Las luces violetas iluminaban la sala y la música retumbaba entre las paredes. Y, rodeado por aquella atmósfera vacía, Wooyoung se encontraba tendido en el sofá junto a los jóvenes a quienes había conocido esa noche. Con el micrófono aún en la mano, su cabeza ardía al punto de explotar. Sentía sus ojos cansados y su cuerpo pesado, como si alguien empujara de él arrastrándolo hacia el fondo, ahogándolo. No había consumido ninguna sustancia aquella tarde, eso lo sabía con certeza; y mientras sus párpados se cerraban, lo único que podía ver ante él era el rostro blanquecino de aquel chico. Aquella marca de nacimiento rojiza y su peculiar expresión arrogante. Yeosang era el único recuerdo vívido que mantenía desde hacía ocho años, y sabía que nunca podría olvidar lo que le había hecho. Y se juró jamás perdonarle.
Esa mañana se presentaba como cualquier otra. Una mañana en la que acudir a la escuela suponía una obligación en la que debía soportar las explicaciones de sus profesores y los comentarios de sus compañeros. Mientras todos charlaban y reían en el aula, Wooyoung se encontraba recostado con su cabeza sobre la mesa, como de costumbre, intentando descansar, aunque fuera unos minutos. Con los audífonos puestos buscaba ignorar el bullicio de sus compañeros, quienes hablaban animadamente a su alrededor. Definitivamente no tenía a nadie con quien compartir aquellos momentos, pero en parte lo prefería. Prefería aquella soledad a soportar las palabras hirientes, las suposiciones sobre su orientación o las burlas sobre su persona. Desde muy pequeño, con tan solo nueve años, había escuchado la palabra "maricón" cuando aún no sabía lo que significaba y ni él mismo entendía por qué debía ser algo negativo, por qué se reían. En la secundaría esa etiqueta se hizo más fuerte, estaba presente y parecía formar parte de su identidad. En muchas ocasiones lo había negado e intentado arrancar aquella etiqueta de su ser. Frustrado por desprenderse de ella, se cansó de intentarlo y simplemente asumió que efectivamente le correspondía. Sí, "maricón", lo era, y ya no le importaba; sin embargo, no podía lucirla con orgullo ni mostrarla con normalidad. A él, al contrario que a muchos chicos normativos de su edad, le tocaba esconderla. Nunca le habían agredido físicamente y prefería huir de verse en una situación como aquella, aunque, bien sabía que lo que le ocurría estaba cerca del acoso. Desde que Jihyo terminó el instituto la situación empezó a empeorar considerablemente. Su único apoyo ya no estaba presente y tenía que aprender a lidiar solo con este tipo de situaciones. Además, sus padres desconocían lo que le ocurría, aunque Wooyoung prefería mantenerlo en secreto para evitar dar explicaciones. No quería que ellos se enteraran de que era gay, pues sabía que nunca lo aceptarían. Pese a que fingía muy bien que nada le importaba, se sentía solo, juzgado y sobre todo estaba cansado de aquello.
Esa misma mañana que transcurría con normalidad, se tornaría con la inesperada invitación de sus compañeros, en concreto del grupo de chicos populares de su clase. De aquel joven de pelo rubio y sonrisa amplia, su indiscutible crush desde el primer curso.
– Oye tú, Wooyoung ¿verdad? –saluda Jake, acercándose a la mesa donde se encontraba recostado mientras, apartando los auriculares de sus orejas, este último levanta su mirada con curiosidad–. Los chicos y yo vamos al karaoke después de clase y me preguntaba si te apetecía venir con nosotros. Para pasar el rato, ya sabes.
En los años de secundaria aquellos chicos nunca se habían dirigido a él. Shim Jake, Park Sunghoon, Nishimura Riki y Park Jay, en su mayoría estudiantes internacionales y los primeros de la clase, junto con el resto de su equipo de rugby, se consolidaron como los populares de la escuela, por lo que Wooyoung no podía entender por qué, entre todas las personas, decidían invitarle a él. Perplejo, no podía parar de fijarse en Jake quien le parecía sumamente apuesto, y se sorprendía de la altura y seguridad de aquellos chicos. Parecían tenerlo todo y se preguntaba si algún día sería como ellos.
– Sé que puede parecerte por la cara, pero nos das curiosidad –continúa Jay dandole una palmada en el hombro a sus compañeros.
– Eres listo, bastante guapo... Tienes todas las papeletas para ser parte de nuestro grupo –añade Niki sonriendo divertido–. Además, a alguno de nosotros le llamaste la atención más de la cuenta...–concluye mirando de reojo a Jake, quien bajó la mirada, avergonzado, rascando su nuca.
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Luna de Sangre // Woosan
Fiksi PenggemarEn un pequeño pueblo, a las afueras de la provincia de Gyeongsangnam-do, una serie de asesinatos comienzan a perturbar su equilibrio. Pero lo que solo unos pocos saben es que entre sus habitantes, no todos son simples mortales. Magia, clanes rivales...