Capítulo 4

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En completa soledad, Adam intentaba calmar sus emociones, esas que habían estado a flor de piel durante todo el día, y que le habían quebrado como nunca. Sabía que las cosas serían algo complicadas a partir de ahora, y para ello, tenía que tomar el control de sí mismo, sin dejar que las perturbaciones emocionales, tomaran la delantera.

Estaba preocupado por Wes, que haya salido corriendo de esa forma, estando molesto, le mantenía al filo de un ataque de nervios. Pero también sabía que, si presionaba las cosas, todo iba a ser más difícil.

Y fue mezclar todo esto, lo que le hizo volar a sus recuerdos, a esos duros instantes que vivió, después del nacimiento de Wesley, y esa rivalidad pasivo-agresiva que se había formado, con su padre.

Primeros días de la primavera del 95’, ya había pasado un año desde el nacimiento de Wesley, y las cosas en casa de los Barzagli, se habían vuelto un poco frías, esto, desde la perspectiva de Adam. Él no culpaba al pequeño por nada de lo que había pasado, en lo absoluto. Pero, internamente, estaba tan roto que se culpaba a sí mismo, de todo. Desde lo ocurrido con Leah, la actitud de su padre para con él, la tristeza de su madre, y, sobre todo, el rechazo involuntario hacia su propio hijo. Pero, esto había que tenerlo en cuenta, no era un rechazo por ser quien era, esto se debía a ese pensamiento intrusivo, que le gritaba que no era capaz de hacerse cargo de una vida.

Como cada día, se encontraba encerrado en su habitación, con las cortinas cerrada y las luces apagadas. Era casi un zombie a la deriva. Pero esa tarde, las cosas serían un poco diferentes a los días anteriores, incluso a los días en los que sus padres entraban a hacerle algún reclamo. 

El sonido de la puerta, le hizo suspirar, creyendo que era su madre para obligarle a comer algo. Pero, se sorprendió un poco, al que quien se adentró a la habitación, fue su padre con una bandeja en sus manos.

—Por favor papá, no quiero nada. –Expresó bajo, sin que Fabio, volteara a mirarle siquiera. Dejó la bandeja sobre el escritorio y se encaminó hacia la ventana. –

—Honestamente, no me importa lo que quieras o no, este momento. –Abrió la cortina abruptamente, haciendo que la luz golpeara de frente a Adam, quien no estaba tan acostumbrado a la luz solar, así que cubrió sus ojos con su frazada. Pero rápidamente, su padre se la quitó. – Te vas a levantar, vas a comer, y vas a empezar a moverte. –Adam tragó fuerte, si había algo cierto y que jamás logró a admitir con nadie, era que su padre le daba miedo. No porque fuera una mala persona, sino por su carácter fuerte e impositivo. – Tu y yo, vamos a hablar, muy seriamente. Vamos, levántate. –El joven, respiró profundo y se sentó en el borde de la cama. Fue ahí que Fabio le acercó la bandeja, misma que tenía una taza caliente de café, y un sándwich. Luego tomó la silla que estaba junto al escritorio y se sentó frente a su hijo. Hizo silencio por unos segundos y luego de un suspiro, comenzó a habar. –

Esto difícil, ha sido complicado para ti. Estamos conscientes de ello, porque también ha sido duro para nosotros. Entiendo lo que pasaste, y el trauma emocional que esto ha causado en ti. Te hemos estado apoyando, y vamos a seguir haciéndolo. Pero, es momento de levantarse y mirar a la vida de frente. Ha pasado un año, Adam, un año. Y tú sigues aquí, en esta situación. Hay que ponerle un freno, para poder seguir adelante. Porque ya no puedes pensar en ti solamente. Hay ni niño que depende de ti. –Esto hizo que Adam suspirara. – Y esto va a sonar terrible, pero, ya es tiempo de tomar una decisión. Tienes que ser un hombre y decidir si vas a hacerte cargo de ese pequeño, o de verdad vas a dar un paso atrás y lo vas a dar en adopción.

—¿Qué? –Fue lo único que pudo expresar entre el desconcierto que le causaron las palabras de su padre. Aquella opción jamás pasó por su cabeza ¿Cómo podía pensar en deshacerse de ese niño? –

Lazos DesenterradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora