Capítulo 19 Ángel y Suni

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Agatha

Me quedo mirando como Keelan pone las correas de sus armas sobre su cuerpo. No hay nada más sensual que la forma en que apreta las correas sobre su pecho y sobre sus muslos.

¿Cómo se verá Keelan amarrado a una cama?

—Por la mirada que tienes, no pueden ser buenas cosas las que estás pensando. —Keelan me saca de mis pecaminosos pensamientos.

—Estoy pensando en ti.

—Por eso lo digo. —Termina de guardar las dagas. Se acerca a la muralla donde estoy apoyada esperando a que termine de vestirse, toca mi mejilla con sus dedos y besa con delicadeza mis labios—. Gracias por la noche, sol.

Me encanta esta versión de Keelan tan juguetona. Nunca había ocupado otras formas de decirme que no fueran princesa o incluso señora, ahora tiene la suficiente confianza para llamarme por apodos post coitos mucho más entretenidos.

—Se acerca la madrugada. Espero puedas llevarme de vuelta a la mansión —le susurro mientras doy media vuelta para abrir la puerta.

—Te llevo a la luna si quieres.

Sonrío como tonta ante sus palabras.

Salimos de la habitación de vuelta a los pasillos de los diferentes saunas y piscinas calientes que hay en el edificio. Caminamos unos cuantos pasos cuando recuerdo que dejé olvidada la cartera en la habitación por estar distraída con el cuerpo de él.

—Olvidé mi cartera. Dame unos segundos —le aviso a Keelan y corro de vuelta a la piscina. Miro alrededor pero no la veo, hasta que me fijo que quedó olvidada debajo de una de las batas que hay en el suelo.

Me agacho a recogerla y al levantarla y enfocar mi mirada en una esquina, puedo ver una figura oscura, gigante y alta casi hasta el techo. La túnica que lleva cubre todo su cuerpo y su cara no es más que luces como las de la galaxia. Nuevamente, la criatura se aparece ante mí.

A pesar de que debería sentir temor por estar viendo un espectro fantasmal, no lo tengo. Más bien la curiosidad de saber qué es la criatura bloquea cualquier tipo de miedo que pueda tener.

El espectro que se encuentra en la esquina de la habitación no habla, tampoco se mueve. No emite sonido alguno de estar respirando o alguna otra condición que dé cuenta que tiene vida. Solo está ahí, existiendo.

—¿Qué eres? —le pregunto embelesada, cuestionando el porqué de su aparición ante mí. Pero la criatura no hace nada. No reacciona de ninguna manera. Doy un paso hacia ella para poder tocarla, pero el grito en el pasillo hace que voltee mi mirada, perdiéndola de mi vista.

—¡No te metas! ¡No es asunto tuyo! —Keelan le grita a alguien. Frunzo el ceño, extrañada por lo que está sucediendo en el pasillo.

Me volteo para mirar a la criatura nuevamente, pero ya no está ahí. Simplemente, desapareció como lo había hecho la vez pasada en la oficina de Keelan.

No puede ser.

Miro hacia todas partes buscando donde pudo haberse escondido, pero no está en ningún lado.

Sorprendida, regreso al pasillo para escuchar a Keelan decirle a Héctor:

—Ella no es problema tuyo.

La puerta que bloquea Héctor está entreabierta y puedo ver las piernas desnudas de una mujer dentro del lugar.

—Solo atraerás la atención de Caleb a ella, la estás haciendo un blanco fácil. Y ahí sí será un problema cuando todos se enteren de lo que están haciendo —gruñe Héctor muy cerca de Keelan, enfrentados cara a cara.

La agonía del Sol (Los ciclos del Sol I) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora