Te atrapé - parte 2

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«Esos ojos, tan rudos y sin pizca de miedo, me contaron que eres débil»

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Rose Kellen.


¿Dónde estoy?

Lo primero que siento es una punzada de dolor en el brazo y cuando me lo miró notó que tengo un moretón en él. Después miré a los lados y...

¿Por qué estoy en una enfermería? No me digan que estoy muerta.

— Veo que ya despertaste, jinete — una voz suave me sacó de mi velorio imaginario.

Me siento para mirarla. Yo estaba acostada en una camilla. Me miré y seguía con mi ropa, eso me relajó. Si estás en el hospital y aún llevas tu ropa significa que no tienes, ni tendrás, heridas físicas.

La chica que estaba a mi lado es nada más y nada menos que Ángela. Sí, la coordinadora de todo esto.

¿Pero que hice para que ella es...? Oh, ya lo recuerdo.

Luego de que el ridículo de Clark se marchara diciéndo que yo no podría aguantar ni un minuto montada en el caballo Phoebe llegó y trató de hablarme pero yo estaba demasiado ocupada mentalizándome sobre que sí podía. Y lo hice, me monté en el caballo ese, luego de acariciarlo por un largo rato –ese era mi método de manipulación. No tengo que verificar para saber que no funciono–, me monté y el caballo se volvió loco.

Lo último que recuerdo es que me aferré a él como si se me fuera la vida en ello y...

Clark.

Clark quería ayudarme ¿Pero por qué quería ayudarme si no le caigo nada bien?

Luego de eso no recuerdo nada, solo sé que lo que hice fue para demostrarle a Clark que sí podía durar más de un minuto en el caballo y ni siquiera recuerdo si lo logré.

— ¿Qué...?

— Estás en la enfermería de la cabaña — empezó a hablar Ángela —. Saliste volando del caballo pero por suerte no te hiciste daño alguno, te desmayaste pero fue por la adrenalina del momento — se levantó —. ¿Cómo te sientes?

¿Salí volando del caballo? Bueno, si lo recordara esa sería una gran historia para mis nietos.

Me miré el brazo. No me dolía pero el moretón se veía mal. No me preocupé porque sé que mi piel es tan delicada como la de un bebé pero al parecer Ángela notó mi incomodidad y dijo:

— Cuando él te atrapó te sostuvo con demasiada fuerza. Es por eso que la marca de su mano te quedó en el brazo.

— ¿Él? — pregunté.

Ángela me miró extrañada.

— ¿No lo recuerdas? — negué con la cabeza y ella asintió —. Clark. Clark fue el que evitó que te lastimaras — sonrió —. Debiste verlo, estaba desesperado, creo que nunca lo había visto a... — Ángela se frenó a sí misma pero era demasiado tarde.

Clark me había cuidado... bueno, no era para tanto. Pero ¿por qué lo hizo si era obvio que lo estaba retando?

Yo lo hubiera dejado caerse y después lo hubiera ido a pisotear con unos tacones...

Okey, no.

— ¿Dónde están todos? — pregunté, tratando de olvidar lo anterior.

¿Por qué alguien salvaría a alguien que no le importa?

Quizá porque sí le importas.

Lo dudo.

Luego de un pequeño chequeó, para comprobar que no me iba a volver a desmayar, Ángela me pidió que me fuera a bañar y que luego fuera a una actividad de cine al aire libre que estaban haciendo en alguna parte del bosque.

Pequeños, inmensos tres días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora