Capítulo 31

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Los primeros rayos del alba impactaron en sus rostros. Wooyoung permanecía dormido mientras San acariciaba su cabello con suavidad sin apartar la vista de él. El canto de los grillos había dado paso a las sonoras melodías de los pájaros y el gélido viento nocturno se transformaba en una templada brisa matutina. La mansión permanecía en un silencio espectral a la par que acogedor, sin las voces de ninguno de sus primos, el crujir de la madera o el chirriar de las bisagras; ni siquiera los dokkaebi parecían corretear entre aquellos pasillos, como si el lugar se hubiera vuelto un refugio solamente para ellos dos. Le fascinaba observar el pecho desnudo de Wooyoung subir y bajar con lentitud, mientras algún que otro ronquido resonaba en la habitación. Al tacto, su tez aterciopelada se erizaba con el paso de la yema de sus dedos, los labios entreabiertos y el aliento cálido del chico chocaba con sutileza contra su pecho y las suaves sábanas de seda abrazaban sus cuerpos.

San no podía parar de recordar los momentos tan íntimos que habían compartido hacía solamente unas horas. Aún sentía el calor en su rostro por la excitación y la leve vergüenza. Con un movimiento perezoso, Wooyoung se alejó de los brazos de su acompañante, estirándose en el intento de deshacerse del sueño. No recordaba una noche en la que hubiese dormido tan plácidamente. Conectando su mirada con los oscuros ojos de San, una sonrisa ladina se apoderó de él, a la par que acariciaba el torso de su amante. El semblante de su novio era simplemente perfecto, como de costumbre. Apoyado en la cabecera de la cama, semidesnudo, San lucía como una deidad. Una deidad que resplandecía con el esclarecer de la mañana. Acercándose lentamente, gateando hasta el regazo del joven, ambos se fundieron en los brazos del otro, oliéndose y acariciándose con devoción. Wooyoung comenzó un recorrido de besos desde sus mejillas hasta bajar a la altura de su pecho, fijándose en la marca de medialuna. Delimitándola con su pulgar y volviendo nuevamente a admirar los oscuros orbes contrarios que le observaban con cariño; apoyó sus labios sobre esta. El beso fue corto, pero San no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. Aquel beso simbolizaba la adoración y confianza que Wooyoung depositaba en él, significaba que le amaba tal y como era, aún con su naturaleza bestial.

– Buenos días, amor... –La voz ronca de Wooyoung acarició los oídos de San, quien se limitó en responderle con una sonrisa cómplice mientras le acariciaba la mejilla–. ¿Qué es? –preguntó contorneando la marca.

– Todos en la familia lo tenemos. Es lo que nos distingue de otros clanes, de otros vampiros –suspiró, entrelazando sus manos sobre su pecho–. Es la señal que nos ha dado Madre Luna al nacer.

Wooyoung pareció quedarse absorto, con sus ojos clavados en aquella marca de medialuna. Tras los acontecimientos de la noche anterior, las palabras de la líder del Clan, saber de sus capacidades y, por fin, obtener las respuestas que, sin saberlo, tanto necesitaba; su mente estaba en blanco, pero al fin, se sentía en paz consigo mismo. No estaba loco. A pesar del sufrimiento estaba donde tenía que estar, consciente del mundo que le rodeaba y preparado para lo que su destino le deparaba. Su corazón latía tranquilo. Volvió a centrar su atención en San y una sonrisa se dibujó en su rostro.

– Sé que ayer fue un caos y que hay mucho por procesar, pero... ¿Cómo te sientes? –preguntó San con voz sedosa.

– ¿Sinceramente? Aliviado –respondió incorporándose–. Sé que para otra persona hubiera sido demasiado pero no podría estar más tranquilo. Necesitaba saber la verdad de una vez por todas, necesitaba saber qué es lo que me ocurre y no simplemente quedar como un caso clínico sin solución. Tampoco esperaba ser el protagonista de Harry Potter, pero bueno, aquí estamos –ambos rieron a carcajadas–. Por cierto... ¿Qué tal te sientes?

– Me siento increíble, aunque es raro de explicar. No sé si lo hice bien o cómo te sentiste tú. A mí me encantó, fue perfecto, pero tampoco sé si esto ha sido lo mejor para ti, porque para mí sí...

Luna de Sangre // WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora