siempre era lo mismo.

-¡Pues vamos a otro sitio entonces!– ordenó, pateando el tablero del coche que Fat Gum le había prestado a Kirishima para llevarlo.

-¡Por Dios, Katsuki!¡Dame una sola razón válida de porqué no puedes quedarte con tus padres un tiempo!

Bakugo chasqueó la lengua y se encogió más en el asiento del copiloto, sin emitir palabra alguna. Kirishima suspiró, frotándose los ojos con una mano para luego mirar a su novio.

-Katsu… solo serán unos días, ¿si?– aseguró Kirishima, sonriendo amable. –Veré si encuentro otro departamento y nos mudaremos, ¿te parece?

Bakugo seguía sin mirarlo, pateando el tablero del coche en un berrinche. Kirishima suspiró y lo tomó de los hombros, haciendo que el cenizo soltara un quejido por lo bajo.

-¡Katsu, ¿estás bien?!– preguntó Kirishima, preocupado.

-Sí… creo que algo me picó, es todo.– habló Bakugo, tocando su adolorido hombro.

-Déjame ver.

Bakugo se dejó hacer. Kirishima le bajó la camisa que llevaba, en la zona del hombro, dejando ver una marca rojiza grabada sobre la pálida piel del rubio explosivo. ¡Parecía una mordedura!

-Pero, ¿qué…?¡¿Qué te pasó, Katsuki?!– los ojos de Kirishima iban de aquella marca a los ojos de su novio que, por alguna razón, parecían tan confundidos como él.

-¡¿Y qué mierdas sé?!– espetó Bakugo. –¡Quizás el otro día me mordiste muy fuerte!¡Esos dientes tuyos no son nada sutiles, ¿sabes?!

-¡¿"El otro día"…?!– repitió el pelirrojo con incredulidad, obligándose a mantener la calma. –Katsuki…– lo llamó, despacio. –… desde el accidente no te he tocado por miedo a la reacción que podrías tener al no recordar nada… ¡¿y ahora me acusas de haberte mordido?!– cuestionó, alzando la voz.

Bakugo se encogió en su sitio, asustado. Aquellos ojos rojos que, momentos atrás lo veían con preocupación y profunda devoción, ahora parecían fuego que lo abrasaba con furia.

-Katsuki… bájate del coche, por favor.– pidió Kirishima, apartando la mirada del cenizo para cerrar los ojos y apretar, de sobremanera, el pobre volante. –Necesito… espacio.– agregó con difícultad.

Bakugo tembló antes de obedecer y salir del coche. Apenas estuvo fuera, el coche arrancó a toda velocidad hasta perderse en la distancia. Bakugo permaneció ahí, inmóvil, hasta que una voz a su espalda llamó su atención.

-¿Katsuki?– se giró, encontrándose con su padre cargando varias bolsas de compra. –¿Ese era Eijirou-kun?¿Qué pasó?

Bakugo abrió la boca, pero solo un sollozo logró escapar de sus labios antes de convertirse en un llanto a viva voz. Los brazos de Masaru se cerraron a alrededor del cuerpo de su hijo, en un cálido abrazo.

-Shh, tranquilo. Ven adentro y cálmate un poco, ¿si?

La carretera ante él lucía borrosa debido a las lágrimas de rabia que caían por sus mejillas de forma descontrolada. Su mente le pedía tranquilizarse, repitiendo lo peligroso que era conducir en esas condiciones…

… pero su corazón dolía demasiado con la idea de que Bakugo, la persona a la que más amaba en el mundo, lo engañaba con alguien más.

¡No! Se rehusaba a creerlo. Debía ser un malentendido, pero ¿por qué le había mentido entonces?

Se estacionó frente a la agencia de Fat Gum y, con un último esfuerzo por serenar sus pensamientos, apagó el coche, limpió su rostro y, con un profundo respiro, salió.

Curiosamente Tamaki lo esperaba, cabizbajo, como si supiera que aquella sonrisa que mostraba el pelirrojo… era falsa.

-¿Tamaki-sempai…?– lo llamó Kirishima al reparar en la presencia del otro.

-¿Por qué llorabas, Eijirou?– cuestionó Tamaki, serio, sin verle a la cara.

-¿Llorar?– repitió riendo. –No sé de qué hablas, yo…

Las palabras murieron en la garganta de Kirishima cuando los ojos de Tamaki se clavaron en él, con enojo. Y Kirishima desvió la mirada, incapaz de soportar aquella mirada de reproche.

-Me peleé con Katsuki…– admitió el pelirrojo, cabizbajo. –Él… tenía una marca de mordedura en el hombro y… yo no…– se calló.

-No lo hiciste.– concluyó Tamaki, pensativo. Kirishima asintió despacio, apretando los puños.

-Creí que estábamos bien… no entiendo por qué me engañó, sempai…– susurró Kirishima con un hilo de voz.

-No lo sabes.

-¡Vi la marca que alguien más dejó sobre él!¡¿Qué más evidencia necesito?!– exclamó Kirishima, mientras las lágrimas caían por sus ojos sin reparo.

-No puedes afirmar que te engañó.– dijo el peli-morado, serio.

Kirishima sonrió con ironía, secándose de forma brusca las lágrimas del rostro, pasando junto a Tamaki para entrar en la agencia. Solo escuchó a su sempai llamarlo varias veces, pero lo ignoró.

E hizo lo mismo con Fat Gum al pasar junto a él.

No tenía ánimos para razonar con nadie…

… solo deseaba ir a patrullar y, con suerte, desquitar su frustración con algún delincuente.

❤️💥❤️

Me torturé yo mismo escribiendo este capítulo, ¡pero debía hacerse! Lo siento, Kiribebé :'c

Si les gustó, recuerden dejarle una ⭐ y comentar qué les pareció.

Omoidasenai -思い出せない-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora