Al cruzar el oscuro portón, se toparon con la figura sombría de Madre. De espaldas a ellos, revisaba varios papeles mientras sorbía de un cáliz repleto de sangre. Sana frenó en seco sin dejar de agarrar con fuerza a su hermano, quien mantenía los ojos entornados, aún adormilado. Una brisa gélida acompañó su entrada a la casa y fue entonces cuando Madre abandonó las múltiples hojas sobre una pequeña repisa para mirarles directamente. Su rostro calmado y la rectitud en su postura hizo que Sana tragara saliva. No tenía ni idea de cómo explicarle a su madre lo que había sucedido. No sabía si era por las extenuantes hombreras de su vestido o simplemente lo había imaginado por el miedo a ser reprendida, pero, en ese momento, la líder del clan lucía más imponente que de costumbre. Sin embargo, Madre no se preocupó en preguntar. Sin articular palabra, se acercó a San inspeccionando su estado, agarrando su rostro con sus lánguidos dedos adornados por unas largas uñas escarlatas, para posteriormente dirigir una mirada apacible a su hija mayor.
– Debe descansar, ha perdido mucha energía. Ordenaré que le lleven sangre animal de inmediato. –Aquellas palabras calculadas sonaban como una riña indirecta, haciendo estremecer a la futura heredera.
– Sí Madre, lo llevaré a su cuarto –respondió Sana, recuperando la compostura.
– Más vale que tengas una buena excusa hija –dijo con tranquilidad, mientras acomodaba algunas arrugas de su largo vestido vino–. No sé qué le ha pasado a tu hermano, pero parece grave. Sabes perfectamente que no me gusta que se armen escenas.
– No es nada Madre, solo un ataque repentino que he tenido que frenar. –Hizo una pausa, dándose cuenta de que la mirada de la mujer se había endurecido–. Creo que lo hemos sobrecargado de tareas y ha llegado a su límite... Ningún humano lo ha presenciado, no hay de qué preocuparse.
No hizo el amago de responder, Madre simplemente se limitó a asentir impasible, girándose de inmediato hasta que su figura elegante desapareció entre los peldaños. Sana tenía la garantía de que aquella excusa no era convincente para Madre. Jamás creería que esa fuera la razón por la que San se encontraba tan débil, aunque agradeció que no indagara, pues no tenía ganas ni estaba de humor como para enfrentarse a las consecuencias de aquellos actos. Tampoco sabría cómo explicárselo, ni siquiera por dónde debía empezar. Las mentiras y verdades a medias habían llegado muy lejos, y temía que serían solamente el principio de lo que estaba por llegar.
Los tenues rayos de luz se colaban entre las rendijas de la ventana, iluminando débilmente la habitación. Las cortinas de terciopelo oscuro bailaban al compás del viento, haciendo que su cuerpo se estremeciera por la brisa. Podía escuchar el leve sonido de la puerta abrirse, unos pasos crujir sobre la madera y lo que parecía ser cristal chocar. Su vista aún nublada, buscaba algún objeto reconocible, hasta vislumbrar la figura cansada de uno de los dokkaebi, quien servía sangre en una esbelta copa.
– Señor Choi. –La voz llegaba a sus oídos como un rumor distante–. Madre ha ordenado que se alimente de inmediato –continuó, dejando una jarra de cristal sobre la mesilla–, si me disculpa –finalizó, haciendo una reverencia antes de apresurarse en abandonar el cuarto.
Sin siquiera pronunciarse, San volvió a recostarse, con sus ojos fijos en el techo. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había llegado hasta aquel punto? ¿Qué va a pasar de ahora en adelante? En su mente, los recuerdos de aquel fatídico día empezaban a plasmarse con nitidez. Sabía que su naturaleza salvaje le había dominado por completo, recordaba los ojos llorosos de Wooyoung, cargados de temor. Sus uñas clavadas en su cuello, sus manos aprisionándolo hasta casi asfixiarlo. Le había hecho daño, y mucho. Y si no hubiese sido por su hermana, se temía haber hecho lo peor, lo inevitable. ¿Cómo estaría su novio? ¿Cómo se lo iba a explicar? ¿Cómo podría siquiera volver a mirarle a los ojos? No le iba a perdonar, Wooyoung jamás le perdonaría.
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Luna de Sangre // Woosan
FanfictionEn un pequeño pueblo, a las afueras de la provincia de Gyeongsangnam-do, una serie de asesinatos comienzan a perturbar su equilibrio. Pero lo que solo unos pocos saben es que entre sus habitantes, no todos son simples mortales. Magia, clanes rivales...