Los destellos platinos de la luna llena acariciaban el perlado rostro del hombre. La melodía del viento primaveral envolvía el entorno, creando un aura melancólica y llevando al joven a la más profunda de sus cavilaciones. Las sombras, cada vez más densas y atosigantes, le acompañaban y como si de un foco se tratase, la luna únicamente le iluminaba a él, haciendo resaltar aún más su silueta. Exhalando el humo del cigarrillo, atormentaba su mente con recuerdos pasados. Unos suaves toques interrumpieron su beato descanso, así, con un movimiento de su mano, entreabrió la puerta. Aunque jamás pudo imaginar que vería a esa persona ante ella, en su hogar, en la mansión del clan. Con temor, se incorporó, dejando ver su figura imponente, a pesar de la debilidad que sentía con cada movimiento. Con pasos sigilosos y con un leve temblor, se acercó hasta él. Mientras, Wooyoung se limitaba a admirarle inmóvil, aguantando la respiración por el nerviosismo, con su corazón latiendo desenfrenado por la emoción de tener a San frente a él y, a la vez, temeroso por lo que podría pasar. El vampiro parecía cautivado ante la visión del joven humano, como si de una de sus miles de alucinaciones se tratase, como si estuviera viviendo un hermoso sueño del cual no quería despertar.
– ¿Wooyoung? –La voz de San salió como un suspiro. No podía creer lo que sus ojos veían, no sabía cómo el chico estaba allí y no se imaginaba por qué quería volver a verle después del daño que le había causado.
Repentinamente, el dolor infligido por el brazalete comenzó a punzar con fuerza. La presencia del joven hacía que el sádico artilugio retuviera su bestialidad. Con miedo, ocultó su brazo izquierdo tras su espalda jalando de la manga de su camisa e intentando disimular la expresión dolorida. No quería que Wooyoung supiese hasta donde había llegado por él.
– San... –La mente de Wooyoung, antes atormentada por las miles de dudas y preocupaciones, quedó en blanco, recobrando una paz que hacía tiempo parecía haber perdido. Una paz que no lograba encontrar desde su partida hacia la capital.
Sus ganas de correr hacia los brazos de San eran inmensas, pero obligó a su cuerpo a quedarse estático, en espera a cualquier movimiento que el contrario pudiese hacer. No le preocupaba su incolumidad, sino lo que, aquel añorado contacto, podría causar en su pareja. No sabía cómo actuar, como comportarse o incluso moverse. Todas las palabras que ansiaba decirle, todas las preguntas acerca de su naturaleza, de su familia, de lo que era él; fueron reemplazadas por el sentimiento, atascándose en su garganta. No se había dado cuenta hasta ese instante de cuanto le había echado de menos.
– ¿Estás bien? –preguntó San, incómodo. La situación era de lo más extraña–. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
– Debería ser yo quien te lo pregunte –suspiró Wooyoung. Allí estaba el San al que había conocido, siempre anteponiendo a los demás antes que a sí mismo–. Estoy bien, mucho mejor... Y han pasado tres semanas –respondió con una pequeña sonrisa y encogiéndose de hombros–. ¿Nunca saliste de esta habitación?
– Tenía miedo de hacerle daño a alguien o tener la mala idea de ir a buscarte por todo el país –dijo riendo apocado–. Mi hermana me dijo que volviste a Seúl. ¿Realmente estás bien?
Ante esta pregunta, Wooyoung nota como su novio se encontraba en dificultad. Sumamente nervioso, no paraba de balancearse y tocar su pelo, así como no se dignaba siquiera a mirarle a los ojos. No tenía idea de cómo gestionar todo aquello y estaba avergonzado.
– San estoy bien. Gracias al tratamiento he conseguido controlar mi ansiedad y mis crisis, aunque ya habrá tiempo para hablarlo con más calma –afirmó, mientras se acercaba lentamente, hasta quedar a escasos centímetros de él–. Sé que estoy vivo gracias a ti. No te tengo miedo.
Sus miradas se toparon la una con la otra, sus manos se rozaron y entrelazaron sus dedos sutilmente. Sus pieles parecían arder, ambos anhelaban aquel contacto. Torpemente, Wooyoung apartó un mechón azabache del rostro de San, llevándolo con delicadeza tras su oreja, aprovechando ese toque para repartir algunas caricias sobre su pelo. Ese gesto tan puro, hizo que San perdiese la compostura, rompiendo en un llanto desconsolado. Con fuerza, Wooyoung lo atrajo a sí, fundiéndose en un sentido abrazo.
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Luna de Sangre // Woosan
FanfictionEn un pequeño pueblo, a las afueras de la provincia de Gyeongsangnam-do, una serie de asesinatos comienzan a perturbar su equilibrio. Pero lo que solo unos pocos saben es que entre sus habitantes, no todos son simples mortales. Magia, clanes rivales...