«Por favor, destruyeme de nuevo»
.
.
.
Rose Kellen.—Quiero morirme.
Phoebe me sonrió desde la peinadora.
—Si te bañas se va la resaca — opinó —.Por cierto ¿Cómo llegaste a la habitación antes que yo si estabas tan mal?
Me hundí de hombros. En realidad no lo sabía. Lo último que recuerdo fue que me alejé del grupo, y de una luz.
Sí, de una luz.
De ahí en adelante no recuerdo absolutamente nada y lo que sé, es que amanecí en mi habitación con el peor dolor de cabeza del mundo, pero al menos me quité los zapatos y los dejé ordenados junto a la entrada.
Qué les puedo decir, soy una borracha decente.
—No lo sé. Poderes de borracha supongo — dije y me levanté para tomar mi toalla —.Si al bañarme no se me pasa me suicidare.
Phoebe sonrió, negando con la cabeza.
—Exagerada.
*****
Ya luego de bañarme note que eso de que se me iba a quitar la resaca era pura mentira.
O sea, si me sentía un poco mejor, pero seguía sintiendo náuseas, dolor de cabeza, estrés, odio hacia el sol, estrés y estrés.
Sí, estaba de pésimo humor.
Eran aproximadamente las díez de la mañana y ya habíamos desayunado.
En el aire se notaba que ese era el último día del retiro. La mayoría andaba más cariñosa que de costumbre con sus compañeros y así.
Yo ni miraba a los míos, si no fuera porque Phoebe se estaba manteniendo a mi lado, yo ese día ni habría hablado con nadie.
Una hora después de desayunar Ángela nos había citado a todos frente a la cabaña.
Cuando llegue solo habían llegado otras dos personas y ellos eran los dos que habían empatado conmigo en juego del día anterior.
Ángela estaba allí junto a Elena.
Creo que ellas dos eran como mejores amigas o algo así.
—Buen día, Rose — me saludó Ángela —.Ya solo falta que llegue Clark.
—¿No se supone que deben llegar todos? — pregunté porque... Bueno, se supone que nos habían citado a todos. No solo a nosotros cuatro.
Ella me miró y sonrió.
—Te explicaré cuando él llegue..., ah mira, allí viene.
Me crucé instintivamente para mirar hacia donde había mirado Ángela y lo ví.
Clark venía caminando como si fuera el jodido dueño del bosque entero.
Llevaba unos pantalones holgados color verde militar, una franela negra sin estampados que se ajustaba muy bien a él, y unas botas largas del mismo color que su franela.
Eso junto a unas gafas de aviador y el cabello perfectamente peinado hacia atrás.
Vaya, que linda se ha puesto la mañana, el día y la semana.
ESTÁS LEYENDO
Pequeños, inmensos tres días
Ficção AdolescenteTener una vida normal no es precisamente malo, pero ¿Qué se hace cuando toda tu «vida normal» se descontrola por una simple sonrisa? Él es un chico que está acostumbrado a lo común, salidas con amigos, liarse con chicas para divertirse, escuchar su...