En las vastas estancias del palacio, donde la rigidez de la educación y la pompa de la corte se entrelazaban en un baile de formalidades, el joven príncipe encontraba su refugio en los jardines reales. Aquellos terrenos floridos y frondosos se convertían en su reino secreto, donde los árboles altos y frondosos eran torres inexpugnables y los arbustos, soldados leales en su imaginario ejército.
Desafiando la solemnidad de las lecciones y la severidad de sus tutores, el príncipe se deslizaba fuera de las aulas, escapando hacia la libertad que solo la naturaleza podía ofrecer.
- Joven príncipe, tiene que quedarse quieto - poco le importó al chico el regaño de una de sus cuidadoras, a él le encantaba ponerlas de cabeza - ¡Joven príncipe! ¡Si su madre lo ve de nuevo en el jardín y no es sus clases, lo va a regañar muy duro!
- Cuando no me regaña mi madre señora Chin - soltando unas cuantas carcajadas, salió corriendo nuevamente, sin dejar rastro para que pudieran seguirlo
Jungkook, el heredero al trono después de su padre, Jeon Tan, aunque tan solo era un jovencito algo descuidado, revoltoso y busca problemas para todos en el reino, pero vamos, el solo quería divertirse. Vestido con la sencillez de un joven aventurero, su corazón latía al ritmo de la emoción prohibida, mientras sus pies descalzos tocaban el suelo fresco y húmedo de la mañana.
Los jardines reales se abrían ante él como un vasto tapiz de colores y fragancias, donde las rosas desplegaban su elegancia y los lirios su delicadeza. Cada árbol parecía susurrarle secretos ancestrales, cada brisa le acariciaba como si fuera el susurro de un confidente leal. Bajo la cúpula del cielo, el príncipe se sentía libre, unido a la tierra como si fueran uno solo, ignorante por un instante de su destino real.
En ese idílico escenario, el príncipe hallaba la paz que su alma inquieta anhelaba. Corría entre los senderos, saltaba sobre las piedras del jardín, y se perdía entre los laberintos de setos, persiguiendo a su sombra como si fuera un compañero de juegos. El sol acariciaba su rostro, la brisa jugueteaba con su cabello, y por un momento, el peso de la corona y las responsabilidades se desvanecían, dejando al descubierto al niño que yacía en su interior.
- ¿Otra vez causando problemas? - oyó la voz de su madre justo detrás de él, y supo que estaba en problemas
- Mamá, que sorpresa verte por aquí - nervioso, volteó sobre sus talones y alzó un poco su mirada, pudo verla con los brazos cruzados, y cara de pocos amigos - Creí que tenías cosas que hacer en el palacio con mi padre ¿o no?
- Se suponía, pero me informaron que el príncipe escapó, de nuevo, de sus clases - y no tuvo más que decir, sabía que su madre no le gustaba cuando se saltaba unas cuantas clases por salir a jugar un poco - Hasta cuándo vamos a seguir así Jungkook, sabes que cuando tu padre se entere de lo que estás haciendo, no va a ser benevolente contigo
- Trataré de no escapar mamá, lo prometo - una sonrisa apareció en el rostro de la mujer, y entonces abrazó a su hijo
- Eres mi adoración Jungkook, y quiero que puedas convertirte en el hombre del que me sienta muy orgullo, y seas también el orgullo de tu padre
- Dudo que logre eso - príncipe y todo, pero cuando estaba con su padre, era tratado como cualquier otra persona más ese lugar, a veces solo deseaba no haber nacido ahí.
Sin embargo, el tiempo en los jardines era efímero, un lujo fugaz que debía pagar con la moneda de la realidad. Cuando el reloj marcaba el regreso a las obligaciones, el príncipe se despedía con pesar de su paraíso terrenal, prometiéndose a sí mismo regresar en cuanto la oportunidad se presentara. Así, con el corazón lleno de sueños y la mente repleta de memorias de juegos y risas, el príncipe volvía a la jaula dorada del palacio, aguardando el próximo momento de libertad entre las sombras y los susurros de los jardines reales.
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UN REY Y UN PRINCIPE
Teen FictionLo único que sabían era que se amaban con todo su corazón, aun cuando el mundo los condenara por eso. Un amor puro y sincero en medio de tanta oscuridad, en una ciudad en donde amarse era pecado ... donde era su propia destrucción. El tendrá que el...