Capítulo 22: Desde los cimientos

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(Hace 23 años)


Tras el devastador ataque del reino del norte, la dinastía Kim se vio sumida en el caos. El vasto y próspero reino, que había sido un bastión de poder y riqueza, quedó reducido a escombros. Las imponentes torres del palacio, una vez símbolo de gloria, ahora estaban en ruinas, desgarradas por el fuego y la guerra. Los jardines, donde la nobleza solía pasear, estaban marchitos y quemados. Las calles del pueblo, donde antes se oía el bullicio de los mercaderes y los aldeanos, ahora estaban en silencio, solo roto por el crujido de las estructuras colapsadas y los susurros de aquellos que sobrevivieron.

Pero lo peor no era el daño físico que había sufrido el reino. El verdadero golpe fue emocional. Tras el asesinato del emperador Kim, el pilar de la dinastía, la familia real quedó fracturada. La emperatriz, desgarrada por la pérdida de su esposo, se recluyó en sus aposentos, sumida en el dolor. Sin embargo, no fue solo la muerte del emperador lo que devastó a la familia. La desaparición del último y más joven de los hijos, el pequeño príncipe sin nombre, había dejado una herida profunda e irremediable. Era solo un niño, el futuro de la dinastía, y había desaparecido en medio del caos de la batalla.

El primogénito, Kim Seokjin, y su hermano menor, Kim Namjoon, sabían que su deber no terminaba con la defensa de lo que quedaba del reino. Su madre, rota por el dolor, no dejaba de implorarles que encontraran a su pequeño hijo, el único lazo que aún la mantenía aferrada a la vida. Durante seis largos meses, Seokjin y Namjoon recorrieron cada rincón del reino y más allá, siguiendo cualquier pista, por más pequeña que fuera, que pudiera conducirlos a su hermano perdido.

La desesperación comenzó a calar en sus corazones. Seokjin, como heredero, llevaba el peso de la dinastía sobre sus hombros. Sabía que debía mantenerse fuerte, no solo por su madre, sino por el reino entero. Namjoon, más impulsivo y decidido, era el que lideraba la búsqueda, con los pocos hombres leales que aún quedaban a su lado. Cabalgaban de día y de noche, recorriendo tierras inhóspitas, atravesando valles y montañas en busca de su hermano.

- ¿Cuánto más, Namjoon? - preguntó Seokjin una noche, sentado junto a la hoguera, con la mirada perdida en el fuego. La fatiga se reflejaba en sus ojos, pero aún más lo hacía el peso de la responsabilidad que cargaba.

Namjoon, con la mandíbula apretada, miró a su hermano mayor. Sabía lo que estaba en juego. Sabía que no podían detenerse, no hasta que encontraran al príncipe.

- Hasta que lo encontremos - respondió con firmeza - No podemos volver sin él.

Ambos sabían que su madre no sobreviviría si regresaban sin noticias del pequeño príncipe. Habían sido seis meses de búsqueda incesante, y el rastro del niño parecía desvanecerse con cada día que pasaba. Los pocos hombres que los acompañaban estaban exhaustos, pero seguían adelante, motivados por el amor y la lealtad a la familia real.

UN REY Y UN PRINCIPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora