Capítulo 30

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– Jamás pensé que esto pasaría –suspiró Wooyoung, exhalando el humo por sus labios humedecidos, sin apartar su vista del paisaje nocturno.

La brisa primaveral hacía que su piel se erizara bajo las finas capas de ropa y el suave perfume de los cerezos florecidos cosquilleaba su olfato. Su cerebro se encontraba saturado, lleno de información, aunque no podía estar más aliviado. San se erguía a su lado, acompañándolo y esperando a que expresara en voz alta sus cavilaciones. Tras el fin del ritual y las inesperadas declaraciones por parte de la líder, San había insistido en que lo acompañase a la mansión y pasar un rato a solas. El hogar estaba sumido en un silencio sepulcral y el único sonido que se podía apreciar desde el balcón de la habitación, era el leve crujir de las ramas de los árboles movidos por el viento. Los mayores habían partido hacia el monte Baekdu, como era tradición tras el cumplimiento del tan aclamado ritual, mientras que los demás integrantes de la familia parecían haberse esfumado. Solo eran ellos dos, envueltos por los destellos plateados de la luna llena.

– ¿Cómo te sientes? –preguntó en un susurro San, mientras que con la yema de sus dedos recorría la estrecha cintura de Wooyoung, haciendo que este se estremeciera bajo su delicado toque.

– No lo sé. –Con un bufido, Wooyoung movió su mirada hasta toparse con los comprensivos ojos de su novio–. Aliviado, confuso, feliz, preocupado, triste... En este momento mi mente es un caos, pero hace tiempo que no me sentía así. En paz. –Dio otra calada a su cigarro, pensativo–. Es como si ahora todo tuviera sentido, como si mi vida hubiera sido resuelta de un momento para otro. Aún tengo que procesarlo, pero ahora mismo no me apetece pensarlo. Ya será tarea para el Wooyoung de mañana.

Con aquellas palabras, apagando la colilla y concediendo toda su atención hacía el joven, se refugió entre sus brazos, aferrándose a él y suspirando sobre la piel expuesta de su cuello. San le apretó a sí, acariciando su espalda en un intento de reconfortarlo y besando sus sienes con parsimonia.

– Sé que ahora esta situación puede parecerte demasiado y entiendo que tengas preguntas, pero ya tendremos todo el tiempo para discutirlo. Debes estar cansado... –Se separó lentamente, haciendo que sus rostros quedaran a escasos centímetros–. Estamos en esto juntos Wooyoung. Siempre estaré para apoyarte. Te amo.

– Y yo a ti. Muchísimo.

En ese instante, sus bocas se encontraron, robándose el aliento y explorándose mutuamente con movimientos tímidos. La calidez del cuerpo de Wooyoung atrapaba al joven vampiro, haciendo que sus labios se volvieran adictivos y quisiera sentirle con cada embestida de sus bocas. No podía tener suficiente de él. Poco a poco, aquel beso inocente, se tornó cada vez más rápido e intenso. Las manos de San recorrían ávidamente el cuerpo del otro con desespero, conduciendo un camino desde la cintura hasta sus fornidos muslos, arañando sin cuidado la tela de sus pantalones. Wooyoung contuvo el aliento y sus ojos destellaron con travesura. Estaban cada vez más cerca. En un impulso, San le alzó sin interrumpir aquel anhelado contacto, depositándolo sobre la oscura barandilla de mármol, haciendo que sus piernas quedaran alrededor de su cadera y sus cuerpos aún más pegados. Era la primera vez que San tomaba la iniciativa de ese modo, pero Wooyoung no podía estar más eufórico. La mente del vampiro se deleitaba con los fuertes jadeos que su compañero emitía cada vez con más frecuencia, y la forma en la que su tez se estremecía bajo su toque. Necesitaba más, quería más. Aunque, por otra parte, no sabía expresar ese deseo en voz alta. Jamás había sentido aquella excitación y dudaba volver a sentirla con otra persona que no fuera él. No sabía qué tenía que hacer, cómo moverse, cómo pedirlo o si quiera lo que le gustaba. No tenía experiencia alguna y tampoco sabía qué era lo que Wooyoung quería. La única certeza era que ansiaba sentirle en su propia carne, escuchar ese canturreo de suspiros que le enloquecía y entregarse al dueño de sus deseos. Apartándose levemente, sus miradas se conectaron, mientras que un hilo de saliva aún quedaba entre ellos. Pasando un pulgar sobre su labio inferior y agarrando su barbilla, San suspiró pesadamente y juntó sus frentes a la par que cerraba sus ojos.

Luna de Sangre // WoosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora