capítulo 13

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Llegué a mi hogar con los pies temblorosos, y abrí la habitación de mis padres, que seguían en pleno sueño, lo que me daba tiempo para volver a mi cuarto y fingir que nada pasó.

Que jamás volvería a verlos, que probablemente moriría pronto.

Evité mis pensamientos que estaban empezando a humedecer mis ojos, y me fui a mi habitación, hice un paño de agua húmedo para mi frente, simulando un dolor de cabeza, me recosté y cerré los ojos. Aunque ya sabía que no dormiría nada.

¿Quién podría caer en un sueño después de las pesadillas que me habían ocurrido?

Cuando ellos se levantaron, actué con normalidad y les di la excusa de que estaba demasiado enferma para ir, de alguna manera me creyeron y los dos se fueron al trabajo.
Inmediatamente me levanté de las sábanas y analicé mi espacio. ¿Qué podría llevar una fugitiva perseguida por todos los vampiros más poderosos? Comencé a buscar en los estantes de armas Krause, y agarré la mayor cantidad de cosas que cabían en mi mochila más grande.
Escondí todo debajo de la cama y me dediqué toda la tarde a leer escritos viejos sobre criaturas extrañas que tenía mi abuela en su biblioteca privada, prestando atención a cada detalle que escribía sobre cualquier cosa, necesitaba saber aunque sea un poco sobre a lo que me enfrentaba.

Cuando cayó la noche, mis padres llegaron e hicieron la cena, bajé inmediatamente y me senté en mi silla, al lado de la de Edwin, que estaba vacía. Mi madre llegó con un gran plato y no me sorprendió en absoluto qué era.

Carne de ciervo.

Me serví un pedazo y empecé a comer. Esta era mi última cena con mi familia, unas últimas horas de mi tan amado hogar, la última vez que vería algo que me recordara a Edwin, la cara de mis padres, la carne de ciervo, que hoy estaba especialmente deliciosa.
Comí lo más rápido posible y los saludé para irme a la habitación, cerré la puerta con fuerza y me tapé la boca con las manos.

Empecé a llorar desconsoladamente mientras me caía al piso de rodillas. Ya no soportaba pensar así. Le tenía un odio tan profundo a las despedidas, saber que no los vería nunca más.

Después de unas horas, cuando mis lágrimas se secaron lo suficiente y mis ojos dejaron de hincharse, salí de la habitación, caminé algunos pasos pequeños y toqué la puerta de mis padres.
Me dejaron entrar, y allí estaban los dos. Mi último pedazo que todavía quedaba de este lugar.

—¿Pasa algo Shanna?—Preguntó mi padre, dejando de lado un libro y mirándome de reojo con sus lentes de lectura. Mi madre también estaba sorprendida, con su teléfono en la mano y los ruleros que sostenían su cabello rubio.

—Es que los quiero...Mucho.—Confesé.

Cuando lo dije, los dos se quedaron impactados, yo también. Después ambos sonrieron y me desearon las buenas noches. Me largué de la habitación con lágrimas que rodeaban mis mejillas otra vez. No estaba preparada para esto.
Entre de vuelta a mi habitación y saqué lentamente mi mochila, asegurándome de li hacer ningún ruido extraño. Me senté en mi cama y pasé mi mano por las sábanas con flores que tenía desde pequeña. Ahora me daban tanta nostalgia.

—Tu cuarto es un desastre.

Grité rápidamente y me di vuelta a donde provenía la voz. En mi ventana, se asomaba la cabeza de Blake de arriba abajo, con todo su cabello negro cayendo por la gravedad, pero aún así se veía realmente bien. Después se desvaneció en la sombra negra y volvió a tener forma dentro de mi cuarto, limpiándose su abrigo de cuero y sus pantalones grandes con miles de bolsillos.

—Sí...Bueno no importa ahora. No creo que estoy lista.—Admití volviéndome a sentar en mi cama, cerrando los ojos como si así olvidara todo lo que estaba pasando.

Él se sentó a mi lado, y en ese silencio solo se escuchaban los diferentes sonidos de los pájaros, que no hacían otra cosa más que recordarme a mi infancia. Después Blake agarró mi brazo derecho con una mano delicadamente, obligándome a mirar su rostro de cerca.

—Sabes muy bien que no puedo prometerte que salgamos vivos de esto, pero ten en cuenta que haré mi mayor esfuerzo. Quiero que tú vivas.—Dijo seriamente.

—¿Y quién no querría vivir?—Pregunté con la voz gélida, pero me sorprendió verlo callado, mirando para todos lados menos a mi dirección.

Me quedé perpleja por lo que me había respondido sin siquiera hablar. Pero en el fondo, me dió tristeza ver que alguien como Blake sufriera tanto.
Mató a mi hermano y prácticamente a todos mis seres queridos, pero al bledo mi odio hacía él, me tragué mi rencor y lo abracé fuertemente. Blake se quedó sorprendido.

—¿Eres Shanna Krause? Lo que me falta es que seas un Cambiaformas.—Bromeó sonriendo tontamente. Los dos reímos y de alguna manera, escapar con él volvía a ser una gran idea.

Abrió su bolsa negra y sacó un frasco con polvo blanco.—¿Se va a drogar o qué?—Pensé observando, pero después se lo esparció por las manos y extendió una mano para agarrar la mía.

—Ángel molido, con estos me puedo trasladar a cualquier parte del mundo. Uno de mis inventos estúpidos. Es...—Comentó antes de salir.

—Impresionante.—Agregué sorprendida, y noté que él se estaba sonrojando, y mi cara ardía incontrolablemente.

—Llévame a Laopok.

—¿Eso no es del otro lado del mundo?

Antes de que él respondiera, los dos nos desvanecimos y en unos minutos de oscuridad, caímos del cielo en el medio de un campo de trigo verde.
Nos paramos rápidamente y acomodamos todo nuestro equipaje. Blake señaló un camino lleno de árboles y empezamos a caminar hacia allí.
Ese lugar era hermoso, los árboles eran inmensos y llenos de hojas verdes que caían lentamente por la suave brisa cálida del camino.

—¿Hay algún plan, además de escapar de toda la horda y morir en el futuro más lejano posible?—Pregunté, esperando a que dijera que sí. Pero que esta vez no sea morir.

—Todos los vampiros menores le juran su vida por lealtad a los primeros tres reyes de la mesa principal. Torrok, Orkog y Arkik. Si acabamos con ellos, todos los demás que le juraron lealtad morirán en ese instante. El único problemita es que son inmortales... Y tienen demasiados poderes.—Explicó suavemente, para que supiera con exactitud cuál era el plan.

—¿Pero tú no eres un vampiro? Deberás haberle pactado a un rey.

—En realidad, no. Esa cena en la que tú estabas, Torrok pretendía que jurara mi lealtad asesinándote, pero como no paso, ya no le sirvo a nadie.—Respondió.

Me sorprendió lo inteligente que era, ni a mi se me hubiera ocurrido algo tan astuto.

—Bueno, entonces empezaremos por Orkog, ¿Donde podemos encontrarlo?—Cuestioné.

—En todos lados.—Contestó Blake como si fuera una obviedad.

—¿En todos lados?—Volví a inquirir estúpidamente.

—En todos lados.

Era Blake quién respondía, pero su voz ya no era la misma, era más grave. Me di vuelta a verlo y él se abalanzó sobre mi, pero ahora se veía como otro ser diferente.

Un Cambiaformas.

Un día másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora