Capítulo 20 La caída

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Agatha

El golpe retumba en toda la moto y pierdo total control. El vehículo me golpea a toda la velocidad que iba, duplicando el impacto. Mi mente lo registra en cámara lenta, como en estado de shock sabiendo que lo que va a ocurrir será inevitable. El manubrio de la moto se gira por completo, la rueda trasera se levanta en el aire y mi cuerpo sale eyectado de la silla, volando por varios metros hasta caer. Trato de cubrir mis órganos vitales, pero la velocidad de la caída no me da tiempo para nada. El golpe retumba en unas de mis piernas y en mis costados, rompiéndome más de una costilla.

Ruedo por el suelo metros más lejos desde mi caída, quitándome el aire de los pulmones de golpe. El casco hace su trabajo y protege mi cráneo lo más que puede a pesar del duro impacto. Agradezco haber gastado tanto dinero en ese casco.

Cierro los ojos para no marearme más de lo que ya estoy. Veo como el mundo da vueltas junto conmigo y solo logro mirar luces y sombras a mi alrededor.

Mi cuerpo no soporta el dolor de la caída y se desmaya por unos segundos. Cuando vuelvo en sí, casi no siento mi cuerpo, entumecido por todas partes. Lo primero que percibo es que el pitido que resuena en mis oídos y que hace que mi mente no pueda concentrarse en nada. Lo segundo, es mi cuerpo desparramado en el suelo, en una posición para nada natural. Trato de moverme, pero mi cuerpo no responde. No sé si tengo algo roto o si me estoy desangrando en el suelo o internamente.

Antes agradecía por el casco que quizás ha sido el objeto que me ha salvado la vida. Ahora solo quiero sacármelo para poder respirar bien, pero los brazos no me responden.

Con mucho esfuerzo, logro enfocar los ojos hacia el auto que me ha golpeado. Las luces altas dificultad mi visión y solo puedo divisar la sombra de un hombre alto que se acerca hacia mí.

El miedo se apodera de mi cuerpo. Mi corazón comienza a bombear histérico en mi pecho, asustándome más si es que tengo alguna herida abierta que pueda desangrarse rápidamente. No quiero morir.

—Agatha, Agatha, Agatha. ¿Cuántas veces te han dicho que no debes salir sin tus guardias? —canta en forma de burla Rogelio.

Rogelio...

¡El hijo de puta de Rogelio!

¿¡Cómo es que sigue vivo este imbécil!? Debió haber muerto con la explosión en el puerto. Estaba tieso como palo cuando me largue de ahí. No puedo creer que siga respirando aún.

La rabia y la adrenalina se apoderan de mi cuerpo. Comienzo a gritar desesperada para que mi cuerpo me obedezca de una buena vez. El dolor me penetra bruscamente cuando logro mover mi brazo derecho. El movimiento es lento, como si estuviera bajo el agua, pero lo suficiente para poder meter mi mano en el bolsillo del jeans y sacar mi teléfono. Con manos torpes entro al marcador rápido y marco a cualquier número que ahí aparezca.

Que al menos sepan quién me mató.

Sin soltar el teléfono, me levanto como puedo. El dolor en las costillas es insoportable, una de mis piernas no la puedo mover del todo y la ropa, que algo me protege la piel, está hecha girones. Logro ponerme de rodillas, mis manos apoyadas en el piso para lograr balancearme. Con mucho esfuerzo me quito el casco he intento dar una bocanada de aire, pero la acción queda a medio camino cuando mis costillas se quejan por el movimiento. No puedo evitar el grito que me sale del alma por el dolor y las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas.

Me arrastro por el suelo a gatas, mientras escucho los pasos de Rogelio tras de mí, cuando la voz de Keelan sale desde el parlante del teléfono.

—¿Agatha? ¿Qué pasa?

—¡Rogelio! ¡Rogelio está intentando matarme! —El grito me desgarra por dentro. Ahora lloro de manera descontrolada al saber que él me está escuchando al otro lado del teléfono.

La agonía del Sol (Los ciclos del Sol I) [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora