Quiero dejar de sentir

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«–Quisiera una vida sin sentir miedo– dijo el que todos consideraban más valiente»

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Clark Reed.

Tenerla cerca se siente extrañamente bien.

Definitivamente me volví loco.

El cielo estaba completamente nublado e incluso había un poco de niebla entre nosotros. Cualquiera diría que es el clima natural pero yo tenía ciertas dudas sobre que Ángela sea la creadora de esto. Es rica, no es como que no pueda comprar una súper máquina de humo.

Rose va a mi lado y no se qué mierda está haciendo con sus pies pero parece que está jugando a no tocar las piedras más pequeñas. Y estamos literalmente en un bosque lleno de ellas.

No oculté mi mirada extrañada y ella lo notó porque levantó su rostro para mirarme. Es incluso chistosa la diferencia de nuestros tamaños, a penas me llega a el pecho pero estoy seguro que en medio de su realidad alterada somos del mismo tamaño.

— ¿Qué miras? — preguntó, a la defensiva.

¿Por qué siempre estaba a la defensiva?

Porque tú la obligaste a eso.

¡Ella me disparo en una pierna y yo no ando a la defensiva!

Es diferente, Clark.

Genial, ahora hablo con mi conciencia.

— ¿No te puedo mirar? — inquirí.

— El problema no es que me mires, el problema es que lo haces como si trataras descifrarme.

— Es porque precisamente eso es lo que hago.

Frunció el ceño.

— ¿Por qué?

— Mira, ya llegamos — no habíamos llegado pero al menos así me libre de tener que responderle algo a lo que no le tenía respuesta.

La cola tenía alrededor de veinte personas y de último estábamos nosotros. Los más pacientes.

Rose llevaba puesto un vestido gris sin escote que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, su cabello crespo caía brillante y un poco húmedo hasta su cintura, usaba unas zapatillas blancas que no se veían para nada cómodas con su punta tan pequeña.

Ella estaba delante de mí, tratando de mirar hacia el frente pero el chico que estaba delante no la dejaba ver.

El castigo de los enanos, supongo.

— ¿Es verdad lo que dicen sobre ustedes las personas bajitas sobre cuando se ríen solos? — pregunté, con semblante serio.

Iba a hacerle una broma pero yo bien sabía cómo controlar mis expresiones para parecer tranquilo. Así lo había hecho cuando estábamos encima del auto, cuando me disparó en la pierna... bueno, casi siempre que estaba con ella lo hacía.

Y eso que no llevábamos ni siquiera un día de habernos conocido pero ya me caía mejor que los de mi instituto.

«El tiempo es relativo» dicen por ahí.

— ¿Eh?

Sonreí.

— Dicen que cuando ustedes las personas bajitas sonríen solas es porque debido a su baja estatura pueden escuchar los chistes de las hormigas.

Su rostro pasó de la confusión a la rabia en solo un segundo.

— Eres un...

— Idiota — terminé de decir por ella y sonreí como angelito.

Pequeños, inmensos tres días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora