Capítulo 22

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Habían pasado tres semanas desde que decidió abandonar el pueblo. En esas tres semanas, Wooyoung no recibió ninguna noticia de San, de lo que pasaba en aquella aldea perdida a las afueras de Gyeongsangnam-do, ni de si, al fin, aquellas horribles muertes habían cesado. Aunque de esto último era consciente de que la respuesta era negativa. Las pesadillas continuaban asolando su mente, aunque ahora con menor intensidad y, gracias a la medicación y a la ayuda terapéutica, sabía que él no era el culpable ni tenía algún poder para impedirlas. Que solo tendría que lidiar con la angustia que le producía ver morir noche tras noche; por mucho que le doliera, la medicina y la psicología no podrían darle la solución que buscaba. En esas tres semanas, fue poco el contacto con el mundo exterior más allá de la clínica, Jihyo y alguna visita de sus amigos. Tanto Yeonjun como Changbin estaban alerta de la situación psicológica de su amigo y, junto a su hermana, eran su única ancla y escapatoria a la soledad que le producía estar lejos de una de las personas que más amaba.

Ansiaba volver, encontrar las respuestas que necesitaba y anhelaba mirar los destellantes ojos de San, enlazarse nuevamente entre sus brazos, sentirse seguro. Aquellas tres semanas le habían ayudado a no preocuparse ni a pensar en demasía, pero la incertidumbre de lo que ocurriría le seguía carcomiendo. ¿San seguiría estando ahí para él? ¿Querría verle? ¿Sería capaz de controlarse para estar a su lado? Eran dudas que se repetían en su enmarañada mente y de las cuales solo obtendría respuestas volviendo. Dejando de nuevo Seúl y, esta vez, manteniendo su pasado atrás. Ahora lo que le importaba se encontraba a kilómetros de distancia, entre el río, montañas y llamativos prados rosados. Definitivamente, era hora de regresar.

Mientras, encerrado en la sepulcral habitación, San contemplaba con aburrimiento el paisaje desde el amplio balcón. Exhalando el humo del cigarrillo, con la brisa primaveral rozando el costado de su rostro, no paraba de pensar en el futuro reencuentro con Wooyoung. Imaginó miles de posibilidades y escenarios, pensando en las hipotéticas respuestas o reacciones que este podría tener al enfrentarse a esa conversación. Una conversación que le aterraba bajo cualquier circunstancia. Tres semanas habían pasado, semanas en las que su única motivación para seguir adelante era la esperanza de resolver aquella caótica situación y conseguir un final feliz para ambos. No conseguía alimentarse de forma correcta, ingerir alguna gota de sangre se le hacía prácticamente imposible por el miedo a perder nuevamente el control, aunque hacía el esfuerzo para no preocupar ulteriormente a sus hermanas ni desatar la ira de Madre. Se había excusado de su condición atribuyéndole la culpa a un momento de estrés, causado por las incontables tareas y recados que le correspondían, aunque bien sabía que nadie creía realmente en ello. Las únicas personas que le visitaron en ese momento de vulnerabilidad fueron sus hermanas y, de vez en cuando Mingi aparecía para molestarle y sacarle alguna sonrisa y Jongho, quien le traía las actualizaciones sobre todo lo que ocurría. En parte, le alegraba la estrecha relación que se entabló entre los tres. Le recordaba los viejos tiempos, en los que aún eran pequeños y ocupaban la mayoría de su tiempo en cometer travesuras a sus hermanas mayores. Le reconfortaba y le hacía sentir el apoyo familiar que tanto añoraba. De quien negó la visita fue de Yeosang, quien en un par de ocasiones intentó ver qué era lo que ocurría. Sin embargo, San sabía que si le veía le arrancaría la cabeza antes de que este abriera la boca. Las palabras de Wooyoung aún hacían eco en sus recuerdos, el dolor con el que las había pronunciado, el daño que, quien consideraba su mejor amigo, había infligido. Yeosang parecía haber arruinado la adolescencia de su novio y jamás podría perdonarlo.

Unos repetidos toques en la puerta disiparon el silencio de la habitación y con ellos, los pensamientos de San, quien sin dudarlo da permiso para entrar, mientras apagaba la colilla del cigarro. En cuestión de segundos, la figura elegante y apresurada de Sana se abre paso en la estancia, posicionándose frente a él, mirándole con fijación.

Luna de Sangre // WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora