El caos se había desatado. Los gritos ensordecedores provenientes desde las afueras de la comisaría de policía denotaban el enfado evidente de los ciudadanos. Los sollozos de los familiares de las víctimas eran cada vez más numerosos, ante cada muerte, el descontento y la frustración aumentaba al igual que la preocupación por mantener el orden. Tanto para el clan Choi como para las autoridades locales, esta situación suponía un atroz inconveniente que se interponía entre las alianzas y la paz alcanzada por décadas. Las muertes iban sumando y no había rastro del artífice de aquellas brutalidades. Nadie, ni una misera evidencia y, las únicas presentadas sobre los cadáveres, apuntaban hacia un ser sobrenatural. Evidencia que no podía ser compartida ante los vecinos del pueblo.
Entre las pancartas y los alaridos, las familias pedían respuestas inmediatas. Los flashes de las cámaras saltaban entre los presentes y los reporteros del periódico local hacían acto de presencia. El miedo se había apoderado de la aldea en cuestión de segundos, y lo cierto era, que todos tenían motivos para sentirlo. Se habían reportado las muertes de los jóvenes tras encontrar el último cadáver hasta la fecha. El clan en compañía a la policía había decidido que así fuera pues, el secretismo solo traería consigo aún más descontrol. Dos de las muertes habían sido denunciadas como desapariciones y otra había aparecido ante los ojos de todos el día del festival. La única que aún faltaba por ser revelada era la ocurrida tres días atrás, la de aquella chica que yacía sobre el árbol de cerezo, encontrada cerca de la mansión Choi.
– Agente Jeong, ¡por favor! Debe escucharme. Mi hija, quiero ver a mi hija. Quiero sostenerla por última vez... ¿Por qué ha sucedido esto? ¿Por qué ella? ¿Quién fue el que la mató? Era tan joven, era una niña...–gritó sollozando una señora de mediana edad mientras agarraba desesperadamente el uniforme de Yunho, quien había salido de la oficina en un intento de manejar las insistentes quejas.
La apariencia de aquella mujer era simplemente devastadora. Sus ojos se encontraban hinchados y las ojeras enmarcaban su rostro, mostrando el sufrimiento evidente que sentía. Sus piernas temblaban y de su boca solo salían súplicas incesantes. Quería respuestas, todos los presentes las querían. Querían saber qué había ocurrido, querían ver los cuerpos, querían conocer quién les había arrebatado la vida a sus hijos.
– Señora Han, tiene que calmarse. No sé quién le ha hecho esto a su hija ni a los demás niños, pero le prometo que haremos todo lo posible para encontrar a los responsables. Se lo juro. Sé que esto no le devolverá su hija, lo sé ... pero, aunque sea, su alma podrá descansar en paz y usted podrá quedarse tranquila, podrá superar el duelo una vez que la verdad salga a la luz. Es una promesa –respondió Yunho con parsimonia, mirando a los ojos a aquella madre mientras colocaba una de sus manos sobre su hombro, buscando reconfortarla, y agarrando sus manos con fuerza–. Sé que estáis asustados y sobre todo dolidos por vuestras pérdidas, pero quiero que sepan que estamos haciendo todo lo posible para encontrar al culpable. El departamento no descansará ni un minuto hasta encontrarlo, es nuestro deber. Ahora, necesito que todos vayan a sus hogares e intenten estar lo más tranquilos posibles, en cuanto tengamos avances se los comentaremos en seguida, al igual que cuando ya sea posible despedirse de sus queridos hijos.
Entre caídas exasperadas, lágrimas, preguntas afiladas y susurros desconsolados, el barullo se disipa lentamente. En las puertas de la comisaría, Yunho siente una mirada clavarse en su espalda. Cabizbajo y con una expresión asustadiza, observa la silueta de una joven acercarse, saliendo de la multitud hasta colocarse a su lado. La heredera del clan Choi le observaba de arriba a abajo con una expresión indeducible en su rostro.
– Buenos días Sana, ¿puedo ayudarla en algo? –saludó Yunho cordialmente con los ojos clavados en ella.
– Hola Yunho. Estoy aquí para hablar con usted y con sus superiores, debemos convocar una reunión de urgencia. Hágame el favor de comentarlo usted. Hoy, a las diez de la noche, en la empresa. –La voz de Sana sale con seriedad. Su tono distante y frío hizo a Yunho estremecerse en su lugar.
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Luna de Sangre // Woosan
أدب الهواةEn un pequeño pueblo, a las afueras de la provincia de Gyeongsangnam-do, una serie de asesinatos comienzan a perturbar su equilibrio. Pero lo que solo unos pocos saben es que entre sus habitantes, no todos son simples mortales. Magia, clanes rivales...