Capítulo 9: El Reino de las Hadas.

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Para cuando abrí mis ojos, el sol se encontraba justo enfrente de mi cabeza.
"Oh, Dios mío. ¿Cuánto tiempo he dormido?." Pensé.
Mi cabello aún seguía mojado, y las gotas de agua aún corrían por mi piel.

En frente del árbol, estaba Fer cocinando algo en una fogata, y se veía bastante hambriento.
-Dormiste bastante, debiste haber estado cansada-dijo Fer, al verme.
Me incorporé.
-Se podría decir que sí. ¿Qué cocinas?-le pregunté.
-Oh, sólo una ardilla que encontré.
-¿Por qué no le pediste comida a los elfos?
-¿Comer comida de elfo? Ni hablar-respondió Fer-. Por más que quieras, jamás lo hagas. Es asquerosa.
Me senté a su lado. De repente, me preocupé al verlo tan cerca del fuego, pero parecía cuidadoso y minucioso, justo como él era.
-Así que... ¿Comemos ardillas?
Fer sonrió.
-De hecho, comemos prácticamente todo lo que se mueva. Y sí, incluyendo los girasoles-dijo Fer, mirándome como si fuera un misterio.
-¡Oye! ¡Se te está quemando!-exclamé, señalando a la ardilla.
-¡Ay!
La alejó rápidamente de las llamas, y la lanzó a la hierba, al notar lo caliente que estaba.
-Eh... Al parecer cocinar no es lo mío.
Le di una mirada divertida. Levanté la carne del suelo, y la partí en dos.
-¡Eso está caliente, Eva! ¡Te vas a quemar!
Fruncí el entrecejo.
-¿De qué hablas? Ya no lo está-dije, y no lo estaba. De hecho, me había parecido muy fría para comerla.
Sospechosamente, Fer acercó su dedo a la carne. Al tocarla, chilló un "¡Ouch!", mientras su piel emanó humo. Aquello era lo que pasaba cuando un Folka hacía contacto directo con lo caliente.
Confundido, Fer miró su dedo, y luego a mi, todavía con la presa en la mano.
-Okey...-dijo Fer-. Quédate toda la ardilla para ti sola, si quieres. No me gusta cuando mi comida me lastima. Tonta ardilla.
Yo asentí.
-¿Sabes? Tal vez sea resistente al fuego, por haber crecido en un volcán y todo eso.
-¿Ah, sí? ¿Y crecer en un volcán también te hizo una experta en la magia?-protestó. Su tono no era agresivo, pero sus palabras lo eran.
Yo me quedé callada.
-A veces pienso que escondes algo-dijo Fer.
Lo miré, parte indignada, parte curiosa. ¿Sabía él más de mí de lo que yo sabía? Porque yo, a duras penas sabía quienes eran mis padres. Pero no sabía como había terminado siendo una Folka, y mucho menos por qué había sobrevivido en el ambiente de un Draka.
-Tú también escondes cosas. Sin embargo, yo no te pregunto-respondí-. Aunque, de cualquier manera, no escondo nada.
-Está bien-respondió, pero no sonaba convencido-. ¿Deberíamos ir a reclamar tu espada?
-¡Oh! ¡Mi espada! ¡Claro!

...

-Ten, justo como la pediste-dijo el mismísimo Völundr, tendiendo una espada con funda de cuero.- Una espada Claymore para la señorita.
Desenfundé la espada. Oh, era bella. Era ligera como una pluma, pero podía hacer derramar toda la sangre necesaria. Su empuñadura era corta, pero sólo lo suficiente para aún tener un agarre fuerte. Su hoja era brillante y delgada, tenía filo por ambos lados.
Aquella era la espada que había querido conseguir una vez me convirtiera en una Draka. Aunque siempre había sabido que los Draka jamás me darían una espada tan delicada y armoniosa como aquella. Ellos gustaban de las cosas pesadas e intimidantes. ¿Me había esto hecho admirarlos menos? La verdad era que no. Dentro de mi cabeza, los "buenos" seguían siendo los Draka, y los Folka seguían siendo los "malos". ¿Habría de cambiar de opinión algún día? No lo sabía.
-Es maravillosa. Muchas gracias, señor.
-Fue un placer fabricar un arma para una guerrera. No es común encontrarlas entre tu raza-dijo, claramente refiriéndose a los Folka. Mi nueva raza.
Espléndido.
-He oído que se dirigen al Reino.
Asentí, algo insegura. ¿Aprobaría nuestra decisión el maestro de los Forjadores?
-Buena suerte. La necesitarán-dijo Völundr-. Recuerda, pase lo que pase, no culpes a la reina. Ella no rechaza a nadie, son sus súbditos los del problema.
-Lo tendré en cuenta-respondí, aunque me fuera difícil imaginar a un líder caritativo. Los líderes Draka-entre ellos, Mason- eran duros y exigentes, y eran altamente propensos a rechazar a los demás.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora