«El único amor insuperable es el amor al arte... ten cuidado, no vayas a enamorarte de alguien que sabe crearlo»
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.Clark Reed.
Ganar es mucho más divertido cuando otros quieren que pierdas.
Admito que disfruté de el juego, pero sobre todo de el descenlace. Enfrentarme a Rose, jugar con su mente, hacerla creer que podía ganar, fingir que ella podía correr más que yo... sí disfrute mucho de eso.
Ver la forma en la que me miraba como si me odiara me fascinaba y tal vez parezca raro, pero si ustedes vieran esos ojos negros les aseguro que no les interesaría la razón, lo único que les interesaría sería que ella les mirara. O quizá no, quizá solamente me sucede a mí.
Desde chico he sido suficientemente inteligente para poder leer las expresiones de las personas y la verdad no es tan dificil, solo debes prestar atención ya que en cualquier momento te pueden estar diciendo algo.
Y las expresiones de Rose son oro puro. Esa manera de fruncir el ceño, hasta casi pegar sus cejas, cuando analiza algo, casi se puede ver el signo de interrogación en su frente. La manera en la que sube su labio inferior hasta tapar el superior cada vez que se pierde en sus pensamientos. Como se ruboriza empezando por las orejas hasta llenar por completo sus mejillas. Esa manera de caminar que no es confiada y aún así se nota fácilmente su presencia...
Yo rara vez me emociono por algo, rara vez me intereso por algo, pero cuando lo hago, cuando encuentro algo que vale la pena en este mundo tan asqueroso, cuando eso sucede siempre lo quiero repetir. Justo por eso es Rose, por su manera de destacar es que yo estoy emocionado con la idea de indagar en ella.
No me juzguen, yo solo quiero entenderla, cuando lo haga la dejare en paz...
Cuando llegué a la cabaña me fuí con mi equipo a comer en una de las mesas. La comida estaba bien, teníamos tres bandejas de panes con diferentes rellenos y salsas, un montón de sodas energéticas, algunos palitos con carne de diferentes tipos, paquetes de caramelos y una jarra con café. Eso en cada mesa de la gran sala de la cabaña.
La cabaña por dentro era inmensa, toda de una madera oscura y brillante que la hacía demasiado elegante. Tenía unas escaleras con dos entradas en forma de «C» que daban con el segundo piso en el que estaban las habitaciones.
Nosotros estabamos en la sala que en ese momento estaba equipada con mesas, sillas y comida para nosotros pero habían varios pasillos en el primer piso que daban quién sabe a donde. Las paredes tenían algunas fotografías con marcos dorados y plateados. Del techo colgaban tres candelabros, dorados con destellos plateados, en línea desde la entrada hasta donde terminaba la sala. Pero lo más llamativo era un gran retrato en lo más alto del segundo piso. El marco era mitad de color vinotinto y la otra mitad violeta y el retrato era uno increíblemente definido de un Eclipse.
—...¿Cierto Clark?
Salí de mi admiración al escuchar la voz de Ámbar.
— No escuché nada de lo que dijiste.
Ella me miro con odio a lo que los chicos rieron.
— ¿Cierto que gracias a mí es que no te eliminaron? — ella alzó ambas cejas —. ¿O lo vas a negar?
Sonreí y me hundí de hombros.
— Fuiste de ayuda, lo admito.
— ¡Lo ven! — le gritó a los chicos. Frank dió un respingo casi chistoso —. Clark nos hizo ganar pero la mente maestra tras esa victoria soy yo.
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Pequeños, inmensos tres días
Novela JuvenilTener una vida normal no es precisamente malo, pero ¿Qué se hace cuando toda tu «vida normal» se descontrola por una simple sonrisa? Él es un chico que está acostumbrado a lo común, salidas con amigos, liarse con chicas para divertirse, escuchar su...