Capítulo 7

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Scarlett

Mi cabeza todavía no lo asimilaba, no lo entendía.

Perdí la noción del tiempo allá abajo. Con las drogas, las torturas, el suero y los lapsos de inconsciencia en los que caía me impedían tener idea clara del tiempo que llevaba encerrada. Sin embargo, no se me pasó por la cabeza que fueran tres años. Al contrario, creí que era uno máximo y... algunos meses.

Ni siquiera tengo 20 años. Tengo 23 ahora.

Saber el año y la fecha en la que estábamos me golpeó con una fuerza sorprendente. Era... tanto tiempo. ¿Qué pasó con mis hermanos? ¿Aleksander? ¿la Bratva, la tríada, Zamir, Sebastian? Dios, no puede ser que me haya ido por tanto tiempo. Las ganas de vomitar se incrementaron. Perdí 3 años de mi vida por una estupidez, por la Cosa Nostra.

—¿Scarlett, estás bien? —Taddeo colocó su mano en mi espalda al ver la perplejidad de mis facciones. Sonaba preocupado.

No sé cómo me las apañé para responder.

—Es que... estuvimos tres años ahí abajo, Taddeo —expreso, viéndolo con el ceño fruncido—. Es mucho tiempo.

—Bueno, yo estuve unos meses más —se encoge de hombros, mostrándose poco afectado. Supongo que ya se había dado cuenta—. Pero sí. Estuvimos dentro esos años. Sé que es una noticia fuerte.

—Lo es. Necesito saber qué pasó con los demás...

—Primero, tienes que recuperarte, ¿bien? —hizo un gesto tranquilizador, sin dejar de verme—. Necesitas comer, beber algo y cambiarte de ropa. Pensemos bien las cosas. Por fin estamos libres, y hay que ser astutos.

No sabía qué decir. Por lo tanto, me limité a asentir.

—¡Perfecto! —chilló la mujer, con cierta emoción—. ¿Te apetece comer algo? Es hora de almorzar y mi marido e hijo deben estar por llegar.

Taddeo fue a ayudar a la mujer a colocar la mesa en tanto yo me quedé sentada, pensando. El apetito había disminuido con la nueva información, y además vienen dos personas más que no conozco. Y continuaba sintiéndome cansada. Recordé la agradable sensación de la cama acogiéndome. Pasé años sin dormir tan cómoda, sin comer, sin beber o... sin ver la simple luz del sol.

Me hallaba confundida sin saber por qué. Era como si mi mente no trabajara del todo bien. Iba lenta, adormilada. Las interrogantes me azotaban por doquier. ¿Cómo estarán los demás? ¿qué ha sucedido desde que me fui? ¿mis hermanos seguirán activos, Alek estará vivo?

Me giré de golpe al oír un carraspeo de garganta a un lado, y vi a la señora Rodríguez de pie. Era extraño que me mirara de forma tan... confiada y calmada. No sabe a quién metió a su casa. No sabe nada de mí.

—Querida, te acompañaré a cambiarte de ropa y darte un baño previo a comer.

Me miré. La ropa estaba maloliente, rota y gastada. Mis pies estaban sucios con tierra, tenía las uñas destrozadas, el cuerpo lleno de cicatrices y el cabello enmarañado. Era un horror para la vista.

Me levanté para seguir a la mujer a la habitación de la que salí, no sin recoger el arma y quedármela. Era la que Taddeo me entregó al ayudarme a salir del agujero. Quedó con pocas balas que pueden serme útiles en cualquier caso. Por precaución.

Abrió el armario, tomó unas bolsas y me las dio. Las volteé sobre la cama, viendo la ropa que había dentro. Constaban de varias prendas de ropa, algunas con etiqueta y otras no. La señora en tanto sacó cajas de bajo la cama y las abrió, enseñándome la cantidad de zapatos que había dentro.

Asfixia [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora