Te atrapé - parte 1

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«¿Pero por qué demonios alguien aceptaría sus sentimientos reales en éste mundo hecho de mentiras?»

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Clark Reed.

Nuestra hora de convivencia fue increíble.

La chica que se debería encargar de nosotros junto a Ángel nos estaba esperando en un punto perdido dentro del bosque. Se llama Violet y nosotros le decimos Vi. No por cariño, más bien por pereza de pronunciar el nombre completo.

Vi intentó que hablaramos sobre lo importante que es la humildad y gracias a eso noté que estoy en el equipo de mis sueños.

Literalmente todos opinamos que la humildad es completamente innecesaria en el mundo. Incluso Ángel se puso de nuestro lado diciendo que «No hay ninguna razón lógica para ser humildes y menos siendo tan guapos». Eso lo dijo él no yo... pero igual lo apoyé.

Al final Vi se molestó con todos nostros y amenazó a Ángel con contarle a los supervisores, pero él se limitó a poner los ojos en blanco y seguir conversando con nosotros. Luego de un raaato, Vi se rindió y se unió a nuestra nueva conversación sobre animales venenosos que se pueden conseguir en el bosque.

Ya después terminó la hora y nos fuímos a bañar. Gracias a Dios, ya no soportaba estar tan sucio.

En mi habitación me dejaron con Ámbar –sí, me dejaron en una habitación con una chica– y me pareció mejor así porque los chicos parecían ser unos desordenados sin remedió.

Dato sobre mí: No soporto el desorden, ni la suciedad, ni los malos olores, ni nada que altere mi orden.

No es como que sea un enfermo con esas cosas pero prefiero no tener que soportarlas.

Luego de ducharnos, por separado, e ir a almorzar nos fuímos a la actividad que venía.

Por si se lo preguntan, a Ámbar y a mí no nos molestó compartir habitación, es más, ella fue la que pidió que su compañero fuera yo ya que por obligación tendría que dormir con algún chico –porque eso somos sus compañeros– y ella prefirió que fuese yo. Y no, no existía ningún tipo de atracción sexual entré nosotros.

La verdad, empezaba a creer que a ella le gustaba Ángel.

Cuando llegamos al lugar acordado junto con Ángel y Vi me asombró ver que fuímos los últimos en llegar.

Era un gran espacio libre de árboles. A la derecha estaban los establos llenos de caballos y en medio estaban los otros jovenes del retiro acariciándolos.

Sí. La actividad era acariciar caballos.

Aveces odiaba a Ángela.

Y la verdad entiendo el por qué de todo. Recuerdo que en una de nuestras noches de desvelo ella estaba como una maniática buscando maneras para relajarse y drenar la furia y en alguna página pirata de Google encontró que acariciar caballos era bueno para eso.

Yo le dije que golpear paredes sonaba más factible pero ella dijo que eso era para animales.

Y aquí estaba poniendo sus conocimientos a prueba con nosotros.

Yo la mato.

— ¡Caballos! — chilló Ámbar, con más entusiasmo del que creí posible que pudiera tener una persona.

La juzgué con la mirada pero ni lo notó porque salió corriendo a sacar alguno para acariciarlo.

— ¿Es obligatorio? — pregunté.

Pequeños, inmensos tres días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora