Habían pasado tres días desde la proclamación de la participación del único hijo del rey del norte en la batalla contra los salvajes, el palacio había estado en constante caos. Las noticias llegaron como un golpe que sacudió hasta los cimientos del reino, desestabilizando la tranquilidad que se había mantenido por años. La reina, incapaz de soportar la presión y el miedo, cayó en una especie de coma por la impresión. Desde entonces, permanecía en sus aposentos, rodeada de sus damas de compañía que la cuidaban con la misma devoción con la que aguardaban que despertara. Cada día, sus rostros se tornaban más angustiados, mientras el tiempo pasaba sin señales de mejoría.
El médico real, el señor Choi, había intentado tranquilizar a la corte al mencionar que no parecía una condición tan grave, pero sus palabras apenas lograban calmar los rumores y miedos que se esparcían entre los muros del palacio. Los sirvientes susurraban con preocupación que la repentina recaída de la reina presagiaba una tragedia mayor, y nadie podía descartar la posibilidad de que su majestad no volviera a abrir los ojos. La angustia se palpaba en el aire, afectando no solo a los nobles, sino también a los soldados y criados.
Por otro lado, el rey, se había encerrado en una habitación apartada del ala principal del castillo. Desde que se anunció la decisión del príncipe, nadie había visto al rey. Tres largos días habían transcurrido y ni una sola persona había podido entrar o salir de ese lugar. Los guardias que custodiaban la puerta no recibieron ninguna orden, pero tampoco intentaron forzar su entrada. El silencio dentro de esas paredes era sepulcral, y nadie sabía si el rey se había alimentado o siquiera descansado en ese tiempo.
Los consejeros, desesperados, murmuraban entre ellos, temiendo que, si el rey seguía sin aparecer, su salud se vería afectada de manera irreversible. En las últimas horas, algunos empezaron a temer lo peor: que el rey enfermara como la reina, o que algo aún más terrible ocurriera. Los cimientos de la realeza comenzaban a tambalearse, y el pueblo comenzaba a sentir la tensión. Todo el reino estaba pendiente de cada movimiento en el palacio, pero dentro de sus muros, la incertidumbre crecía, como una sombra que amenazaba con consumirlo todo.
Todos estaban tan concentrados en los pilares del reino —el rey y la reina— que no notaron la ausencia de ciertas personas a su alrededor. En medio del caos que rodeaba el palacio, la figura del príncipe Jungkook parecía haberse desvanecido. Nadie se atrevía a preguntar por él, creyendo que, quizás, el príncipe también había sucumbido al peso de la noticia. Sin embargo, Jungkook se encontraba oculto en el lugar más apartado del castillo: la habitación en la torre más alta del reino, un lugar reservado para momentos de mayor desesperación.
Jackson, su fiel amigo y guardián, custodiaba la puerta con diligencia, permitiendo que solo unas pocas personas se acercaran. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y deber, pero nadie osaba preguntar qué había tras la puerta. El aire estaba cargado de una tensión que todos parecían evitar, como si el dolor del príncipe fuera una realidad demasiado grande para afrontar.
ESTÁS LEYENDO
UN REY Y UN PRINCIPE
Teen FictionLo único que sabían era que se amaban con todo su corazón, aun cuando el mundo los condenara por eso. Un amor puro y sincero en medio de tanta oscuridad, en una ciudad en donde amarse era pecado ... donde era su propia destrucción. El tendrá que el...