capítulo 5

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Blake y yo seguíamos en la misma escuela.
Y era mi peor castigo.

No soportaba verlo todos los días. Por que en esos ojos verdes, veía aquellas hierbas en donde se encontraba mi hermano tirado en el suelo aquel día de la caza.
Era un sentimiento oscuro hablarle a aquella persona que mató a tus dos personas más importantes.

Pero hoy sería su fin.

Y tal vez a mi hermano le costó la vida intentarlo, pero yo me vengaría por él. ¿Qué más podía perder?

Terminé la carne de ciervo que comí desesperadamente, mientras mis padres me miraban extrañados por mis acciones. Tenía que llenarme para poder tener energía, y si eso constaba de comer la comida con sabor a mierda de paloma, que así sea.

Volvimos de la misa familiar y salimos al estante de las armas.

Se me hizo un vuelco el corazón cuando vi el arco de mi hermano. No tenía tiempo para lamentarme, agarré mi ballesta, algunas navajas secretas de madera y algunas bombas de ajo por si las necesitaba.
Mi tío, ya estaba en la salida y apenas sonó la sirena, los dos salimos disparados al bosque como de costumbre. Mientras corríamos, había algo que me generaba mucha curiosidad, pero no pude dejarlo solo en mis pensamientos.

—¿A dónde te habías ido la otra caza?— Pregunté levantando una ceja, me parecía divertido imaginar las cosas que pudo haber hecho Blake con mi tío, que tuvo que caer del cielo. Él se frotó su cabeza calva y suspiró para hablar.

—Bueno, algo me llevó hasta los cielos, no sé que era... ¿Una sombra? Y empecé a dar vueltas hasta caer en el árbol.— Respondió traumado, recordando cada parte que había pasado con una mueca de horror. Después me preguntó que había sido de mi en ese momento, pero yo empecé a crear excusas de haber visto algo y salir corriendo. Él me dió un sermón de lo irresponsable que era, y asentí con falso arrepentimiento.

El silbido agudo.

Empiezo a correr más rápido en donde creía que provenía el sonido, me di vuelta par a ver a mi tío y ya había desaparecido otra vez. —Ya me encontró.—Pensé, sujetando la ballesta que probablemente me quitaría en algunos segundos. Me quedé un rato mirando a mis alrededores, estaba tan seria que casi no respiraba.

—¡Boo!

Puse los ojos como platos y me di vuelta, empecé a gritar pero la mano de Blake —Extremadamente fría— Se apoyó en mi boca para que dejara de hacer ruido y se quedó atrás mío hasta asegurarse de que no volviera a gritar. Me saqué su mano de mi rostro y vi el
suyo descubierto, extrañaba verlo así.

—Lo siento, no quería que tu familia de raritos vuelva a perseguirme... ¿Quién le dió una espada de madera a esa vieja loca?—Criticó Blake con terror manifestando en su cara, recordando el momento en cada palabra que decía. Aunque sabía que la vieja loca, claramente era mi abuela.

Nos quedamos los dos callados un rato pero él hizo un suspiro largo, como si estuviera por confesarme algo importante.

—Hoy deduje que estás enojada conmigo porque el otro día asesiné a tu hermano. Estoy muy arrepentido... Pero no puedes culparme, no sabía quién era, además él era tan malo con el arco y flecha.—Apuntó mientras se reía.

Era el momento.
Tensé todos mis músculos, tomo aire, cerré mis manos lo más fuerte posible y largué un puñetazo hacia su estómago. Él se retorció del dolor, y aproveché la distracción para buscar mis armas secretas.

—¿Buscabas esto?

Sacó de su mano mi navaja de madera que había escondido en mi pierna. Blake empezó a reírse y escupió sangre por el golpe. Gruñó del dolor pero volvió a ponerse de pie.

—Ya puedes dejar el juego de intentar matarme por tu venganza y bla, bla, bla.—Advirtió enojado.

Tal vez ya estaba agotado de tener una pelea conmigo cada vez que nos veíamos, y a decir verdad, yo también. Relajé mis músculos, los dos ya teníamos una postura más relajada. Empecé a caminar en círculos sobre la tierra húmeda como él lo hacía.

—Blake Wade, elegiste un buen nombre, los demás piensan que eres súper lindo.—Murmuré, mientras mi boca se curvaba en una sonrisa cuando recitaba las tonterías que decían sobre él. Blake me miró con curiosidad, levantando las dos cejas y con su cara iluminada.

—-¿Jamás pensaste que los demás tienen razón?—Contestó acercándose a mi lentamente.
Después por la falta de estabilidad por del golpe que le había dado,
él se volvió a caer al suelo y a reírse, como si le hubiera contado el mejor chiste. Empezó a levitar por los aires y me extendió la mano para que lo siguiera.

Aunque pensé que lo rechazaría, mi cuerpo actuó lo contrario y extendí mi mano lentamente a la suya, mis pies se elevaron de la tierra y empecé a volar por los aires. Se veían todas las copas de los inmensos árboles, algunas linternas de mis familiares buscando bestias y las luces del pueblo titilaban a lo lejos. Llegamos tan alto que nos sentamos en la copa de un árbol, a decir verdad, era parecido a una almohada pero seguía un tanto puntiaguda. Estaba hipnotizada viendo la vista desde allí.

—Esto es...

—¿Fantástico? Sí, supuse que lo dirías.

—Iba a decir extraño, aunque es una buena ventaja poder volar por los aires así.—Establecí mirando al horizonte con mis ojos abiertos, era algo increíble, que jamás pensé que podría hacer. Cuando dije de que me parecía una ventaja, él pareció molestarle mucho el comentario, y su cara se tornó más apagada.

—¿Ventaja? Ser un humano normal y que de un día a otro seas el más buscando, teniendo que vivir ocultándome de la estúpida sociedad, no es ninguna ventaja.—Respondió triste.

—¿Antes no solías ser un vampiro?—Cuestioné manteniendo el gesto serio.

—Claro que no, los vampiros somos una especie infectada. No soy una entidad fija, como los demonios.—Respondió como si fuera lo más obvio de la tierra, mostrando un lado de su cuello que tenía una mancha negra que se expandía en líneas por todo su rostro como si fueran ramas de árboles.

—No lo sabía...

—No es de mucha importancia. Se trata de solo un niño que fue mordido por la fuerza... La historia es divertida.—Afirmó mientras su nariz se arrugaba y sus lágrimas lucharan por salir, aunque él lo estuviera impidiendo a toda costa.

Por alguna razón, sentí empatía por él.

Sus ojos podían decirme todo lo que realmente pensaba, era como si estuviera diciéndome lo que sentía sin palabras.
Podía sentir su soledad, me veía reflejada en él y se me hacía tan similar a mi vida que era extraño. Mi corazón actuó antes que mi mente, deslicé mi mano por arriba a la suya, que estaba empezando a temblar.
Él empezó a sonrojarse en un rojo vívido sobre sus mejillas pálidas, pero yo solo lo miraba esos ojos verdes que estaban por quebrarse en mil pedazos.

—Quiero saber esa historia.—Agregué.

—Hm...

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora