Prólogo

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Yo, Rhodeva Thames, llevaba una vida normal. Y créanme, bastante normal. Mis padres no eran separados, no estaban muertos y no eran los más ricos de nuestra ciudad, Londres. Yo era consciente de la existencia de las demás criaturas diferentes a los humanos. Mis padres me habían explicado un poco de ello, solo para que supiera de qué me tenía que cuidar, pero nunca me lo explicaron a fondo. Yo nunca hice preguntas, pues tenía metido en la cabeza que eran especies peligrosas y demás. Yo también era consciente de que mis padres ambos eran Draka, pero que se habían separado de los demás por una razón que jamás me contaron. Yo, por méritos de sangre, era también una Draka, pero mis padres decían que siempre iba a ser mejor que me quedara en el mundo humano, donde iba a estar segura.

Pero todo esto cambió un día, cuando yo tenía siete años. Mis padres partieron en un viaje de trabajo y me dejaron a custodia de mi tío paterno, Mason Thames. Él siempre me había caído muy bien, era especial conmigo y me quería de verdad. Nunca se me pasó por la mente lo que él iba a hacer.

Él y yo fuimos a una plaza a comprar comida, mi tío siempre iba a una tienda específica, yo ya conocía más o menos la ubicación del lugar. La plaza estaba a punto de explotar con gente, y además, era peligrosa. Por esto, mi tío me sostenía de la mano todo el tiempo. En un momento, nos acercamos a un pelotón de gente, mientras nos adentrábamos mi tío y yo nos alejábamos cada vez más. Llegó al punto en el que ya no lo veía más, pero su mano seguía atada a la mía, lo cual me reconfortaba. Hasta que, de pronto esa mano ya no me sostenía más y quedé perdida entre la muchedumbre de gente que obstruía mi vista. Me tranquilicé cuando una mano volvió a tomar la mía, pero esta mano se sentía... diferente. Me comencé a alarmar cuando vi que la dirección en la que la mano me estaba guiando no era la que llevaba a la tienda de comida, no sabía qué hacer, tenía solo siete años.

Cuando salimos de la muchedumbre, me sorprendí al darme cuenta de que el dueño de aquella mano era un hombre de cabello negro como el carbón y ojos color rojo-naranja. Por las descripciones de mis padres, supe que era un Draka y que era peligroso, traté con todas mis fuerzas de soltarme de él, pero su agarre no pareció ceder en lo más mínimo.

-¡Suéltame! ¡¿A dónde me estás llevando?!-protesté-.¿Dónde esta mi tío? -Tu tío ya está en nuestro destino. Ahora, puedo hacer esto por las buenas o por las malas, tu decides. -Wow, si estas son las buenas no me imagino las malas- yo y mi bocota, típico. -Las malas son que te llevaré inconsciente hasta nuestro destino, de igual manera llegarás. Yo estaba desesperada, así que decidí hacer aquello que mis padres me decían que hiciera cuando me encontrara en problemas. -¡Ayudaa! ¡Violador! ¡Me está secuestrando!-la muchedumbre volvió la mirada hacia nosotros, luego los ojos del hombre se encendieron en fuego, literalmente, y bueno... hasta ahí recuerdo.

Me desperté en un lugar extraño y desconocido, lo primero que me golpeó fue la temperatura, la cual era inmensamente caliente. Pero yo no estaba sudando, era consciente de que hacía calor, pero mi piel no lo sentía, era como si mis sensores de temperatura estuvieran... dormidos. Lo primero que vi al incorporarme fue el rostro de mi tío mirándome con preocupación, pero cuando vio que me levanté, ese rostro se iluminó.

-Siento mucho esto, pero es tu destino. Tus padres no pueden arrebatártelo-explicó Mason. -¿Dónde estoy?-pregunté confundida. -Estás en la dimensión de las hadas, volcán Draka-respondió. -¡¿VOLCÁN?! ¡¿Estoy dentro de un volcán?! -Si, pero no te preocupes, el calor no te hará daño, eres una Draka-dijo Mason-. Ven, tengo mucho que explicar.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora