Capítulo 19: Día de primavera

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(Tres años atrás)

Era una mañana de marzo en el Reino del Norte, y la primavera había comenzado a asomar tímidamente entre las colinas y valles que rodeaban el vasto territorio. El sol se alzaba en el horizonte, bañado en tonos dorados y rosados, mientras la suave brisa acariciaba los campos, aún adormecidos por el largo y frío invierno. Los primeros rayos de luz despertaban la tierra, provocando un resplandor en la fina capa de rocío que cubría cada hoja y cada flor que empezaba a brotar.

Los árboles, que habían permanecido desnudos durante los meses gélidos, comenzaban a vestirse de nuevo con hojas verdes y tiernas, como si la vida misma estuviera renaciendo después de un sueño profundo. En los huertos y jardines del reino, los cerezos eran los primeros en anunciar la llegada de la primavera, sus delicadas flores rosadas y blancas llenaban el aire con un suave perfume que se extendía hasta los rincones más lejanos.

El sonido de los pájaros, que habían emigrado al sur, resonaba alegremente en los bosques y campos, anunciando su regreso al reino. Las golondrinas, con su vuelo rápido y elegante, dibujaban patrones en el cielo, mientras los ruiseñores cantaban melodías que envolvían al reino en un manto de serenidad y esperanza.

En los ríos y arroyos, el deshielo de las montañas hacía que las aguas fluyeran con más fuerza, llevando consigo la frescura de las nieves derretidas. El agua clara y cristalina reflejaba el cielo azul y las nubes esponjosas que se deslizaban lentamente, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para admirar la belleza del renacimiento.

En los campos, los campesinos comenzaban a trabajar la tierra con renovada energía, arando y sembrando las primeras semillas de la temporada. Las manos curtidas por el trabajo duro se movían con destreza, sabiendo que cada acción en este primer día de primavera determinaría la abundancia de la cosecha que vendría.

Dentro del castillo del Reino del Norte, las ventanas se abrían para dejar entrar el aire fresco y el canto de los pájaros. Las estancias, antes frías y oscuras, se llenaban de luz y vida. Las doncellas colocaban jarrones con flores recién cortadas en cada rincón, decorando con tulipanes y narcisos que traían consigo la promesa de días más cálidos y largos.

En este primer día de primavera, el Reino del Norte respiraba un aire de esperanza y renovación. Cada rincón del reino, desde las montañas más altas hasta los valles más profundos, parecía susurrar la misma verdad: la primavera había llegado, y con ella, la vida comenzaba de nuevo, prometiendo un nuevo capítulo en la historia del reino y de aquellos que habitaban en él.

Era sábado, y como todos los sábados, el rey se había levantado antes del amanecer. Sin demora, se preparó para su habitual jornada de caza en el bosque, una tradición que mantenía con rigor. Montado en su caballo y acompañado por su escolta de confianza, el rey partió hacia los espesos bosques que rodeaban el reino, decidido a regresar al caer la noche con las provisiones y trofeos que siempre aseguraban su victoria.

UN REY Y UN PRINCIPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora