capítulo 4

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Intenté a toda costa crear excusas para no ir a la escuela.

Pero mis padres se negaban constantemente.

Era mucho más difícil pasar de año si no tenía una asistencia completa, entonces tuve que ir sin remordimientos, aunque no estaba contenta de ello.
Llegué rápidamente y me senté sobre un escritorio sin saludar a nadie, mirando al suelo. Todo estaba tan muerto para mi, que ya no quedaba nada a lo que valiera la pena posar mis ojos.
El timbre de llegada hizo que me tapara los oídos con mis manos. Todos mis demás compañeros de clase se sentaron y la profesora de literatura entró por la puerta principal.

—Buenos días clase.—Vociferó la profesora mientras posaba una mano sobre el escritorio de madera.
Todos le devolvimos el saludo en unísono, y nos sentamos en nuestros respectivos bancos. El mío, vacío. Desde la muerte de Shopie nadie se atrevía a venir a mi lado.
La profesora aclaró la garganta para decir algo, y todos los murmullos de la clase cesaron en un segundo.

—Tengo un anuncio importante. Hoy tenemos la suerte de recibir a un nuevo estudiante, viene de intercambio desde Holanda.

Todos mirábamos con curiosidad la puerta cuando se abrió, aunque se quedó un rato abierta como si estuviera dudando en entrar o no.
En algunos minutos largos, un chico salió de aquella puerta.

Este tipo otra vez.

Con ojos verdes oscuro como los pinos del bosque que rodeaba mi casa, cabello oscuro y desordenado tan ondulado como las olas del mar y piel pálida que casi pareciera un ser fuera de la especie. También estaba vestido un poco raro, tenía una sudadera negra y unos jeans sin ninguna rotura, con anteojos de sol y una gorra que le cubría toda la cara. Me pareció que era medio obvio saber que era un vampiro si decidía vestir así, pero giré la cabeza para ver la reacción de los demás, y todos lo miraban con aprobación, como si fuera algo normal.

Ahora entiendo por qué somos el pueblo con más casos de asesinato por vampiros en el mundo.

Me quedé boquiabierta mirándolo por el valor que tenía para ir a la escuela. A mi escuela.

El "nuevo estudiante súper humano" sonreía ampliamente mirando a todos mis estúpidos compañeros, que cuchicheaban como loros cosas sobre él. Se dirigió a la profesora que lo miraba orgullosa, y le extendió la mano alegremente, mientras ella se impactaba por la emoción que tenía de que un estudiante estaba entusiasmado por empezar esta deprimente escuela secundaria.

—Es realmente lindo.—Logré escuchar desde unas chicas que se encontraban atrás mío. Ese comentario me cayó como un tanque del cielo. Me di la vuelta y la miré frunciendo el ceño mientras entrecerraba mis ojos con odio.

—¿Qué te pasa Krause? ¿Acaso es tu novio?—Balbuceó con descaro, moviendo su cabello rubio de un lado a otro para que el nuevo estudiante la viera.
Puse los ojos en blanco y la ignoré, volviendo a la escena que podía presenciar con mis propios ojos;

Un vampiro asesino entrando a una escuela llena de jóvenes para devorarlos sin pausa.
La profesora Smith le hizo señales con sus dedos para que se presentara a la clase, él asintió con la cabeza y miró al horizonte.

—Hola, soy Blake Wade, el nuevo estudiante. Em.... Me gustan las películas románticas con finales tristes, los gatos y las series de vampiros sexys.—Comentó él con esa hermosa voz que cautivó a toda la clase, haciendo oídos sordos a todas las estupideces que había dicho. Que en el fondo sabía de que si fuera otra persona, nadie le hubiera dirigido ni un saludo.

La profesora preguntó en donde podría sentarse y todos empezaron a levantar la mano desesperados, aunque sus bancos ya estaban ocupados por otras personas. Blake miró al asiento vacío a mi lado, y lo señaló para preguntar si podría ir allí. La profesora asintió decepcionada, aunque todos los demás miraban con terror a donde se estaba sentando. El banco de Shopie.
Se apoyó en aquella silla que alguna vez fue de la persona a la que asesinó ante mis ojos. No se molestó en saludarme, sacó sus libros y empezó con la clase como si nada.

—Ahora mismo Wade, estas sentado en donde solía estar la persona que mataste hace dos meses.—Murmuré cerca suyo para que me oyera bien claro, él giró la cabeza y parpadeó extrañado.

—¿Cuál de todos? Sabes, asesino mucha gente en dos meses... ¡Ah! ¡Hablas de la chica del campamento!—Afirmó sarcásticamente como si hubiera recordado un recuerdo de su infancia, o resuelto un caso del crimen. Yo lo miré con un odio tan profundo que parecía inexplicable. ¿Cómo podía hablar de gente muerta con tanta normalidad?

—Te odio tanto... Podría matarte ahora mismo.

—Emm... ¿Bien? No esperaba que tu familia ultra-cristiana te contagiara el espíritu de matar criaturas "demoníacas".

—¿Estás actuando verdad? Sabes muy bien de lo que hablo, Wade.—Este tipo ya me estaba hirviendo la sangre, odiaba su sarcasmo, su voz. Todo sobre él.

—Ya te dije que no, Krause. Ahora, si me permites, me gustaría prestar atención a la clase. Me gusta mucho la literatura... Ya sabes... Eduardo Alano el Poe.

—Juro que te voy a...

En ese momento, la profesora se encontraba entre nosotros dos, mirando con desprecio a mi rostro. Después, empezó a dar un largo discurso sobre los alumnos de hoy en día y lo irrespetuosos que éramos, entre miles de formas para decirnos que se arrepentía de haber estudiado esa carrera.
Más tarde, llegó la hora que había estado esperando todo el día, y mi razón para no escaparme de la escuela. Matemáticas.

Saqué mis libros emocionada, empezando a realizar ejercicios con una sonrisa. Blake me observó arrugando la nariz como si fuera un bicho raro, pero después volvió a sus libros con una mano en su barbilla.
El profesor Smith llegó, y comenzó la clase.

Todo estaba como siempre lo había sido, pero mi paciencia a Blake Wade colmó por completo cuando el profesor hizo un cálculo largo de práctica.
Pero antes de que levantara la mano, Blake la alzó primero y obtuvo la palabra. Esto tenía que ser una broma.

—La respuesta es, trescientos ochenta y uno.

—¡Correcto, chico nuevo! Interesante, parece que Shanna tiene una nueva competencia.—Celebró el profesor sonriente, mientras Blake le devolvía la sonrisa con más entusiasmo.

Al principio pensé que solo había tenido suerte, pero toda la clase entera se trató de él respondiendo preguntas a una rapidez alarmante mientras el profesor lo elogiaba como si fuera su hijo favorito. El timbre de salida sonó y todos empezaron a guardar sus mochilas, yo ya tenía demasiado de Blake Wade, y había sido su primer día.
Estaba a punto de irse pero apoyé una mano sobre su espalda y lo obligué a darse la vuelta. Él se había sacado los lentes, y ahora podía ver mejor su cara.

—Mira, yo no sé que mierda se te pasa por la cabeza, pero si estás aburrido, puedes irte a otro pueblo a matar personas y comértelas como si fueran un sándwich. En mi vida, no te vas a meter. ¿Oíste?—Solté casi gritando, mientras le decía todo lo que tenía atorado en la garganta desde que se presento en el maldito salón.
Blake revoloteaba las pestañas y bufó divertido. ¿Qué mierda le pasa a este tipo?

—¿Sándwich? Nunca se me había ocurrido de esa forma.

Y sin nada más que decir, se dió la vuelta. Lo vi yéndose por la calle con sus lentes negros que se había vuelto a poner por la luz solar, y esa gorra tan grande que le tapaba toda su cara. Cerré los puños y golpeé un casillero que tenía a mi lado.

No lo soportaba.

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora