Agatha
—No tengas miedo. —Escucho la ya familiar voz en mi cabeza, como si me estuvieran susurrando al oído. La extraña mezcla de distintas voces que forman solo una es lo más extraño que he escuchado en toda mi vida. Me asusto y sobresalto, al parecer me estoy volviendo esquizofrénica puesto que he escuchado el mismo susurro demasiado seguido este último tiempo.
Froto mis ojos con más fuerza de la debida y considero la posibilidad de descansar un poco mis revoloteadas neuronas, cuando siento el ardor en mi dedo. El corte que me he hecho no es profundo, pero lo suficiente para hacerme sangrar.
—Ves, por eso digo que la cocina no es lugar para una princesa. —Escucho el alegato de una de las sirvientas, su blanco delantal, ahora manchado con diferentes salsas, había conocido tiempos mejores. Los años ya habían pasado sobre ella y su pelo canoso era signo evidente de la edad avanzada que tenía.
—Sergio lleva cinco años intentando convencerla, Nana. No lograrás sacarla de aquí —le dice Estela pasando por al lado de ella, llevando una bandeja llena de copas para ser guardadas.
—Es solo un pequeño corte, Nana. Nada que no se cure en unas cuantas horas —le digo quitándole importancia.
—Una princesa y futura reina no debería estar haciendo trabajos de sirvientes.
—Solo quiero asegurarme que todo sea servido como corresponde.
Perfeccionista podrán llamarme. Yo solo quiero que todo esté en su lugar cuando los guerreros tengan que comer. Son una prioridad autoimpuesta. Además, no existía mejor lugar que la cocina para enterarse de todos los chismes de la mansión. El coleccionar secretos y usarlos a mi antojo se había vuelto un mal hábito.
—Señorita Agatha. —Levanto la mirada de las verduras que estoy cortando y veo a Sergio, el mayordomo principal de la mansión, asomándose por la puerta de la cocina—. Llegaron.
—Gracias por avisar.
Subo corriendo las escaleras para organizar al personal que recibirán a los guerreros que llegan de patrullar en las calles como todas las noches.
—Esta niña me matara un día de estos. —Escucho que Nana alega en la cocina antes de que se cierre la puerta.
—Dile a Nana que no sea tan exagerada, por favor —le pido a Sergio quien me sigue de cerca.
—La cocina no es un lugar para usted, señora.
Me detengo en mitad del pasillo para mirar sus viejos y cansados ojos. La piel alrededor de ellos ya forma arrugas tantos años de servidumbre.
—No empieces tú también, Sergio. Tú no, ¿de acuerdo?
Me volvería loca si Sergio también empezara con lo mismo. Suficiente con que todo el resto de la casa me dijeran todo el tiempo cuál es mi lugar.
—Bueno, señora. Aunque hay que reconocer que todo sería peor si se enteraran de lo del huerto también.
Ay, no.
Suficiente que me meta a la fuerza en la cocina a ayudar como para que también se enteren de que meto las manos en la tierra.
Ese sí sería un escándalo para la aristocracia. A pesar de tener poder por ser la única hija del rey, tenía muchas cosas que me eran prohibidas. Esos pequeños detalles que eran un refugio para mí, como estar en la cocina o tener mi propio huerto, también eran una forma de independencia y rebeldía. Uno que era bastante minúsculo en comparación a lo que realmente hacía.
Si tan solo lo supieran, les saldría sangre de la nariz a todas las viejas estiradas de la alta sociedad.
Me ponía nerviosa lo que pudieran pensar los demás si llegaran a enterarse de todos mis secretos. Por impulso toco la piedra del collar que tenía al cuello. La venturina negra se sentía fría contra la piel de mi mano y tocarla se había vuelto un mal hábito que había adquirido desde que me la obsequiaron hace unas semanas.
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La agonía del Sol (Los ciclos del Sol I) [Terminada]
VampirosEl destino de Agatha estuvo forjado desde su nacimiento. Nacida en cuna de oro, alta realeza y heredera de la corona, su vida ya está zanjada cuando los deseos de su corazón se interponen en contra de los deseos de su familia, las exigencias de su p...