XIX.

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La habitación está en silencio mientras Chay ayuda a Kim a vestirse. Kim se siente como una persona normal después de tanto tiempo en cama, pero no está sonriendo. Hay algo en su corazón que le impide sentirse tranquilo, ha sido así en las últimas horas. Algo pasará, él lo sabe, Chay lo sabe y es un poco extraño sentir tanta resignación en un momento así, pero es inevitable. Ha sido así siempre, piensa Kim mientras sonríe de forma débil: toda su historia, cada pequeño paso de su vida, todo siempre ha sido inevitable.

—¿Khun vendrá por los dos? — pregunta Chay mientras cierra la cremallera de la sudadera oscura de Kim.

—Ese es el plan, él y un destacamento completo de guardaespaldas estarán aquí pronto— dice Kim sintiendo que ni siquiera toda la armada real del país podrá evitar lo que sucederá—. Mi hermano mayor no se anda con medias tintas.

—No podemos culparlo— dice Chay y como si estuviera sintiéndose cansado, el joven se abraza a Kim y apoya su rostro sobre el corazón de su amado—. Kim, ¿también lo sientes?

— ¿Qué cosa, ángel?

—Este es el silencio antes de la tormenta, ¿no es así? — susurra Chay y hay en sus palabras cierto aire a profecía que enchina la piel de Kim—. Sea como sea, todo terminará hoy.

—Lo sé— dice Kim y sus palabras tienen el peso de una sentencia que cae lentamente sobre los dos chicos y su abrazo, ese abrazo con el que le harán frente al mundo y sus maldiciones una vez más, se hace un poco más apretado—. No sé qué pasará, pero estaremos juntos, Porchay. Es la única promesa que puedo hacerte justo ahora.

—Quizá esta vez ganemos la guerra— dice Chay con esa voz dulce que hace que Kim se sienta un poco más tranquilo a pesar de sí mismo—. Y si no, esta vez dejaremos el mundo juntos.

—Pase lo que pase eso es lo que importa, que estaremos juntos— dice Kim con calma.

Los dos chicos se quedan en silencio, no son capaces de decir nada más. Ambos quisieran prometerle al otro que todo saldrá bien, pero en ese momento todas las palabras parecen estar carentes de sinceridad, carentes de sentido. Ninguno de los dos quiere hacer promesas vacías y sobre todas las cosas, ninguno de los dos quiere despedirse, ninguno de los dos pronunciará palabras de despedida.

—¿Sabes, Kimhan? — susurra Chay después de un rato—. He tenido una vida difícil pero estos últimos meses a tu lado han sido preciosos y creo que ya sé cómo es que alguien te entregue todo el amor del universo sin dudarlo.

—¿En serio? — pregunta Kim y se pierde en las estrellas de los ojos de Porchay.

—En serio, creo que esta vez has cumplido tu promesa— declara Chay con una sonrisa brillante—. Mi Kimhan, gracias por cumplir esa promesa para mí.

Kim sonríe, aunque lo cierto es que hay un nudo apretando su garganta. Las palabras de Chay son hermosas, todo en él lo es y como Kim jamás ha sido bueno con las palabras, el chico decide simplemente besar los labios de Chay y al hacerlo piensa que el universo entero está siendo creado por los labios de los dos. Y ese es un universo donde vale la pena vivir y que esta vez, aunque tengan que irse, los dos se irán sin arrepentimientos y quizá ese sea el final del ciclo infinito de vida y muerte, ¿no es así? Los sabios dicen que solo puedes desandar lo caminos del Samsara cuando tus deudas han sido saldadas y Kim siente que él y Chay han logrado eso. El mundo no les debe nada y ellos no le deben más al mundo. Esa es la última vida y el final de ella también será un descanso sin importa lo que suceda después.

—Gracias por permitirme tener el privilegio de amarte, Porchay— dice Kim mientras acaricia el rostro del otro chico con suavidad—. Este amor que siento por ti es lo mejor que tengo.

SamsaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora