capítulo 2

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Ya era domingo.
Y aunque toda mi familia estaba a rodillas del banco escuchando la oración del cura, yo no podía parar de pensar en otra cosa mas que en lo que prometió Edwin la noche anterior, y lo que yo insinuaba que sucedería.

Tenía tantas ganas de gritar, pero ya no se me ocurrían maneras de convencerlo de no acercarse a ese vampiro.

La desesperación me estaba comiendo viva.

La misa terminó al atardecer, y justo cuando el sol dió su último rayo de luz, toda mi familia se dirigió al estante de armas heredado por generaciones de los Krause.
Como siempre, todos sujetaron su accesorio mortal favorito, desde ballestas y cuchillos de madera, arcos con flechas inflamables, bombas de ajo, y muchos otros inventos descaradamente creativos para asesinar vampiros.
Agarré mi primera ballesta de madera que me habían regalado a los ocho años.—Mi familia está realmente cuerda, lo sé.— y nos reunimos todos en la entrada, me junté con mi pareja cazadora habitual, que era mi tío Oscar, un hombre de media edad calvo con una barba impresionantemente larga y ondulada, a la cual le hacía una rutina completa de cuidado capilar.

Mi hermano estaba en posiciones para salir disparado al perverso bosque, con su mirada valiente y un arco de madera, a la par, mi padre, su compañero de caza, todavía alistaba algunas bombas de ajo en sus bolsillos.

Todavía pensaba en que no debería cazar al vampiro de las sombras, pero cuando me acerqué para rogarle una vez más que no lo hiciera, mi abuela hizo sonar una sirena. —La sirena de salida—Y en ese instante, Edwin salió disparado al bosque junto a mi padre, y toda mi familia se desvaneció en los pinos que solo iluminaba la luna.

—¡Vamos Shanna! ¡Siempre somos el equipo que mata menos vampiros!—Bramó mi tío con la voz arisca, agarrándome de la mano tan fuerte que daba tirones y corriendo hacía el bosque.
Asentí con la cabeza y los dos nos sumergimos a la naturaleza tan oscura, mientras esquivaba árboles e iluminaba los alrededores con una pequeña linterna.
Mi respiración agitada me hacía sentirme muy débil, pero simplemente mis piernas se movían automáticamente, mis ojos se disparaban para todos lados intentando buscar a Edwin, aunque estuviera con mi padre, todavía me había dejado un gusto amargo en la boca.
Al paso de unas horas, tuvimos un pequeño descanso en un tronco que parecía cómodo, y nos sentamos para tomar aire antes de seguir con la búsqueda. Pero todavía no había señales de vampiros o Edwin.

Cuando nos levantamos para seguir, escuché un silbido agudo, que tarareaba una canción...

Le hice señas a mi tío para idear un plan y él preparó su hacha de madera. Empezamos a caminar lentamente hacía el silbido, que parecía estar cada vez más cerca. Y no voy a mentir, cada vez que estábamos cerca de un vampiro sentía un miedo incontrolable, después de mis encuentros traumáticos, el terror de ver un asesinato todavía rondaba mi cabeza miles de veces.

El silbido cesó.

Miré para todos lados, cuando fijé la mirada atrás mío. Mi tío ya no estaba.
Entré en pánico, no sabía a donde mirar o apuntar con mi ballesta, era oscuridad pura. Lo último que necesitaba en mi vida era otro encuentro sola por la noche con un vampiro.

—¿Quién está ahí?—Grité jadeante a los vientos, aunque no suponía que alguien respondería. Y si se tratara de un vampiro, por mi temblorosa voz, le parecería la ocasión perfecta para asesinar una joven con miedo. El viento removió mi cabello sobre mi cara, y una mano fría me sacó la ballesta de un tirón, y solo quedaron mis manos vacías.

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora