Capítulo 18: El Lago Voda.

254 13 8
                                    

Algo olía mal.

No sabía de dónde venía, pero lanzó mis ojos al despertar al ser absorbido por mi fosas nasales. Sin embargo, al levantarme de mi cama me di cuenta de que no había cama alguna, y que estaba rodeada de un vacío negro.

Otra vez no, pensé.

Caminé, aunque no fui capaz de decir si me estaba moviendo o no, pues no tenía punto de referencia alguno. De repente, sentí que una parte de mi faltaba, y miré hacia atrás.

Mis alas. No estaban ahí.

-¿Rhodeva?-escuché decir-. Vas a llegar tarde a la escuela.

Mi madre se encontraba parada, al lado de una puerta, con una expresión enfurecida. Los colores de la imagen parecían difuminarse al encontrarse con el negro fondo.

-¡Ya voy, mami!-desde la esquina opuesta, estaba la pequeña yo. Corriendo, con dos trenzas a cada lado de mi cabeza. Por cada lugar que pisaba, se revelaba el color del suelo y las paredes de mi antigua casa en Londres.

Al encontrarme con mi madre, tomé su mano. Rápidamente, me escurrí por dentro de las puertas detrás de ellas. O bueno, de nosotras.

-¿Estará papá aquí para cuando vuelva?-preguntó la pequeña yo a su madre.

Judith claramente se tensó, y trató de no mirar a su niña a los ojos.

-Tu padre está ocupado. Ya sabes, él ayuda a mucha gente.

Solté la mano de mi madre.

-¡Pero ya nunca lo veo! Lo extraño, mami-dije, con algunas dificultades para pronunciar las palabras correctamente.

Mi madre miraba a cada lado de la calle, como si estuviera preocupada de que alguien nos escuchara.

-No te preocupes, hija. Todo está bien-hizo una pausa, mordiéndose el labio inferior-. Todo está perfectamente bien.

Y sólo así, la imagen comenzó a desvanecerse poco a poco. No pude evitar fruncir el entrecejo, pues no recordaba haber tenido aquella conversación con mi madre. Aunque, había sido hacía más de una década, por lo tanto no tenía por qué recordarla.

-Hola, Rhodeva-se escuchó el eco rebotar por el lugar. Me volví hacia la fuente de la voz. Sin embargo, al hacerlo, aquel olor pestilente volvió. Cubriéndome la nariz, avancé hacía un charco en el suelo, desde donde todo parecía venir. El charco parecía estar creciendo, y elevándose. Tuve que entrecerrar mis ojos para lograr ver a través de él. Reconocí al río Támesis, de Londres.

-Un portal-murmuré, alejándome de él.

-He estado esperando esto-dijo... ¿El charco? Bueno, desde ahí provenía la voz.

-¿Qué...?-comencé, pero justo entonces la imagen de mi madre se mostró dentro del charco, y me sonrió-. ¿Qué haces aquí?

Mi madre llevaba su cabello trenzado, el cual estaba soltando por lo que parecía ser nerviosismo.

-Solo estoy chequeando que estés bien, hija. ¿En dónde estás?

Vacilé por unos segundos, ¿debería decirle? ¿Y si me venía a buscar? Pero, ¿para qué haría eso?

-En el bosque Folka, Judith-respondí.

Mi madre asintió, con poco entusiasmo.

-O sea que han conseguido quedarse contigo. ¿Y los Draka?

Oh, a quién quería engañar. No podía ocultarle cosas a mi madre. La información salió de mí como de un contestador de teléfono.

-Vienen en camino, la guerra se aproxima.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora