capítulo 6

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Blake.

8 años atrás...

Las personas dicen que la vida siempre da un giro, y que es ese cambio siempre es algo bueno.

Yo creo que ese giro fue más como una maldición.

¿Pero qué es un niño de ocho años para todos los adultos que decían estupideces? Era lamentable saber que ni siquiera mis padres me prestaban un mínimo de atención. Pero no podía culparlos, trabajaban duro para mantenerme vivo cada día, pero esos días que vivía no eran con ellos. ¿Qué más podía pedirles?

Salir de la escuela era mi parte menos preferida del día, despedirme de todos mis amigos, masas de gente empujándome para todos lados, desesperados por salir como cerdos en una granja.

Volver a casa.

Recogí mi mochila con tristeza y me fui al callejón por donde estaba mi casa, mientras mi estómago tronaba rogando por algo de comer, yo no tenía nada a mano para satisfacerlo.
Aquel callejón por el que pasaba todos los días era horrible y espeluznante. Pero uno se acostumbraba con el tiempo. Es más, me divertía ver los cables por donde las ratas pasaban de una casa a otra, y era divertido escuchar los gritos de la pobre gente cuando se los encontraban en su cocina. También habían algunas gotas de una cañería que estaba abierta que caían directo en mi cara, me saqué el líquido marrón. —Supuesta agua—Con mis manos y solo hizo que toda mi cara todavía más sucia. Empecé a acelerar el paso, tal vez ahora si me quería ir a casa.

—¡AAAHHH!

Un grito muy agudo y desgarrador salió por detrás mío, me di vuelta asustado, con la respiración agitaba y mi corazón latiendo a mil por hora, ese grito no parecía nada humano, una figura extraña se acercó a mi, y me quedé tan impactado, que dejé caer mi mochila azul de perritos.

Era una señora bastante vieja, pero su cara era... Extraña. Tenía la piel muy pálida, sus manos tenía unas uñas negras largas y puntiagudas, vestía una camisa infestada de sangre roja, como su cuerpo completo. Pero lo que más me puso la piel de gallina, fueron sus ojos que estaban completamente negros, y estaba llorando, pero sus lágrimas eran de un líquido oscuro, que lo hacía ver todavía más perturbador.
Me quedé paralizado por unos minutos, y después se abalanzó hacía mi agarrando mi cuerpo de niño, cayendo al suelo sucio mientras la señora seguía llorando. Quería gritar, pero el miedo no me dejaba articular ninguna palabra, solo abrir los ojos, y presenciar mi propia muerte en un callejón vacío.

—Ay mi niño... No quiero matarte, tan jovencito.—Rugió la extraña, y era realmente traumático verla intentando que ella misma no me matase. Cerraba sus ojos con fuerza y hacía el mayor esfuerzo para no abrir su boca con colmillos, que estaba tan cerca de mi cuello que en un segundo ya podría acabar conmigo.
Empezó a lanzar gritos desesperados mientras batallaba con ella misma, pude llegar a oír que gritaba entre los alaridos.—Oh mi dios Torrok, déjalo vivir.—Seguía haciendo un ruidos espantosos. ¿Quién era Torrok? Aproveché su distracción y forcejeé con sus manos fuertes para intentar escapar. Pero era imposible, tenía una fuerza inhumana.

Era una bestia, algo espantoso.
Tal vez era... Un vampiro.

Eso me puso todavía más pálido, todas las historias que había oído sobre esos seres eran realmente aterradoras, y sobre todo cuando gobernaban mis pesadillas todas las noches. Volví a cerrar los ojos para morir, pero la vampiresa dejó de gritar, y se quedó suspendida en el aire con los ojos en blanco, como si alguien la estuviera poseyendo.
Me alarmé todavía más, empecé a correr pero ella volvió a perseguirme por los aires y me agarró del cuello.
Miré sus ojos blancos, como dos canicas brillantes.
Inyectó sus colmillos en mi y dolía horrores, era como si estuviera pasando su alma por mi sangre, sentía cada extremidad de mi pequeños pinchazos que me hacían gritar, se apartó de mi y desapareció en un polvo gris, que rápidamente se esfumó en el aire húmedo del callejón.

Estaba demasiado traumado para hacer algo.

Me quedé un rato en el callejón tumbado de boca abajo, pero el miedo de la posibilidad de que vuelva a aparecer se apoderó de mi, y seguí mi rumbo a casa corriendo como si no hubiera un mañana.

Toqué la puerta y me abrió mi hermano mayor, Will, sonriente como siempre. Pero al verme quedó paralizado por mi aspecto.

—¿Qué es esto?—Preguntó alarmado, pero dejándome pasar adentro ya que sabía que tenía frío, y mi piel de gallina me delataba.

—Nada.

No sé por qué mentí, podría haber dicho la verdad, pero por el cansancio decidí no hacer nada al respecto. La mesa ya estaba servida con la comida, y toda mi familia excepto Will y yo estaba sentada esperándome con impaciencia. Me senté avergonzado y todos se lanzaron a la comida, pero ya había perdido el apetito.
Luchaba con todas mis fuerzas para mantener una respiración normal, pero mis músculos se estaban empezando a tensar demasiado y mi piel se había vuelto más pálida de lo que ya era. Empecé a agitarme, moviéndome para todos lados inconscientemente como una convulsión. Deseaba que nadie me viera, y fue así, ya que todos me ignoraban.

—M-mamá.—Tartamudeé muy pálido mientras seguía moviéndome, mi mamá soltó su plato con enojo y me miró como si fuera un bicho raro.

—¿Qué carajos te pasa Blake?

Pero ya era muy tarde para dar explicaciones, que ni yo mismo sabía con certeza.

Mis ojos se tornaron negros y mi mente dejó de ser mía.

Solo podía ver lo que hacía.

Me abalancé sobre mi madre y le di un corte fuerte con mis uñas. —Ya no tan de niño pequeño—Que por fuerza y velocidad, separaron a la pobre mujer en la cabeza y su cuerpo. Todos empezaron a gritar, seguí desviviendo a todos, uno por uno de la forma más cruel posible.

Cuando todos estaban muertos, agarré sus cuerpos y empecé a drenar toda su sangre, saciando mi hambre, dejándolos pálidos y sin vida, con miles de moretones negros por todos lados, y charcos enormes de sangre por todos lados de la casa.
Después de eso, solo recuerdo quedarme dormido, y después de unas horas, ya volví a ser yo mismo.
Abrí los ojos con cansancio, y me froté uno de ellos con el puño de una mano. Pero cuando lo hice, toda mi cara quedó manchada de sangre, me levanté asustado y miré a mis alrededores.

Pensaba que era otra de mis pesadillas.
Pero esta era real.

—¿Quién anda ahí? ¡Hable o tiraremos la puerta abajo!

Me di vuelta rápidamente y habían luces rojas y azules en la entrada, portazos fuertes y gente gritando. Empecé a entrar en pánico, no sabía qué hacer.

Sabía que yo los había matado a todos.

Una ventana abierta, mi última esperanza de vida.

Trepé la ventana que desembocaba en un bosque oscuro. Corrí con mis pies de niño débil y me adentré en la densidad de la noche.
Mis lágrimas frías se caían de costado por correr tan veloz, como mis pulmones pinchados que estaban a nada de dejar de funcionar y mi corazón se había partido en añicos. Estaba perdido.
Me senté en un gran árbol, y comencé a llorar en un rincón sin saber qué otra cosa hacer.

—Tranquilo Blake Wade, lo que tú tienes es un poder, no debes lamentarte.

Una voz habló tan ronca y grave que me hacía doler mi pequeña cabeza, miré arriba. Nunca había visto algo como eso, aunque era parecido a la pintura del diablo que se escondía en una esquina de la iglesia, y que me traía las peores pesadillas.

Nunca lo había visto, pero su nombre brotó de mi como un rayo eléctrico.

—Torrok.

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora