Capítulo 32

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Pasando con suavidad la yema de los dedos sobre la espalda desnuda de Yunho, Mingi lo observaba descansar plácidamente. Esa misma mañana, el brillo de la claridad se filtraba por la ventana en aquel cuarto, donde los dos amantes permanecían envueltos en un agradable silencio, interrumpido por los leves ronquidos del oficial. Una vez finalizado el ritual, Mingi no había dudado ni un segundo en ir en búsqueda de Yunho, quien acababa su turno después de una ajetreada jornada, para sumirse en el ferviente deseo; así ambos habían acabado allí, en la pulcra y desolada casa del humano. El despertador estaba a punto de sonar, señalando las siete de la mañana, hora en la que Yunho acostumbraba a despertar, a pesar de comenzar su turno al caer la tarde. Un hábito malsano al parecer de Mingi. ¿Qué necesidad había de levantarse tan temprano siendo un humano? Pero, de nuevo, se trataba de Yunho. La persona más metódica que jamás hubiese conocido, maniático del control y aferrado a la monotonía como si fuera su única razón de vida. Le gustaba verle dormir, siendo algo sumamente atractivo ante sus ojos. Su semblante apacible, su frente relajada y los mechones rebeldes esparcidos por su rostro. Le encantaba verle de ese modo, vulnerable; una condición en la que solo Mingi tenía el privilegio de presenciarlo. Ante aquellos pensamientos, su pecho se apretó, el calor se apoderó de él y unas livianas cosquillas adueñaron su estómago.

Sigilosamente, se aproximó hasta él, rodeándolo con sus brazos y hundiendo su rostro en la curvatura del cuello contrario. Depositando suaves besos en el costado izquierdo de su cara, obteniendo un sonido parecido a un gruñido, Mingi solo pudo reír en bajo. Con un movimiento ligero y un pequeño bostezo, el policía abrió lentamente los ojos y virándose, vislumbra la figura apuesta y calmada de su acompañante. Aún con el pelo alborotado y una tímida sonrisa adornando su boca, Mingi lucía espléndido.

– Buenos días –saludó el vampiro, mientras acariciaba el rostro adormilado de Yunho–. Por lo que veo, habrás descansado bien.

– Y por lo que veo sigues teniendo la manía de despertarme antes de que suene la alarma –respondió este con una amplia sonrisa, dándole un ligero beso sobre los labios–. Buenos días a ti también princesa.

El vampiro soltó una carcajada, realmente le hacían gracia las ocurrencias de su novio. En un segundo, Mingi pensó en lo mucho que le gustaba pasar tiempo a su lado y en cómo sus capas de chulería y pasotismo iban cayendo cuando estaba con él. Igualmente, le maravillaba ver la actitud juguetona y despreocupada de Yunho, quien, fuera de los límites de la privacidad, siempre mantenía la compostura y seriedad, alerta en todo momento. Pero con él era diferente, ambos se dejaban llevar, sin preocupaciones ni apariencias. Por su parte, Yunho también disfrutaba del lado más tímido y cariñoso de su pareja, el cual no solía enseñar con frecuencia. Dos personalidades rudas al exterior pero que añoraban ser amados, aunque a veces no sabían cómo hacerlo.

Lo que primero fue un beso sin intenciones, pronto se tornó más ardiente, retomando el camino de la noche anterior. Sus cuerpos cada vez más cerca, rozándose y enredándose con mayor énfasis: –¿Quieres tomar el café antes de empezar o puede esperar? –preguntó Mingi tras un brusco jadeo.

– Por cuánto me encante tener sexo mañanero contigo, creo que necesito un café. Ayer me dejaste sin energía –respondió Yunho con picardía, alejando su mano de la creciente erección del contrario.

Soltando un suspiro resignado, hundiendo su cara en los cojines y quejándose en bajo, sintió como el peso de Yunho abandonaba la calidez de la cama: –Venga, ven quejica. Luego tendremos todo el tiempo para solucionar "el problema."

En un parpadeo, Mingi se levantó y rodeó la cintura del oficial, siguiéndole a rastras hasta la pequeña cocina del departamento. Sentándose en uno de los taburetes, sosteniendo su barbilla con la palma de su mano sobre la pequeña isla, siguió las acciones de Yunho a la par que contemplaba la inanimada estancia. El agradable olor del café saturó sus sentidos mientras el humano tarareaba una canción, para él, desconocida. Todo era tan cotidiano y doméstico. Yunho en la cocina, él en su departamento como de costumbre tras una noche de sexo intenso y de dulces caricias, ellos hablando de todo y de nada. El sentimiento se incrementaba con el paso de los minutos, de los segundos... Y a la vez, una sensación de vacío que se escondía en los rincones más austeros de su corazón. Una sensación que le abrumaba en momentos como aquel.

Luna de Sangre // WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora