«Y quizá el amor no es más que sentirte en casa»
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.Rose Kellen.
Me dió un besito en la frente y se sintió como si me lo hubiera dado en el corazón.
¿Conoces ese sentimiento de saltar al vacio? yo no lo hacía.
Para hacerlo tienes que tener miedo, porque sin miedo no sería tan interesante, es más, tienes que estar súper asustada, tanto que sientas que no te puedes mover, creer que eres débil, que tu cuerpo tiemble... y ahí, justo cuando te sientas tan asustada que parezca que el oxígeno te está abandonando, es justo cuando debes saltar.
Esa es la mejor manera de disfrutar la caída.
Y cuando saltes no pienses en lo que dejaste arriba, mejor piensa que ,quizá, en la caída encontrarás cosas mejores.
Al menos eso hice yo y me funcionó. Cuando estaba cayendo y encontré esos ojos oscuros supe que arriba no había dejado absolutamente nada pero bajando lo había encontrado todo.
Porque aveces caer es necesario para darte cuenta de que ni siquiera estabas muy alto.
El agua estaba fría. Mi camiseta se transparentaba con mi piel pero por suerte mi querido Nemo de tela gruesa tapaba mis senos –porque a mí no se me había antojado ponerme un sujetador esa mañana. Muy inteligente, lo sé, pero en mi defensa la tela era suficientemente gruesa como para que no sé notará... tanto– . Mis manos estaban una en su pecho y otra apretada entre sus dedos como si solo me sintiera segura si lo tenía cerca.
Cuando apartó sus labios de mi frente, levanté mi mirada y lo ví a los ojos.
Su cabello se pegaba a su frente y gotas de agua se deslizaban por sus facciones. Un brillo cálido se apoderó de su mirada y noté cómo sus labios se curvaron para sonreírme.
Yo estaba perpleja ante la belleza y amabilidad de ese demonio.
— ¿Sigues teniendo miedo? — me preguntó, sin quitar su mano de la parte baja de mi cintura.
— En realidad ahora quiero volver a saltar — le respondí.
Él solo sonrió y dijo:
— Ven a buscarme.
Y se sumergió en el agua luego de soltar mi mano.
Sonreí porque eso era algo que existía entre Clark y yo, nada era ni lo más remotamente normal, creo que todo se basaba en retarnos y eso me gustaba muchisímo. Todo lo contrarío a lo típico, eso éramos.
Me sumergí, sin siquiera mirar a los lados pero por el ruído supe que la mayoría ni siquiera se había salido del río, tampoco nos prestaron demasiada atención, cada quién estaba disfrutando su experiencia.
Después de todo, dudo que yo fuera la única que era nueva en eso de saltar de montañas.
A lo lejos ví a Clark, estaba muy abajo pero no me asusté. Seguí bajando.
Él nadaba como si fuera un experto y quisiera decir que no miré un poquito su trasero pero es que el tipo estaba buenisímo. Además solo era una miradita y estábamos a mano, yo ya había notado que, de vez en cuando, Clark también me echaba algunas ojeadas ¿qué pensaría al verme? y otra pregunta aún mejor ¿qué era lo que tanto miraba, yo ni siquiera tenía las mejores nalgas del planeta?
Al final él se frenó al tocar el fondo. Llegué a su lado y ví que trataba de escribir algo en la arena del fondo.
Gracias a que estábamos bastante abajo, las corrientes del agua no afectaban en nada y aunque era dificil escribir en esa arena sin que se borrará, si lo hacía profundo, sí se lograba.
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Pequeños, inmensos tres días
Novela JuvenilTener una vida normal no es precisamente malo, pero ¿Qué se hace cuando toda tu «vida normal» se descontrola por una simple sonrisa? Él es un chico que está acostumbrado a lo común, salidas con amigos, liarse con chicas para divertirse, escuchar su...