Causas y efectos.

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Causas y efectos.

Atraviesan unicornios

Que son blancos y que brincan sin parar

Hacia el lado más angosto de la calle

Si te fijas bien arriba

Del letrero de zapatos hallarás

A unas hadas trabajando un vestido azul

La Calle De Las Sirenas —Kabah

Después de lo ocurrido con Javier, los días pasaron sin mayor novedad. Elisa seguía saliendo con Max a escondidas, Sol veía a Iván todos los días religiosamente en la biblioteca, Karla platicaba con Oliver y Andrea, bueno Andrea seguía escribiendo. Sus compañeras le pedían todos los días sus libretas y leían muy atentas la novela que ella escribía. Alberto y Andy se habían alejado un poco después de lo de la pijamada, pero más que nada por lo que había pasado con Javier.

Andrea se encontraba escribiendo como siempre a la hora del receso, cuando llegó Javier al salón.

—Hola Andrea —dijo Javier nervioso.

—Hola. ¿Qué pasa? —preguntó Andrea con miedo.

—Necesito hablar contigo, gorda —dijo su compañero.

—Dime —contestó la chica.

—No puedo decírtelo aquí —dijo Javier.

—¿Por qué no? —preguntó Andrea nerviosa.

—Porque no es un tema fácil, por favor gordita —dijo Javier.

Alberto entró al salón y para nada vio con buenos ojos a Javier cerca de Andrea, al verlo con ella hizo todo lo posible por acercarse y escuchar qué era lo que pasaba.

¿Por qué no puedes decirme aquí? —insistió Andrea, pues tenía miedo de meterse en problemas.

—Es algo delicado. —Miró triste a Javier y lleno de miedo.

Recuerdan que no le gustaba la injusticia, bueno también le gustaba ver por los menos afortunados.

¿Y por qué me lo dices a mí?

—Porque siento que tú eres la única que puede ayudarme —contestó Javier.

—¿Yo? —preguntó Andrea incrédula.

—Sí, sólo tú, Iván y Max, pero aquí no puedo.

—Okay, cuando yo no quiero que nadie me vea me voy cerca del laboratorio, donde guardan las bancas que no sirven. ¿Te parece que nos veamos ahí para el segundo receso? —dijo Andrea.

—Sí —dijo Javier poniéndose nervioso—, siempre seremos amigos, ¿verdad?

Ella tenía miedo de responder y más porque no sabía qué es lo que le diría, pero también veía cierta desesperación en la voz del chico.

—Sí, Javier —contestó la valiente chica.

—Gracias gorda —dijo Javier retirándose.

Andrea suspiró y cuando iba a regresar a su libreta se acercó Alberto.

—¿Qué quería? —preguntó.

—Nada, sólo platicar. —dijo Andrea.

—¿Segura? —preguntó Alberto nervioso.

—Creo que ya habíamos hablado de esto. Tú me dejabas en paz y yo lo hacía contigo —contestó la joven mordaz.

—¿Eso quieres? —preguntó molesto Alberto.

Curvy un amor de pesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora