Capítulo 13

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Megan

Hoy era el día.

Se lo diría.

Ya... llevo pensando semanas lo que planeo decirle a Nate. Trataré de ser suave y delicada. No quiero espantarlo soltando todo de golpe. Dios, me sudaban las manos y mi respiración iba muy rápido. Pensé que vomitaría de los nervios. Y es que soy consciente de que... no es correcto que alguien me... atraiga de ese modo. Está prohibido en la organización, y más entre dos discípulos. Si supieran lo que siento, me aniquilarían.

Sin embargo, es mi decisión y... quiero decirle la verdad. Con Nate nunca hemos hablado demasiado. Siempre suele estar entrenando o con sus hermanas. Sin importar lo anterior, lo he observado. Tenemos la misma edad, por lo que nuestras clases y horarios son iguales. Es divertido, fuerte, simpático, educado a pesar de lo que hacemos, es muy inteligente y carismático. Siempre va con una sonrisa hermosa en el rostro y... es tan lindo.

La clase de combate estaba acabando, y el momento de confesarle mis sentimientos a Nate se acercaba. Por el rabillo del ojo, vi a Nate golpear el saco. Sus manos estaban vendadas, su camiseta se pegaba a su torso por el sudor y su cabello se desordenaba con cada impacto que él le daba al saco. Qué atractivo luce.

El profesor dio término a la clase, y un nudo se armó en mi garganta. Okey, calma. Fingí ordenar unas cosas del bolso mientras aguardaba a que no quedara nadie en la sala. Nate se estaba quitando las vendas, de pie junto a una mesa en la que descansaba su mochila. Pronto, el resto se fue y fuimos los únicos dos en la estancia.

Con el corazón a mil por hora, reuní las fuerzas y me acerqué. Juré que me desmayaría en cualquier momento. Cada paso que daba era... tan temeroso y débil.

Me detuve a su lado, los nervios me impidieron hablar enseguida y carraspeé la garganta, consiguiendo que sus ojos avellana se posaran en mí. Perdí el aliento en ese segundo. Detallé su rostro, su mechón blanco y su cicatriz casi imperceptible en su mejilla.

Habla de una vez, carajo.

¿Podemos... hablar? —susurré, con el cuerpo tenso.

Claro —se encogió de hombros—. Megan, ¿verdad?

¡Se acordaba de mi nombre!

Sí —sonreí sin poder evitarlo, mis mejillas tornándose rojas.

No tengo tan mala memoria —una sonrisita invade sus labios y apoya su cadera en la mesa, viéndome—. ¿Y... de qué quieres hablar?

Bien, es hora de enfrentar mis sentimientos.

Bueno, yo... hace varios meses que... te conozco y... —no sabía cómo decirlo de manera sutil. Sentía que estaba haciendo el ridículo. Mi boca se secó, y titubeé más de lo normal. Qué patética me he de estar viendo. Lo vi a la cara, y tomé el camino más rápido—. M-me gustas mucho, ¿okey? —lo escupí sin pensarlo dos veces—. Sé que... no hemos... h-hablado tanto y que... técnicamente no tendría que estar... diciéndote esto, pero... creí que... quizá podríamos... intentar... ¿algo? O... hablar más y... conocernos...

Su expresión relajada cambió a una de espanto, y se me apretó el corazón, casi como si me hubieran dado una patada en el pecho. Corté el discurso apenas noté su incomodidad, me encogí en el lugar y agaché la cabeza. Debo haberme visto tan estúpida...

Oye..., no deberías... estar diciéndome esto —se apresura a aclarar, hablando en un bajo volumen. Pensé que no quería que oyeran lo que le decía. ¿Le avergonzaba?—. Sabes que... las reglas nos impiden ese tipo de relación —su vista cayó en una de las cicatrices de su brazo, una que no acababa de curarse y que asumo fue consecuencia de algún castigo que le impusieron. La manipulación había funcionado en él—. Lo siento, de verdad. Es que... no se puede, y lo sabes. No es correcto, y no... quiero meterme en problemas con los líderes, o... involucrarte también. Yo... no puedo y no me... siento igual. Perdón.

Asfixia [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora