Capítulo 2 Oídos

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Agatha Isasia

¿¡Qué le pasa a este idiota!?

No entiendo cómo Keelan pudo captarme tan rápido si por lo general logro quedarme entre las sombras de la gente.

Vengo todas las semanas y nunca antes se había percatado de mí. Ninguno de los guerreros lo hace, y si lo hacen me ignoran. Yo no me meto con ellos ni ellos conmigo, al menos no aquí en el Black Palace. Esperaba entretenerme un poco más con Boris y que pensara que algo iba a pasar entre nosotros.

—Recoge la poca dignidad que te queda. —Llega la voz desde el fondo del callejón, cerca de los contenedores.

Me levanto del suelo, limpio la tierra que quedó en mi vestido y veo como Joaquín se acerca a mí con una sonrisa en la cara.

—Veo... ¿Algún tipo de progreso? —se burla en mi cara.

—Sí, ¿no viste con qué sutileza me tiró al suelo? Todo un caballero, desprendía elegancia por los poros —le respondo de forma sarcástica—. ¿Dónde estabas?

—Aquí todo el tiempo —responde levantando los hombros.

—Te busqué apenas entré y no te vi.

—Tenías compañía y sabes que así no es nuestro trato —responde moviendo la cabeza.

—Era solo Boris, ¿qué más da?

Una estrella de mar aportaría más que el menor de los Morozov.

—Compañía es compañía, no importa quién sea —replica él.

—Antisocial... —Tomo una gran bocanada de aire. Que fastidio.

—¿Sigues juntándote con Vincer? —me pregunta cambiando el tema mientras se apoya en la muralla.

—Siempre. Es mi entrenador, sabes que me junto con él todas las semanas... ¿por qué? —le pregunto curiosa. Nunca antes me había preguntado algo tan random, a parte él ya sabe la respuesta a esa pregunta.

—Nada... solo curiosidad.

—¿Por qué no te creo nada? —Joaquín, así como yo, vive para recopilar información. El conocimiento es poder y Joaquín es experto en hacerse el ignorante cuando en realidad es una enciclopedia humana.

Lo conocí hace unos años cuando nos topamos en uno de los pasillos del Black Palace, ambos estábamos haciendo lo mismo: espiando a los guerreros Laos. Cada uno con un motivo personal, pero eso no nos detuvo a darnos cuenta de que ambos podíamos lograr más cosas juntos.

Aunque él quedó más impresionado que yo cuando se percató que lo había pillado espiando, como si estuviera seguro que nadie podía verlo. Como si su cabello rubio y ojos negros pudieran pasar tan desapercibidos.

Desde ese día, él ha sido mis oídos en el Black Palace y en otros lugares que le pido. Nunca he sabido cómo logra entrar con tanta facilidad a cualquier lugar siendo que solo es un humano.

A cambio de información solo me pide una cosa y una condición, desde hace años no ha variado en su pedido: lugar y hora en donde han enterrado a una persona recientemente, sin importar el sexo o la edad. Solo necesita que haya muerto dentro de esa semana, mejor si es dentro del día. Y junto con la información, una bolsa con dinero suficiente para gastar, que debo dejar en el lugar donde yace él o la difunta.

Su condición: que nunca hable sobre él con nadie y que nunca lo toque. Sufre de hafefobia... o eso me ha explicado.

—¿Qué hay de nuevo esta semana? —le pregunto ubicándome a unos metros de él.

La agonía del Sol (Los ciclos del Sol I) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora