capítulo 7

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Me quedé impactada con su pasado.

Toda mi corta vida, mis padres me habían enseñado que los vampiros eran criaturas del diablo, no mortales, peligrosas y sin alma. Que nuestro deber como cazadores era asesinarlos como ofrenda a los dioses, para dar un mensaje de que estábamos agradecidos, y de que el mal siempre iba a ser desterrado de nuestras tierras. Blake era la clara prueba de esta teoría, era malvado, asesinaba personas inocentes, se reía de los vulnerables.

Pero en ese momento, parecía tan humano.

Todavía seguíamos sentados en la copa del árbol, de la noche oscura con una pequeña luna amarilla. Él no se había movido en ningún momento, estaba sentado con una postura relajada, expresión apagada y nuestras manos todavía estaban entrelazadas.

—Eso fue... Horrible, Blake.—Aclaré con la voz entrecortada. Era demasiado triste para que un persona pudiera soportarlo y seguir con su vida.
Eso solo logró ponerme aún más deprimida.

—Bueno, al menos me ayudó a ser quién soy ahora.—Bromeó intentando reír.

—¿Un vampiro asesino que desvive gente en segundos, asociado con el diablo y es prácticamente la pesadilla de todo el pueblo?—Pregunté alzando una ceja, y él miró para arriba con un brillo de felicidad.

—Me gusta como suena eso.—Respondió.

Nos quedamos un rato callados, escuchando los gritos de mi abuela con su espada que ponían a Blake con los pelos de punta, mientras yo me reía por su terror a una señora anciana ultra-cristiana que lo había estado persiguiendo. Los dos miramos para abajo un segundo, y vimos que nuestras manos seguían unidas. Automáticamente las separamos de un tirón, mirando para cualquier otro lado que no fuera el otro.

—Si quieres, te puedo contar un poco de mi vida.—Dije con un tono divertido mientras mis comisuras se iban hacía arriba. Él me observó como si fuera la persona más estúpida del planeta. ¿Qué era tan evidente?

—Pf, eso no hace mucha falta, ya sé todo sobre ti.—Bufó y después se quedó replanteando lo que había dicho con los ojos abiertos de par en par. Como no podría revertir el tiempo, dió un largo suspiro y cerró los ojos con fuerza.

Una sensación de calor se extendió por todo mi cuerpo, y supuse que me estaba empezando a sonrojar. Intenté distraerme mirando a otros lados, no quería que me viera así.

—Desde que maté a esa chica del campamento, te persigo todas las noches.—Confesó con duda de si estaba haciendo lo correcto o no. Yo me quedé boquiabierta cuando lo escuché, no lo podía creer.

—Eso es... Muy perturbador.

Él me volvió a observar con sus ojos verdes hipnotizantes.

—¿Qué querías que haga? Para un vampiro que duerme de día y vaga por la noche, solo, matando gente. Es una fiesta de fantasmas, no hay nada que hacer.—Otra de sus extrañas confesiones de vampiros extremadamente solos, tanto que, era preocupante.

—Sigue siendo igual de perturbador.—Opiné intentando mostrar seriedad. Pero mis comisuras se volvían a ir hacía arriba y las de él también. No tardamos mucho en comenzar a reírnos, no sabíamos de qué exactamente, pero en el mundo tan serio y cruel, no podríamos hacer otra cosa que reírnos para no consumirse de este.

Su piel era tan pálida como fría, pero por alguna razón, y bastante extraña, él me daba tanta calidez a mi alma como si le estuviera dando un abrazo. Era como un verano caluroso, aunque por su aspecto y personalidad parecía el invierno en su máxima expresión. 
Apoyé mi mano sobre una rama filosa para tener mejor estabilidad, pero esta se quebró, cayéndose y tropezándome encima de él.
Me agarró por instinto con sus brazos, pero cuando alcé mi cabeza, su reluciente rostro reflejado por la luz blanca de la luna estaba a pocos centímetros del mío, noté que podía oír su respiración que subía y bajaba de forma muy relajada.

Los dos entramos en pánico y nos separamos al instante.

—Jaja, no sé por qué pasó eso.—Murmuré mirando a su lado opuesto, intentando aliviar la tensión que se había creado. Intenté despejarme viendo al horizonte por milésima vez, y aunque esperaba una respuesta...

Él no respondió.

Me pareció muy extraño que se quedara callado, y me di vuelta para verlo una vez más.

Lancé un grito de horror que hizo retumbar el bosque completo y asustar bandadas de murciélagos.
Blake estaba llorando ¿Sangre negra?

Sus ojos estaban negros como dos vacíos y su piel estaba empezando a blanquearse demasiado, que hacía contraste con sus venas negras que parecían las ramas de los árboles sin hojas tan propios del invierno.

Podría observarlo todo el día transformarse tan interesantemente, si no estuviera a punto de acabar con mi vida.

Él empezó a chillar muy agudamente palabras inentendibles e inhumanas, pero solo logré distinguir un grito que sí parecía venir de él. Era su voz.

—¡CORRE!

No cuestioné en absoluto, bajé del árbol sin pensarlo dos veces y caí en picada al suelo. Me estampé en un golpe seco contra la tierra, que me dejó un dolor insoportable en todo el cuerpo. Grité del dolor pero me reincorporé para seguir corriendo. El pánico se había apoderado de mi, mientras escapaba lo más rápido posible, pensé que lo había perdido. Pero era demasiado fácil para el ser que es, así que me di vuelta...

Estaba él.

Pero no era el mismo.

Estaba levitando sobre el aire, goteando un líquido negro que caía en la tierra y quemaba el suelo haciendo un humo nauseabundo que olía insoportablemente fuerte. Sus ojos demoníacos se acercaban con ira. Era igual a lo que había descripto de la señora que lo había infectado cuando era niño.
Mis piernas tomaron un último impulso, y otra vez corrí por mi vida en el bosque oscuro, esquivando rocas y árboles aunque tenía bastantes cortes en las piernas que derramaban sangre por haberme tropezado tantas veces en la oscuridad que me volvía torpe. Sentía aquel silbido cada vez más cerca, pero no bajaría los brazos ahora. Esa cosa no acabaría con mi vida, no dejaría que muriese ahora.

Y un milagro ocurrió, entre los grandes árboles distinguí la luz de mi cabaña.

Mi hogar.

Probablemente no podría acercarse allí por la cantidad absurda de crucifijos y cosas cristianas que nos protegían cada noche, entonces hice un esfuerzo para llegar lo antes posible, con una sonrisa en mis labios resecos por correr, pero esta vez, con esperanza.

Cuando estaba por llegar, la criatura extraña que solía ser Blake me dió un tirón con sus uñas en el hombro, que me dejó sangrando como si una parte de mi cuerpo había sido arrebatada. —Pero qué mierda—Pensaba mirando el sangrado por todos lados con una parte que le faltaba. Llegué a la puerta, giré de la perilla y caí de rodillas en el piso viejo de madera.

Nunca había estado tan feliz de volver a casa.

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora