En busca y captura

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Singapur, Complejo Mundial de la INTERPOL

5:00 am

La oscuridad reinaba aún cuando los jets privados de los delegados de cada país arribaron al complejo de la INTERPOL.

En el gran edificio solitario y moderno, se encontraban ya la los órganos más importantes de la Asamblea General y el Comité Ejecutivo. 13 miembros de dicha organización se hallaban en el interior del gran salón, el cual se compone de cientos de mesas de madera con un pequeño micrófono delante de cada puesto, desde lo alto hasta llegar al suelo, rodeando siempre los estrados principales y de alta estatura, donde se ubicaba el Comité ejecutivo.

Una luz tenue iluminaba la estancia, la seguridad se había reforzado por esas horas y varias camionetas negras blindadas se detenían en la entrada. Al instante, guardaespaldas armados rodeaban los vehículos, abrían las puertas y de ellos bajaban los delegados que representaban a cada país.

La mujer, con elegancia, bajó de la camioneta, arregló su traje costoso y caminó con lentitud, manteniendo una expresión circunspecta. Se vio asegurada por sus guardaespaldas, le abrieron las grandes puertas de cristal desde el interior y la recibió un hombre alto, de unos cincuenta años, un poco rellenito y con escaso cabello negro encanecido, con un bigote sobre sus labios finos y un par de arrugas alrededor de los ojos.

Ella estrechó su mano, alzando una ceja.

—¿Para qué citaron esta reunión extraordinaria, Louis? —comentó la mujer, haciendo obvio su acento portugués.

—Ya lo sabrás, Lurdes —expresó él, dedicándole una mirada severa.

Con eso, la mujer avanzó por el extenso pasillo hasta que se adentró en el gran salón, sus tacos anunciando su llegada. Saludó a algunos delegados con los que ya había tratado anteriormente y se sentó en el lugar que le corresponde como delegada representante de Portugal.

Así fueron llegando los delegados, hasta que el salón estaba lleno de ellos y no quedaba ningún espacio libre. Pronto, cada uno tomó su sitio. Cientos de personas poderosas vestidas de traje y hablando con elocuencia, con formalidad. Fue entonces cuando el Comité Ejecutivo se situó en los grandes estrados, en el centro de la estancia. El presidente del Comité, que era Louis Durand, uno de los coroneles de la policía francesa, se ubicó en el puesto del medio. A su lado, se hallaban los vicepresidentes y, posterior, los nueve vocales. Todos de nacionalidades diferentes, con cargos distintos y dosis de poder en exceso.

La mesa del comité estaba plagada de papeles y carpetas con información, mismas carpetas que tienen en frente los delegados. El presidente encendió su micrófono, las puertas se cerraron y los presentes trasladaron su atención hacia él, esperando una explicación sobre la repentina reunión.

—Dándoles las gracias por su asistencia a cada uno de ustedes, damos inicio a la reunión extraordinaria de la INTERPOL —detrás de él, se encendió una gran pantalla con el nombre de la organización y el logo. Presentó a sus compañeros y procedió, acomodándose las gafas—. Esta reunión fue solicitada por la mayoría de los miembros del comité y aprobada por la asamblea y secretaría general, por lo tanto, se agendó lo más pronto posible —se giró hacia el vicepresidente, el cual era parte del gobierno italiano y el más interesado en comenzar la reunión—. Vicepresidente, empiece, por favor.

El hombre de treinta y seis años, de cabello negro, nariz algo grande y rostro alargado, asintió y encendió su propio micrófono, entrelazando sus manos sobre la gran mesa.

—Gracias, señor presidente —tomó una bocanada de aire, dirigiéndose hacia los delegados—. Fui uno de los que solicitaron dicha reunión por un tema particular que nos está afectando a todos últimamente. Si abren sus carpetas, encontrarán la información sobre los recientes ataques terroristas que ha sufrido mi país y que se han extendido por otros sitios —las imágenes de los incidentes aparecieron en la gran pantalla, impactando a varios de los representantes por la brutalidad y crudeza de los mismos—. Esto ya es un tema internacional, ya que no somos el único que país que ha sufrido un atentado como estos y hecho por la misma persona. Es hora de ponerle un alto a la mercenaria conocida como Víbora.

Al instante, cientos de susurros se esparcieron por el salón y muchos abrieron sus carpetas de golpe, hallando los detalles de los ataques y el resto de imágenes.

—Es solo una asesina a sueldo —intervino la delegada de Países Bajos, sin darle mucha importancia al tema—. No posee el nivel ni la importancia como para que nosotros, la INTERPOL, debamos tratar sobre ella. No es un riesgo internacional.

—Sí, lo es —interviene el delegado de España, con cierto enojo—. Esta mujer ha asesinado a al menos diez personas en cada país. Evade la ley y ha cometido cientos de crímenes sin recibir castigo alguno. Ahora que ha regresado, sus ataques son peores. Ha hecho explotar edificios, ha dejado cuerpos en las calles, genera incendios y deja caos por donde camina. Esto dejó de ser un asunto de un solo país.

—Es un peligro para todos —señala nuevamente el vicepresidente del comité, con el ceno fruncido—. Es una terrorista. Y no podemos esperar a que más gente salga afectada para hacer algo.

—Ni siquiera se sabe si es mujer —se queja el delegado irlandés, encogiéndose de hombros—. No hay información de su persona en el tiempo que lleva activa.

—Por eso es importante decretarla como criminal internacional —señala la vicepresidenta de Colombia, haciendo un gesto con la mano como si estuviera diciendo algo obvio—. De ese modo, cada país tendrá el poder de iniciar una investigación en su contra y tomar las medidas necesarias para actuar en caso de que Víbora se aparezca por su territorio.

–¿Y cómo podríamos comenzar? No tenemos ni una sola pista —gruñe el vocal de Estados Unidos, repiqueteando sus dedos contra la mesa.

—Es una mercenaria con trayectoria —informa la pelinegra de cabello corto y mediana estatura que representa a Japón—. De seguro tiene... amigos, con los que haya trabajado. Podemos armar un caso a partir de ahí.

—Tenemos... entendido que estuvo... un buen tiempo con la mafia albanesa —declara el argentino que se halla en el extremo izquierdo, viendo al delegado de Albania—. Veló por sus intereses más de dos meses al menos. Eso debe significar algo.

—Sería una buena oportunidad para... armar un caso mucho más grande del que pensamos —el presidente esbozó una sonrisa llena de suficiencia, al tiempo que su mente creaba grandes escenarios donde conseguían encerrar a la mayoría de criminales que ensucian las calles del mundo—. Víbora no solo trabajó con la mafia albanesa, liderada por la familia Nikolla, sino que también estuvo de lado de la Bratva, al mando de la familia Nóvikov. Si los encontramos a ellos, llegaremos a la mercenaria.

—Sería una buena victoria para la policía —el pelirrojo que iba por Rusia anotó algunas cosas en su libreta, detalles que podrían ser importantes para el encuentro de la mafia roja—. ¿Sabemos donde está la criminal en estos instantes?

—Su último crimen fue en Inglaterra —anuncia la canadiense, cruzándose de piernas—. Su paradero desde entonces es desconocido, aunque no ha pasado mucho. Saber dónde está será complicado.

—Empecemos a jalar de los hilos entonces —determina la vocal venezolana, echándose hacia atrás en su silla—. Retiremos el mal de raíz. Investiguemos a las mafias correspondientes y a cualquiera que sepamos que haya trabajado con ella. Alguien debe decirnos algo.

—Lo haremos —asegura Louis, firmando un papel.

—¿Eso significa...? —el vocal italiano amplía su sonrisa.

—Desde este momento, la conocida mercenaria Víbora se encuentra en busca y captura —el presidente alza el papel donde solicita la orden—. Es, a partir de hoy, criminal internacional, al igual que los líderes mafiosos que la acompañan —la mayoría de vocales y delegados asienten, de acuerdo con la orden—. Quiero al mejor equipo al mando. Tráiganme al ejército.

Fue así como un nuevo enemigo nació.

Una nueva pieza en el tablero de la que aún no se sabía nada entró al juego.

Y estaba listo para mover sus fichas.

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En fin, nos leemos pronto. Los amo, y gracias por leerme o comentar. Todo se valora muchísimo.

Besitos amargados <3

Asfixia [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora